Hong Kong volvió a ser este domingo, por decimonoveno fin de semana consecutivo, escenario de protestas de grupos prodemocráticos y antigubernamentales que terminaron en enfrentamientos con la policía, vandalismo y lanzamiento de gas lacrimógeno.

Varios grupos de manifestantes se reunieron en centros comerciales en una docena de distritos de la ciudad, la mayoría de ellos enmascarados, contraviniendo la reciente legislación que les prohíbe ocultar su rostro.

Estas concentraciones terminaron con escenas caóticas cuando algunos manifestantes violentos lanzaron ladrillos a vehículos policiales y destrozaron tiendas con vínculos con China continental (Huawei, Bank of China o Starbucks, por ejemplo), a cuyo régimen se opone el movimiento prodemocrático de la ciudad.

Un comunicado de prensa emitido por la policía calificó de «amotinados» a los manifestantes y detalló que varios de ellos lanzaron objetos a las vías del metro con el objetivo de interrumpir su funcionamiento.

En torno a las 15.30 hora local, los agentes habían llevado a cabo numerosas detenciones de jóvenes vestidos de negro, el color del movimiento prodemocrático. Media hora después, los barrios de Sha Tin y Tsuen Wan estaban «regados» de gas lacrimógeno.

También este domingo, la policía emitió una carta que autoriza un acto convocado para mañana, organizado por activistas prodemocráticos.

Con este acto, los manifestantes pretenden presionar la aprobación del Congreso de Estados Unidos de la Ley de Democracia y Derechos Humanos de Hong Kong, propuesta por algunos congresistas y que serviría para sancionar a algunos supuestos responsables de la supresión de los derechos humanos en la ex colonia británica.

Desde finales de julio, la policía ha denegado el permiso a numerosas manifestaciones, lo que contribuyó a reducir el número de participantes (aunque no el número de protestas) en este importante centro financiero internacional.

Las protestas se convirtieron en masivas en junio a raíz de una polémica propuesta de ley de extradición y los reclamos mutaron hasta convertirse en un movimiento que busca una mejora de los mecanismos democráticos que rigen Hong Kong y una oposición al supuesto autoritarismo de Beijing.

No obstante, algunos manifestantes han optado por tácticas más radicales que la protesta pacífica y los enfrentamientos violentos con la Policía son habituales.