Por Nabih Yussef*

[MILAN] Viajamos a la ciudad de Milán, el vuelo aterriza en Bérgamo, una ciudad pequeña en las afueras, y nos dirigimos a la ciudad por tierra. Allí, centenares de turistas pasean con sus cámaras por las calles italianas, posan risueños ante el Duomo, mientras una docena de personas hacen fila para comprar un “gelato” artesanal. “Así no es toda Italia”, nos dice Adriano (38). “Esto es una burbuja”, exclama con risa irónica, como quien busca despertar de un sueño a un niño. Adriano es de Palermo y vino a Milán para trabajar en la construcción, pero a pesar de haber encontrado trabajo, sólo es temporal, hasta acabar una remodelación, “hay muchos inmigrantes que trabajan por menos dinero”, replica.

Decidimos partir al sur de Milán por la ruta A1 hasta Módena, una ciudad cercana a Bologna, la ciudad universitaria de Emilia-Romaña. Módena es una ciudad mediana con un importante circuito de fábricas de automóviles. A sus afueras se encuentran las firmas de Maserati, Lamborghini y la famosa Ferrari. Allí nos recibe Niz (25), que nos cuenta que trabaja de barman en un bar donde se sirven aperitivos. “Trabajas en teoría 8 horas, pero al final todo se alarga a 10. Yo igual no puedo quejarme, porque por lo menos tengo trabajo”, describe. “El problema es que el dinero ya no alcanza, la mitad de mi sueldo va para el alquiler de mi apartamento compartido, que acá hay pocos. Lo único que te queda es ser mamoni”, sonríe. El término en italiano “mammoni”, se ha popularizado para describir la actual situación del desempleo juvenil en Italia. La expresión sarcástica refiere a los jóvenes menores de 35 años que ni trabajan ni estudian y aún viven con los padres. Es que 7 de cada 10 jóvenes italianos, se encuentran en esta situación, solo superados -según Eurostat- por Eslovaquia.

La tasa de parados en Italia es de las más alta de la Unión Europea, en torno a 11%, solo superados por España (16,1%) y Grecia (20,8%), y estos números adquieren mayor preocupación cuando se pone la lupa a la población joven, que rompe el 30% de desocupación. Ante esta situación, los partidos políticos han intentado sacar rédito de izquierdas a derechas, poniendo como causantes del desempleo a las grandes transnacionales o a los inmigrantes, donde en Italia se calcula existen 2,6 millones de inmigrantes legales (quinta en la UE) y 800 mil de manera ilegal.

Dos son los partidos que en las últimas elecciones han obtenido el derecho de discutir la formación de gobierno. Por un lado, la Lega Nord (Liga del norte), liderada por Matteo Salvini, un político milanés; y por otro lado, el Movimiento 5 estrellas (M5S), fundada por el cómico Beppe Grillo y ahora comandada por el joven político Luigi Di Maio, proveniente del postergado sur italiano.

Ambos partidos dicen tener muchas diferencias entre sí, la Liga Nord se autoconcibe como un partido de derecha, anti-inmigración y con una mirada anti-europeísta. Culpan a Alemania de la flexibilidad en la Unión Europea para admitir refugiados políticos, algo que “atenta” contra los intereses italianos.

En el otro extremo se encontrarían los “grillinos”, gentilicio político apodado a los militantes del M5S, por su acepción al apellido de su fundador. En este espacio muy heterogéneo, dicen haber superado las dicotomías de izquierdas y derechas. En palabras de su fundador, “no se puede explicar lo que es el M5S, hay que sentirlo”, enfatiza. No obstante, resulta simple poder observar algunos trazos importantes de su presentación política, principalmente a la que refiere a la Unión Europea. Los grillinos se ubican en la constelación de partidos políticos que se denominan “euroescépticos”, por su negativa a avanzar en los programas de integración auspiciados en Bruselas (capital de la UE). El M5S se define como ecologista y aboga por la democracia directa a través de internet. De hecho, en su plataforma web se toman las decisiones estructurales del partido, no sin antes pasar por un exhaustivo control desde la cúpula del movimiento. Se definen como una “libre asociación de ciudadanos” y no precisamente como partido político. Son actualmente los ganadores de las elecciones parlamentarias con el 32,7% de los votos, frente a los 17,4% cosechados por la “Liga”. Sin embargo, el partido de Salvini suma con otras expresiones de derecha (incluido el polémico Silvio Berlusconi), algo más de 37% de los votos escrutados. Es por ello que ante la imposibilidad de formar gobierno sin otros apoyos, ambos partidos han decidido unirse y formar un gobierno de “unidad” para “cambiar Italia”, como han sostenido en la última rueda de prensa.

