El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania tiene distintas lecturas según varios registros, en los cuales prevalecen el cultural y teológico. En una entrevista que realizó Stefano Fontana, para el Observatorio Internacional Cardenal Van Thuan, el profesor Gianfranco Battisti* profundiza sobre el tema y brinda un enfoque diferente para entender la guerra.

– Stefano Fontana. La guerra en Ucrania se lee según varios registros, entre ellos el cultural y el teológico. Con usted, profesor, nos gustaría ceñirnos estrictamente a un discurso geopolítico. Veo el peligro de que otros enfoques acaben extendiendo una cortina de humo sobre este tipo de análisis y que incluso insinuarlo se considere inapropiado. La primera pregunta que le hago, desde este punto de vista, es la siguiente: los países que se oponen a Rusia [no los llamo occidentales porque Rusia también forma parte de Occidente por historia y cultura, como hemos señalado en una de nuestras Notas, parecen considerar indigno incluso tomar en consideración las razones geopolíticas de Rusia. Me pregunto: ¿cómo se puede entablar una negociación de paz si no se examinan las razones -sean las que sean- del país con el que se pretende negociar?

– Gianfranco Battisti. Teniendo en cuenta que la geopolítica no es una rama de la ética ni un ejercicio de periodismo, sino un análisis profundo y crudo de la realidad, diría que la pregunta que me plantea tiene implícita su respuesta.

En todo Occidente, las autoridades -y los medios de comunicación el 95% de las veces- dan por sentado que Rusia está equivocada, pase lo que pase. Esto no puede ser cierto, ya que el bien y el mal no pueden ser divididos por una frontera política. De ello se deduce que, más allá de la palabrería, no hay intención de negociar. También hay que decir que se trata de un conflicto que desplaza a casi todos los gobiernos, haciéndolos incapaces de reaccionar racionalmente. En realidad, el enfrentamiento no es tanto entre Rusia y Ucrania: estamos ante la fase final del enfrentamiento Este-Oeste que ingenuamente creíamos que se había terminado en 1990.

La única diferencia con el pasado es que hoy Rusia parece estar sola en el apoyo a la ofensiva de toda la coalición occidental, con todos los riesgos que conlleva poner en crisis a una potencia nuclear. Además, resulta claro que se trata de un pulso entre Estados Unidos y Rusia. En cuanto a los demás, Ucrania se “ofrece” como campo de batalla, mientras los restantes miembros de la OTAN se muestran como una mera cohorte de Estados satélites, implicados sin demasiada convicción. Sus líderes pretenden dar una apariencia de iniciativa política (tanto a nivel interno como continental), pero acaban comportándose de forma masoquista.

– Stefano Fontana. Todas las guerras que no son solo locales -y esta de Ucrania no puede considerarse sólo local- producen grandes cambios en las sociedades, en la cultura, en el orden global de los sistemas económicos y políticos. Pensemos en lo que generaron, en este sentido, las dos guerras mundiales. En su opinión, ¿esta guerra también producirá efectos de largo alcance? ¿Será una oportunidad para un gran reajuste, que ya está en marcha?

– Gianfranco Battisti. Se trata, sin duda, de una guerra sistémica: marcará la transición del mundo tal y como lo conocemos a otro muy diferente y claramente peor. Las fuerzas que han empujado conscientemente a Rusia a una aventura que está resultando ser una trampa son las mismas que están tramando imponer el gran reajuste, al menos en toda la zona de la OCDE (pero detrás está en juego la redefinición de la hegemonía mundial). Un proyecto que es el último recurso para garantizar una mínima supervivencia a los EE.UU., una superpotencia militar detrás de la cual ya no hay economía y, al parecer, ni siquiera una sociedad que pueda llamarse civilizada.

A nivel local, en una lógica de otros tiempos, para Ucrania podría ser la “guerra fundacional” de una comunidad estatal finalmente independiente. Pero los tiempos, por desgracia, ya no lo permiten. El mecanismo puesto en marcha no puede -y no se detendrá-. Lo más triste de todo este asunto es la situación del pueblo ucraniano, al que se le ha prometido un futuro brillante de mala fe, y sin embargo se va a encontrar con una extensión de escombros, razón por la cual tendrá un destino como emigrantes, como les está sucediendo a los sirios.

Desde el punto de vista militar, se trata de una guerra preventiva, que tiene básicamente dos objetivos: 1) impedir permanentemente el establecimiento de relaciones normales entre los países de la UE y la Federación Rusa, congelando así la lógica angloestadounidense codificada en 1904 por Sir Halford Mackinder, el “padre” de la geopolítica británica; 2) asestar un golpe mortal a Rusia, debilitándola con vistas al choque decisivo con China. Está claro que interesa a las dos potencias atlánticas (y aquí podemos entender las verdaderas razones de la, por otra parte, incomprensible salida de Gran Bretaña de Europa), porque una UE privada de materias primas y del mercado ruso se convertirá inevitablemente en una inmensa colonia, totalmente sometida a los “cuidados” de las multinacionales atlánticas. Los que piensan que esta podría ser la ocasión para el nacimiento de un “verdadero” Estado europeo harían bien en no exagerar con el alcohol.

En cualquier caso, el movimiento sísmico que se ha desencadenado no se estabilizará hasta dentro de varios años.

– Stefano Fontana. Italia ha adoptado una actitud bastante “temeraria” en la guerra de Ucrania. El discurso del primer ministro italiano, Mario Draghi, ante el Parlamento el 1 de marzo de 2022 fue más bien “beligerante”, lo que contrasta con la tradicional política exterior de Italia. ¿Significa esto que no hay una política exterior italiana en este momento y que Italia adopta actitudes decididas por otros?

