El presidente de Kirguistán, Sooronbai Jeenbekov, anunció este jueves su dimisión después de 10 días de manifestaciones salpicadas de violencia y de turbulencias políticas tras unas polémicas elecciones legislativas en este país de Asia central.

Esas elecciones del 4 de octubre, en las que ganaron partidos favorables al presidente, desataron una ola de manifestaciones violentas, que causaron un muerto y unos 1.200 heridos.

Tras estas protestas y la ocupación de varios edificios oficiales por grupos de opositores, los resultados electorales fueron anulados, enturbiados por acusaciones de fraude.

«No me aferro al poder, no quiero entrar en la historia de Kirguistán como el presidente que provocó un derramamiento de sangre al disparar contra sus conciudadanos. Por eso he decidido dimitir», declaró Jeenbekov en un comunicado.

El jefe de Estado de esta antigua república soviética fronteriza con China había prometido la semana pasada que dejaría el poder cuando el país recuperara la estabilidad, pero después dijo que esperaría la celebración de nuevas elecciones legislativas.

Obtuvo el apoyo de Rusia, principal potencia en Asia central y que dispone de una base militar en Kirguistán.

Pero Jeenbekov decidió dimitir presionado por el primer ministro elegido por el Parlamento, el nacionalista Sadyr Japarov, que exigía su salida inmediata del poder.

El presidente explicó que la entrada en funciones del nuevo jefe de Gobierno no había «reducido su agresividad» ni «los llamadas a mi dimisión», informó la agencia de noticias AFP.

Varios cientos de manifestantes, partidarios del primer ministro, seguían este jueves en la calle, para reclamar ahora la dimisión del presidente del Parlamento que, según la Constitución, debe ponerse al frente del país de forma interina.

Si éste dimitiera, la presidencia estaría en manos de Japarov.

Kirguistán es el Estado más plural pero también el más inestable de todas las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central. Desde su independencia ya vivió dos revueltas y tres presidentes terminaron encarcelados o en el exilio.

Este país montañoso es también uno de los más pobres de la región.

En 2010, fue escenario de violencia étnica contra la minoría uzbeka en el sur, en la que murieron cientos de personas.