Benjamin Netanyahu se convirtió nuevamente en primer ministro al frente del Gobierno más duro ideológicamente de la historia de Israel, que promete medidas que podrían causar revuelo nacional y regional y alinear a los aliados del país.

El nuevo Gobierno de Netanyahu quedó constituido por 31 ministros, de los cuales solo 5 son mujeres, y llega al poder tras haber prometido priorizar la expansión de la colonización de los territorios palestinos de Cisjordania, pese a ser ilegal según el derecho internacional y a que la mayoría de los países la ve como un obstáculo para la paz en la región.

La coalición de Gobierno entrante impulsa también extender subsidios masivos a sus aliados ultraortodoxos y estimular una reforma radical del sistema judicial que según sus críticos podría poner en peligro las instituciones democráticas del país.

Netanyahu es el primer ministro con más años de servicio en el país, ya que ocupó el cargo desde 2009 hasta 2021 y en la década de 1990.

El año pasado, luego cuatro elecciones sin un claro ganador, ocho partidos de diversas tendencias se aliaron en una coalición unidos en su oposición a Netanyahu y consiguieron la mayoría parlamentaria necesaria como para formar Gobierno y sacarlo del poder.

Esa coalición se rompió en junio pasado, y Netanyahu y sus aliados ultraortodoxos obtuvieron una mayoría parlamentaria en las elecciones de noviembre.

«Escucho los gritos constantes de la oposición sobre el fin del país y la democracia», dijo Netanyahu en el Parlamento antes de la jura formal del Gobierno.

Su discurso fue interrumpido repetidamente por abucheos de los líderes de la oposición, quienes en ocasiones gritaron «débil».

«Miembros de la oposición: perder en las elecciones no es el fin de la democracia, esta es la esencia de la democracia», les dijo Netanyahu, según informó el diario Times of Israel.

Netanyahu encabeza un Gobierno compuesto por un partido religioso ultranacionalista de línea dura dominado por colonos de Cisjordania, dos partidos ultraortodoxos y su partido nacionalista Likud.

Analistas dicen que su programa de Gobierno podría alienar a grandes sectores del público israelí, aumentar el riesgo de conflicto con los palestinos y enfrentar a Israel con aliados históricos, incluidos Estados Unidos y la comunidad judía estadounidense.

El Gobierno de Netanyahu publicó este miércoles su plataforma en la que afirma que «el pueblo judío tiene derechos exclusivos e indiscutibles» sobre la totalidad de Israel y los territorios palestinos y avanzará en la construcción de asentamientos en la Cisjordania ocupada.

La plataforma incluye el compromiso de anexar todo el territorio, algo que se espera genere una fuerte oposición internacional al destruir cualquier esperanza de que los palestinos puedan fundar el Estado propio que anhelan desde hace décadas.

La inmensa mayoría de la comunidad internacional considera que la creación de un Estado palestino es la mejor fórmula para lograr la paz.

Desde hace años, Israel, que se enorgullece de su democracia, es acusado de aplicar un sistema de apartheid similar al que tenía Sudáfrica mientras que sus críticos dicen que esta visión se profundizaría si anexa Cisjordania sin dar ciudadanía israelí a sus millones de palestinos.

Los anteriores Gobiernos de Netanyahu fueron firmes defensores de la construcción o ampliación de asentamientos de Israel en Cisjordania, y se espera que eso se acelere bajo la gestión entrante.

Israel capturó Cisjordania en 1967 y Jerusalén este en una guerra contra países árabes.

Los palestinos quieren fundar un Estado independiente que incluya a Cisjordania y que tenga a Jerusalén este como capital.

Desde 1967, Israel ha construido allí decenas de asentamientos judíos que ahora albergan a unos 500.000 israelíes que viven junto a unos 2,5 millones de palestinos.

La mayor parte de la comunidad internacional considera que los asentamientos israelíes en Cisjordania son ilegales y un obstáculo para la paz con los palestinos.

Estados Unidos ya ha advertido al Gobierno entrante que no tome medidas que puedan socavar las esperanzas de establecer un Estado palestino independiente.

El nuevo gobierno también ha generado temores de un embate contra los derechos de las minorías y de las personas LGBTQI+.

En Jerusalén, afuera del Parlamento, varios miles de manifestantes ondearon banderas de Israel y del Orgullo y corearon «no queremos fascistas» en el Gobierno.

A principios de esta semana, dos miembros del Partido Sionista Religioso dijeron que promoverían una enmienda a la ley contra la discriminación del país que permitiría a las empresas y los médicos discriminar a la comunidad LGBTQ sobre la base de la religión.

Esos comentarios, junto con la postura ampliamente anti-LGBTQ de la coalición gobernante, han generado de que el nuevo Gobierno revierta sus limitados derechos. Netanyahu ha tratado de disipar esas preocupaciones prometiendo que no lo hará.

El primer ministro saliente, Yair Lapid, que ahora volverá a ser líder de la oposición, dijo al Parlamento que entregaba al nuevo gobierno «un país en excelentes condiciones, con una economía fuerte, con mejores habilidades defensivas y una fuerte disuasión, con una de las mejores clasificaciones internacionales de la historia».

«Trata de no destruirlo. Volveremos pronto», dijo Lapid a Netanyahu.