La imposibilidad de nombrar a Salvini o Di Maio como primer ministro de Italia, radica en que tamaña decisión podría verse como una muestra de debilidad de uno u otro frente a sus seguidores. Es por ello que han tomado una decisión inédita en la política italiana, la designación de un completo desconocido para liderar el gabinete de ministros, designando en mutuo acuerdo al jurista Giuseppe Conte. Una decisión que ha dado lugar a decenas de intrincadas hipótesis.

El candidato es el proyecto

Con la designación de Giuseppe Conte como primer ministro italiano, tanto Salvini como Di Maio, buscan mostrarse en los medios de comunicación como programáticos. Su unión es netamente la representación de un pacto para “cambiar Italia”. Los puntos de su programa serán su objetivo y la división de los ministerios claves, la base por la cual avanzarán en esas metas. De esta manera, buscan mostrar que la elección de Conte, obedece al proyecto firmado por ambos bloques y no es fruto de una decisión política de espaldas a la gente. No obstante, resulta contradictorio para el M5S la actual salida política tomada por su cúpula, ya que han sido desde el movimiento quienes han criticado duramente a los partidos italianos por tomar este tipo de decisiones y ahora se ven en la situación de hacerlo ellos mismos.

Con el nombramiento de Conte, el M5S y la Liga, dejaron afuera del gobierno de unidad a Silvio Berlusconi (Forza Italia), que constituía el límite para formar gobierno de parte de los grillinos, y la Liga decidió por dejar a “Il Cavaliere” políticamente aislado.

La repartición de los ministerios fue equilibrada entre las dos fuerzas y tanto Salvini como Di Maio, crearon a medida suya dos superministerios que controlarán personalmente. Ambos serán vice-presidentes del Consejo de Ministros; Matteo Salvini será ministro de Interior y Luigi Di Maio unificó en una sola cartera el ministerio de Desarrollo Económico, Trabajo y Política Social. Desde estos lugares, los dirigentes han establecido objetivos políticos que van en contra de los tratados de la Unión Europea y la lógica económica. Salvini será el encargado desde Interior, de contener las olas migratorias del norte de África y de expulsar a los migrantes extracomunitarios y europeos de la península, con especial foco en los rumanos. Algo que contraría el derecho europeo y atenta contra las instituciones de la Unión. Por su parte, Di Maio desde la cartera de Trabajo, propone que Italia salga del euro mediante un referéndum popular, al tiempo que ha prometido incansablemente un ingreso ciudadano de 780 euros por mes a cada italiano, una asignación económica que supera con creces el valor del salario en el sur de Italia. Di Maio ha apelado a todo tipo de artilugios retóricos para explicar cómo hará para poner en marcha tamaña política económica, cuando Italia encuentra comprometido su PBI en más de un 160% en deuda pública, mientras mantiene restricciones institucionales desde Bruselas para elevar el gasto público.

Italia será gobernada por dos superministros de corte anti-europeos, anti-inmigración y con un elevado nivel de inexperiencia económica. De no prosperar sus intenciones de modificar los acuerdos con la Unión Europea para frenar los movimientos migratorios y las restricciones al déficit fiscal, Italia podría ser el segundo miembro del bloque en abandonar la Unión Europea.

*Nabih Yussef es licenciado en Relaciones Internacionales y Director del Consejo de Estudios Interdisciplinarios Económicos y Políticos www.CEIEP.org

** Fotografía Filippo Monteforte.