VIERNES, 29 DE NOV

Miles de personas intentan salir de su país acechados por la pobreza y la violencia de las bandas criminales

Desde finales de febrero, poderosas bandas se han aliado para atacar comisarías, prisiones, el aeropuerto y el puerto marítimo. El primer ministro, Ariel Henry, anunció su dimisión el 11 de marzo, cuando el recrudecimiento de la violencia impidió su regreso del extranjero.

 

Miles de haitianos intentan salir de su país que se encuentra bajo el mando de grupos criminales que cada vez son mas fuertes, ricos y autónomos. Las violentas bandas ya tomaron el control de gran parte de la capital, mataron a miles de personas y obligaron a millones a pasar hambruna.

Haití no tiene representantes electos y cayó en un estado de anarquía a medida que las bandas ampliaron su control casi total de la capital (Puerto Príncipe).

Pese al violento contexto, aún no hay señales de la concreción del prometido “consejo de transición”, que permitiría el despliegue de tropas internacionales en busca de una posible “restablecimiento del orden”.

El aeropuerto y los puertos marítimos de Puerto Príncipe llevan un mes cerrados debido a la actividad de las bandas, aunque el aeropuerto de la ciudad septentrional de Cabo Haitiano reanudó los vuelos a Miami la semana pasada, lo que motivó que muchos de los que tienen la capacidad intenten marcharse.

El primer ministro de Haití, Ariel Henry, anunció su dimisión el 11 de marzo, cuando el recrudecimiento de la violencia impidió su regreso del extranjero, a la espera de la instalación de un consejo de transición mediado por líderes regionales para instalar a su sustituto.

Mientras tanto, República Dominica, el único país que comparte frontera terrestre custodia los accesos, refuerza seguridad y prohíbe los campos de refugiados en su territorio; además de deportar a decenas de miles de personas.

Una situación por demás de dramática que tiene a todo un país sumido en la violencia y la pobreza.

La crueldad de las bandas en Haití está marcada por hechos como el uso de francotiradores para disparar al azar contra la población, saqueos y secuestros masivos, ataques a cárceles para liberar presos y el control de carreteras y puertos vitales para dominar la economía.

Pese a promesas internacionales de cientos de millones de dólares, se entregaron pocos fondos al fondo fiduciario de la ONU dedicado a la misión de seguridad. Mientras tanto, las bandas se benefician de la extorsión, el pago de rescates y el supuesto respaldo de élites corruptas que les permitió reunir grandes arsenales.

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