El Papa Francisco afirmó hoy que «la presencia de Dios también se llama rohingya», con lo que pronunció el término que no había mencionado para no ahondar tensiones en su paso por Myanmar y Bangladesh, y rubricó así una serie de gestos en apoyo de esta perseguida minoría musulmana.

«La presencia de Dios también se llama rohingya. Que cada uno tenga su respuesta», dijo Francisco en italiano durante su encuentro en Dacca, la capital bangladesí, con 16 rohingyas procedentes de los campos de refugiados en Cox’s Bazar, donde debieron asentarse al huir de la persecución que sufren en el vecino Myanmar.

La represión del Ejército birmano que obligó a más de 620.000 rohingyas a refugiarse en Bangladesh desde fin de agosto, considerada por la ONU una «limpieza étnica», atravesó la gira papal por el sur asiático desde su inicio, el lunes pasado en Myanmar.

El obispado birmano le pidió a Jorge Bergoglio que evitara utilizar el término «rohingya» para no provocar reacciones violentas de algunos extremistas en Myanmar, cuyo gobierno considera bengalíes a los integrantes de la minoría musulmana y niega la represión.

Tras varias alusiones en estos días en favor de «cada grupo étnico», Francisco saludó hoy uno a uno a los 16 refugiados, al concluir la reunión interreligiosa en el jardín de la sede del arzobispado con representantes de musulmanes, budistas, hinduistas y otros cristianos en Dacca.

Un grupo de tres familias, integrado por 16 personas en total, entre ellas dos mujeres con nikab (que deja solo descubiertos los ojos), una niña y un bebé, se acercaron a saludar al Papa, informaron la agencia de noticias EFE y el sitio especializado Vatican Insider.

«Quizá podemos hacer poco por vosotros, pero vuestra tragedia tiene mucho espacio en nuestro corazón. Para aquellos que les han hecho daño y sobre todo por la indiferencia del mundo, les pido perdón», les dijo el pontífice luego de haberlos escuchado uno a uno, con la ayuda de un traductor, en silencio, con cara seria y sin soltarles las manos.

El director de Cáritas, James Gómez, explicó que una de las mujeres perdió a su marido y otros a toda la familia, mientras que la niña perdió a sus padres y llegó acompañada por un tío herido de bala. Todos ellos huyeron mientras se quemaban sus casas.

El grupo de rohingyas llegó a la sede del arzobispado con los vestidos más dignos que lograron salvar de su huida del estado birmano de Rakhine y aguardaron juntos que finalizara el encuentro ecuménico para saludar a Francisco.

El Papa había mostrado su interés por ir a los campamentos de refugiados pero «el Gobierno no lo habría permitido por cuestiones de seguridad», informó el obispo de Chittagon, Moses Costa.

El Papa llegó al encuentro interreligioso y ecuménico a bordo de un carrito tradicional guiado por un joven bangladesí, en la última cita de su segundo día en Bangladesh, un país con 163 millones de habitantes, donde el 90% es musulmán.

Antes de encontrarse con los refugiados rohingyas, el mensaje de Francisco a los líderes religiosos apuntó a consolidar la diversidad no como «mera tolerancia», sino como una auténtica «apertura del corazón».

«Que este compromiso, aquí en Bangladesh, donde el derecho a la libertad religiosa es un principio fundamental, sea una llamada de atención respetuosa pero firme hacia quien busque fomentar la división, el odio y la violencia en nombre de la religión», remarcó.

En una referencia global en la que resuena la crisis humanitaria rohingya, el Papa señaló que «hay que tender la mano al otro en actitud de comprensión y confianza recíproca, para construir una unidad que considere la diversidad no como amenaza, sino como fuente de enriquecimiento y crecimiento».

Más temprano, Francisco había celebrado una misa a la que asistieron decenas de miles de fieles en el parque Suhrawardy Udyan de Dacca y en la que ordenó a 16 nuevos sacerdotes para la pequeña Iglesia del país, que cuenta con menos de 400.

El Papa llegó ayer a Bangladesh desde Myanmar con la prioridad de mostrar su cercanía a la pequeña comunidad católica de menos de 500.000 personas, que representa cerca del 0,2% de la población bangladesí.

 

Foto: AFP / Vincenzo Pinto