Más de 27.000 «chalecos amarillos» tomaron hoy, por décimo sábado consecutivo, las calles de París y una decena de ciudades francesas en medio de un amplio operativo de seguridad que movilizó a 80.000 policías y que detonó en represión cuando la protesta comenzaba a desarmarse.

La policía reprimió con gases lacrimógenos y agua lanzada desde camiones hidrantes a los manifestantes que protestaban en París, en la zona de la Explanada de los Inválidos, donde está la tumba de Napoleón Bonaparte, informó el diario Le Monde.

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Según el matutino francés, la represión comenzó luego de que algunos manifestantes lanzaran botellas y adoquines contra las fuerzas de seguridad.

En Rennes, donde la protesta reunió a unos 2.000 «chalecos amarillos», la policía también reprimió con gases y una mujer debió ser evacuada de urgencia.

Rápidamente se expandió en las redes sociales la noticia de que la mujer estaba muerta, pero la Prefectura salió de inmediato a aclarar que la mujer fue evacuada de urgencia porque «es asmática y el gas lacrimógeno le provocó una crisis».

El Ministerio del Interior ubicó en 27.000 los asistentes a la manifestación en toda Francia, aunque las cifras seguramente difieran de las brindadas por los organizadores, que el sábado pasado contaron 80.000 personas y para hoy habían llamado a acudir «con dos amigos que nunca hayan participado».

Además, invitaron a los ciudadanos a ir con «una flor o una vela» para homenajear a los 10 muertos y al menos 2.000 heridos por «la causa» e hicieron un llamado a que las fuerzas de seguridad dejen de usar «lanzadores de balas de defensa», un arma menos letal que la que usa balas de plomo pero que provoca múltiples lesiones.

«Fuerzas del orden no disparen: estamos aquí por el futuro de ustedes y de nuestros hijos», decía una bandera de Francia desplegada en la Explanada de los Inválidos.

Además, varias pancartas con las imagen de Marianne, la figura alegórica que representa a la República Francesa, con la leyenda «Libertad, Igualdad, Flashball», en referencia al nombre de las armas que usan los antidisturbios.

Ajeno a las críticas, el ministro del Interior, Christophe Castaner, defendió el uso de las Flashball como la única opción para mantener el orden público. Sin esta arma, la policía no tendría otra opción más que el «contacto físico» y habría «muchos más heridos», aseguró.

El movimiento de los «chalecos amarillos», que comenzó como una revuelta contra el alza de un impuesto sobre los combustibles, ha derivado en protestas semanales en toda Francia contra la política fiscal y social de Macron, que en varias ocasiones han degenerado en violentos enfrentamientos con la policía.

La décima convocatoria tuvo lugar cinco días después de que Macron lanzara el gran debate nacional con el que espera canalizar los reclamos en un diálogo para desactivar las movilizaciones callejeras. El martes, Macron se reunió con cientos de alcaldes y representantes locales para escuchar sus quejas.

Además de en París, hubo protestas en Bourdeax, Toulouse, Marsella, Lyon, Avignon y Dijon.