Una congregación de monjas católicas reabrió un bar en un antiguo santuario del norte de España tirando pintas de cerveza con la esperanza de difundir la palabra de Dios a los sedientos huéspedes que visitan el recinto románico del siglo XI.

«Creo que mucha gente pensará que es inusual, porque nunca lo han visto. Pero ya sabes, no es pecado tomarse una cerveza», aseguró la hermana Guadalupe, nacida en Miami.

Ella añadió que el bar constituye una «puerta abierta para evangelizar».

Las hermanas, que pertenecen a la orden de los Peregrinos de la Eucaristía, se hicieron cargo del bar del santuario de Estíbaliz, a las afueras de la ciudad vasca de Vitoria, de manos de sus anteriores propietarios, un grupo de monjes benedictinos, que habían dejado que una asociación local gestionara el establecimiento.

Los hermanos monjes habían vivido allí desde 1923, pero lo abandonaron en septiembre de 2022 debido a su escaso número y a su avanzada edad.

El año pasado, 18 monjas —la mayoría colombianas— se trasladaron para cuidar del santuario y sus peregrinos.

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Anteriormente conocido como el bar «Pater», las monjas lo rebautizaron como Amaren Etxea, o Casa de la Madre en euskera, una de las lenguas europeas más antiguas.

El primer fin de semana tras la reapertura del bar, que coincidió con el inicio de la Semana Santa, las monjas vestían delantales de camareras sobre sus hábitos grises y blancos mientras los clientes hacían cola para hacer sus pedidos.