Imagen: Liu Rui.

 

Por Victoria Musto*

En el prólogo a la Gramática de la lengua castellana, encargada por Isabel la Católica, Nebrija afirmaba: “la lengua es compañera del Imperio”.

Salvando las distancias, Australia ha tomado postura en la competencia entre China y Estados Unidos desde 2013 de la mano de la idea de “Indo-Pacífico”. Dicho concepto desplaza la centralidad china en Asia hacia India, permitiéndoles un mayor rol a Australia y a Japón, y habilitando inclusive la presencia de Estados Unidos. Un “Indo-Pacífico Libre y Abierto” refleja las disputas geopolíticas y los valores que Australia busca representar.

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La elección por Estados Unidos puede fundamentarse sobre dos argumentos. Históricamente, los vínculos de Australia con Occidente son múltiples: su pertenencia a la Commonwealth, el pacto de seguridad para el Pacífico Sur Anzus y también la alianza sobre inteligencia Five Eyes. Además, Australia es el único país que ha luchado junto a Washington en todos los grandes conflictos desde la Primera Guerra Mundial, demostrando su estrecha alianza política y militar. Asimismo, la actual política exterior australiana mantuvo los lineamientos históricos. En 2017 introdujo legislación contra la interferencia extranjera que fue mal recibida por China y un año después prohibió el desarrollo de tecnología 5G de la empresa china Huawei. Por último, el gobierno australiano solicitó una investigación sobre el origen del Covid-19 y suspendió el Tratado de Extradición con Hong Kong como reacción por la nueva ley de seguridad impuesta por Pekín, disgustando al Dragón (Westcott, 2020).

Australia debería ponderar los costos de agradar a Washington. China podría reemplazarla por Estados Unidos.

China no titubeó en responder y ejerció, según Canberra, “coerción económica”. Prevaleciendo sus vínculos económicos y, siendo China el mayor importador y exportador de Australia, Pekín dejó de aceptar carne de cuatro grandes frigoríficos y aplicó altos aranceles a la cebada, deslizando inclusive la posibilidad de impactar sobre los vinos australianos y sobre la gran cantidad de jóvenes chinos que estudian allí.

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En este contexto, el mayor desafío es económico. Incrementar la diversificación de sus vínculos externos es un objetivo del Departamento de Relaciones Exteriores y Comercio, el cual ha impulsado tanto la relación con India, con la Estrategia Económica 2035, como con Japón en las últimas conversaciones de Scott Morrison con Shinzo Abe sobre un “Indo-Pacífico Libre y Abierto”. Además, multilateralmente, el empuje australiano en el Foro de Cooperación Asia-Pacífico, así como en la Cumbre de Asia Oriental, son también estrategias que desarrolla el país para lidiar con la dependencia china.

Finalmente, Australia debería ponderar los costos de agradar a Washington. China podría reemplazarla por Estados Unidos y así cumplir el Acuerdo Comercial de Fase 1 sostenido por los gigantes. De continuar Australia con sus declaraciones, China podría avanzar sobre energía, sector central para Australia también considerado en el Acuerdo Fase 1. (Zhou, 2020). El reto de Australia es entonces no ser la aguja, que viste a todos y permanece desnuda.

 

*Lic. en Relaciones Internacionales (UNR), conductora del programa Café Internacional.