Por Marie Hospital

«¡Hola, presidente Lula!». Mañana, tarde y noche, los partidarios más leales del ex presidente de Brasil se reúnen para expresar a gritos su apoyo frente a la sede de la Policía Federal (PF) de Curitiba (sur), donde el dirigente de la izquierda está preso desde abril.

Son alrededor de un centenar de militantes incondicionales, 150 según los organizadores, en su mayoría trabajadores rurales del Movimiento de los Sin Tierra (MST), instalados frente a la prisión desde el 7 de abril, cuando el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) empezó a purgar una pena de 12 años y un mes de cárcel por corrupción y lavado de dinero.

«Nuestro objetivo es mantener una solidaridad permanente con Lula, enviarle todas nuestras energías positivas para mantenerlo fuerte», dice Paulo Baggio, de 54 años, miembro de la coordinación del MST en Paraná (el estado cuya capital es Curitiba), uno de los principales responsables de la campaña «Vigilia Lula Libre».

Las ventanas de la celda de Lula no dan al exterior, pero los militantes saben que los oye. «Nos envía pequeñas notas, cartas (…), a veces nos pide algunas canciones y las cantamos», cuenta Baggio, luciendo una gorra roja con los colores del MST y el chaleco a tono en sus hombros.

El campamento está esparcido en varios puntos: una gran tienda plantada frente a la PF y algunas casas alquiladas dentro de un radio de un kilómetro de la prisión, ubicada en plena zona residencial de Curitiba. Los activistas reciben alojamiento, alimentos y pueden asearse.

Todo está financiado por una campaña de solidaridad. «Todo funciona como un gran trabajo cooperativo voluntario», afirma Baggio. En la tienda hay arroz, botellas de agua y papel higiénico donados por habitantes de la ciudad. Y una enfermería.