El Niño, fenómeno climatológico provocado por un aumento de las temperaturas en el Pacífico que termina desencadenando fuertes precipitaciones, solo ha sido «un vendaje para la herida abierta», explica a la AFP el paleoclimatólogo Julien Emile-Geay, de la Universidad del Sur de California (USC).

En su opinión, se necesitan varios años seguidos de intensos chubascos y abundante nieve para revertir el déficit de agua. Sólo el norte de California ha recuperado la media estacional durante el invierno boreal; el sur sigue vacío.

La crisis generada por la sequía, que ha provocado terribles incendios, amenazado la flora y fauna y dejado miles de hogares sin agua potable, está lejos de terminarse.

Ante este panorama, las autoridades intentan por todos los medios que los 39 millones de habitantes que tiene este gran estado del oeste del país acepten el cambio climático como un hecho.

La agencia que gestiona el agua en California (DWR, por sus siglas en inglés), anticipa que el volumen de nieve en las montañas de la Sierra Nevada, esencial para llenar los ríos y las capas freáticas, se reducirá en un 25% de aquí a 2050 y un 50% hasta fines del siglo.

La perspectiva empeora si se tiene en cuenta la subida de las temperaturas y el aumento de la evaporación de los subsuelos, destaca Emile-Geay.

El estado no está preparado para afrontar «un clima cada vez más seco, con una población que no deja de crecer y sin una estrategia a largo plazo», subraya el investigador.

El gobernador demócrata Jerry Brown marcó hace un año el cambio instaurando por decreto medidas para ahorrar un 25% de agua, que han sido respetadas de forma general.

Hay algunos lugares donde todavía son evidentes los despilfarros: en la opulenta ciudad de Palm Springs, situada en medio del desierto, los campos de golf son regados de sol a sol, mientras que el ayuntamiento de Beverly Hills ha tenido que poner multas a sus millonarios vecinos por sobrepasar el consumo.