– Gianfranco Battisti. Al igual que Monti, Draghi no es un presidente elegido por los italianos, es ante todo un banquero, por tanto vinculado a los intereses financieros internacionales. Es un hombre de aparato, un hábil gestor cuya libertad de acción está muy limitada por las directrices que le llegan desde arriba y que luego hace caer como pedruscos sobre un parlamento en desbandada. Pensar que podría, aunque quisiera, establecer una política exterior “italiana” sería pecar de ingenuidad. Y lo que es peor, en este momento ningún político italiano parece poseer las cualidades indispensables para dirigir el país. La única esperanza es que, en la mejor tradición italiana, las palabras de Draghi sean solo palabras. En cambio, me parece que a las palabras les seguirán los hechos, sobre todo porque el aumento del gasto militar al 2% del PIB es un mantra con el que Estados Unidos lleva años machacando a los europeos.

– Stefano Fontana. Como respuesta “europea” a la invasión rusa de Ucrania, se habla insistentemente de financiar un aumento del gasto militar por parte de los Estados miembros de la UE con vistas a crear una fuerza militar autónoma. ¿Cómo ve esta inquietante perspectiva?

– Gianfranco Battisti. Ante una crisis económica que promete ser aterradora en cuanto a su gravedad y extensión espacial y temporal, la sola idea de aumentar el gasto militar tiene connotaciones muy negativas. Lo cierto es que cuando las cosas van mal, las clases políticas responsables del colapso económico y social de sus países se lanzan con entusiasmo a la carrera armamentística. Tienen la ilusión de que están haciendo algo para reactivar la economía, mientras esperan los sobornos que obtendrán de ella. En realidad, este es un camino que lleva directamente al infierno, ya que las armas, una vez en sus manos, acaban siendo utilizadas inevitablemente. El estado de guerra también atrae a los políticos fracasados, para que puedan silenciar cualquier forma de protesta. En cualquier caso, comprar armas cuando los presupuestos están en números rojos impide hablar seriamente de recuperación.

En cuanto a la ambición de una fuerza militar europea, se trata de una nueva estafa que los políticos de Bruselas regalan a nuestros pueblos. Todo el mundo sabe (y ellos son los primeros en saberlo) que EE.UU. nunca permitirá la aparición de un aparato militar europeo independiente de su control.

Por último, ¿por qué deberíamos armarnos? La tragedia ucraniana está demostrando ad abundantiam que Rusia no es un peligro para Europa en absoluto. No solo porque su principal interés es seguir vendiéndonos sus materias primas, como está haciendo a pesar de todo, sino simplemente porque no tiene un aparato militar capaz de preocuparnos. Por lo tanto, ni siquiera piensa en atacarnos. Estamos en presencia de una colosal mistificación, que heredamos de la “guerra fría” y que hoy también cuenta con la “clase dirigente” de Kiev entre sus artífices. En realidad ¿alguna de las muchas personas biempensantes que hay por ahí se ha dado cuenta de que la UE, día tras día, está picando a Rusia? ¿Y no siempre de forma pacífica?

Según la lógica del otro lado del Atlántico, el objetivo a corto plazo es ganar dinero vendiéndonos armamento obsoleto, el objetivo a largo plazo es que la Tercera Guerra Mundial se libre en Europa y Asia, en lugar de en Estados Unidos. Estamos hablando de guerra nuclear, porque para eso están los F35 que tanto nos interesan. El hecho de que nadie sea capaz de comunicar estas verdades elementales dice mucho sobre le ley del silencio de nuestros medios de comunicación, gracias a una pandemia que se anunció anticipadamente….

– Stefano Fontana. ¿Qué piensa del proyecto de hacer coincidir la Unión Europa con Europa?

– Gianfranco Battisti. Es una visión miope, nacida de la mente de los políticos, que generalmente no pertenecen a la categoría de los grandes pensadores. También es falsa desde el punto de vista geográfico, histórico y cultural. Si además nos fijamos en Rusia, al menos a la llamada Rusia europea (que no es poco), debemos constatar con no poca preocupación que, a pesar de todo, representa hoy lo que queda de la idea de Europa que hasta ahora hemos cultivado con tanta esperanza. Es en este inmenso país donde Europa sigue constituyendo un mito, mientras que en el nuestro prevalece un cupio dissolvi que hemos importado de Estados Unidos, no se sabe hasta qué punto de forma espontánea. Una advertencia que se ha olvidado demasiado pronto vuelve a estar de actualidad: “Europa será cristiana o no será”. Las armas ciertamente no nos unirán, si acaso nos destruirán. Desde esta perspectiva, el obstinado intento de construir un muro de odio, que contribuye a dividir a los cristianos de Oriente de los de Occidente, es un crimen que clama venganza a Dios. Y en este punto los cristianos de Europa, por desgracia, no siempre tienen la conciencia tranquila. Emblemática ha sido la reacción en Ucrania al mensaje de paz enviado durante el Vía Crucis en Roma.

 

*Exprofesor asociado de Geografía Política y Económica y profesor titular de Geografía en la Universidad de Trieste. Autor de más de 250 publicaciones científicas, durante doce años dirigió la revista Ambiente Società Territorio-Geografia nelle Scuole. Director del doctorado en Geohistoria y Geoeconomía de las regiones fronterizas (1995-2007). Coordinador hasta 2015 del Grupo de Trabajo de AGEI sobre Geografía de la Energía, actualmente trabaja en temas de globalización y Geografías de lo sagrado.