Tras adelantar las elecciones para evitar una crisis de gobierno, Israel definirá este martes en las urnas si el primer ministro Benjamin Netanyahu y una coalición cada vez más nacionalista y religiosa, continúan en el poder o si el ex jefe del Ejército que comandó dos ofensivas en la Franja de Gaza, Benny Gantz, logra imponerse.

Según la última encuesta publicada por el Canal 13 local, el partido de Netanyahu, Likud, aventaja apenas por una banca a Kahol Lavan, la alianza formada por Gantz y el ex periodista televisivo y ex ministro de Finanzas de Netanyahu, Yair Lapid.

Sin embargo, el sondeo sostiene que todos los partidos de derecha, nacionalistas y religiosos, que apoyan a Netanyahu suman 66 bancas, mientras que las fuerzas que podrían apoyar a Gantz y Lapid para desbancar al actual primer ministro solo sumarían 54 asientos en el Knesset (parlamento).

El Knesset tiene 120 bancas y cualquier líder necesita tener el apoyo de al menos 61 diputados para poder formar gobierno.

Si Netanyahu logra sumar esas 66 bancas con sus aliados de derecha -muchos de los cuales deben superar el umbral del 3,5% y entrar al parlamento-, se convertiría, a los 69 años, en el primer ministro que más tiempo consecutivo estuvo en el poder y en el primero que asume con un procesamiento pendiente por cargos de corrupción, fraude y violación de confianza.

El fiscal general de Israel anunció en febrero pasado que procesará a Netanyahu, pero solo lo concretará después de las elecciones.

Por lo tanto el premier podría asumir su quinto mandato consecutivo y, luego, enfrentar una nueva crisis como la que lo obligó en diciembre pasado a llamar a las elecciones anticipadas que se concretarán esta semana.

Aunque la intención de voto de Netanyahu creció en los últimos meses, el ex jefe del Ejército, Gantz, y su coalición que incluye a otros reconocidos generales retirados, sigue siendo una amenaza real para el premier.

Con 59 años, Gantz había esquivado la vida política hasta ahora.

Pasó de ser elogiado públicamente por Netanyahu y gran parte de su coalición de partidos de derecha, especialmente por su liderazgo militar en las ofensivas masivas contra la Franja de Gaza en 2012 y 2014, que dejaron miles de palestinos muertos, a ser criticado ferozmente.

Hoy, Netanyahu lo acusa de ser «un izquierdista débil» y él, pese a que la prensa y analistas lo describen como el candidato de centro, se defendió en un spot televisivo de campaña recordando cómo las fuerzas armadas bajo su mando mandaron «de vuelta a la Edad de Piedra» al bloqueado y devastado territorio de Gaza en 2014.

Pese a que la alianza dirigida por Gantz y otros tres ex generales no hubiese sido calificada de centro hace solo unos años en Israel, hoy la diferencia con el Likud de Netanyahu y sus aliados son claras.

Por ejemplo, mientras muchos de sus ministros se mostraron a favor de anexar parte del territorio palestino ocupado de Cisjordania en un video que difundieron por Facebook, el partido de Gantz fue más ambiguo y hablo de «acelerar el desarrollo económico en las zonas de la Autoridad Palestina» al mismo tiempo que «fortalecerá los grandes bloques de asentamientos» en los territorios ocupados.

Aunque ninguna de estas dos visiones se ganará el apoyo de la dirigencia palestina o siquiera del 20% de la población israelí que es palestina, no es lo mismo prometer anexar grandes porciones de tierras que impulsar una profundización de la actual política de separación y segregación.

A diferencia de otras elecciones, esta vez ninguna de las fuerzas con posibilidad de ganar hablaron abiertamente de reactivar una negociación de paz con los palestinos.

En ese contexto, una de las grandes incógnitas del martes será si el 20% de palestinos ciudadanos israelíes votarán o se sumará a un boicot que viene convocándose en las redes sociales y que algunos analistas ya pronosticaron podría llegar al 50%.

«El boicot se debe, en primer lugar, al fortalecimiento de la derecha israelí, que dirige al Estado hacia un sistema de apartheid, y hace sentir a los árabes que su voto no tiene valor y que el boicot es la única manera de resistir», explicó a la agencia de noticias EFE Dalia Halabi, profesora universitaria y activista social palestina en Israel.