Ya hay una guerra abierta en Europa, el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia en la región del Alto Karabaj, en donde según los informes ya ha causado miles de muertos. Aunque hay cuestiones de larga data en esa región del Cáucaso sur, el verdadero significado de que haya una guerra abierta en esta región obedece a su ubicación geográfica, en el momento en que se está apretando el cerco a las fronteras de Rusia y de China con el objetivo de provocar un enfrentamiento mayor.

En Bielorrusia hay un intento de cambio de régimen en marcha, no solo en contra del gobierno del Presidente Aleksandr Lukashenko, sino con el propósito de desestabilizar a Rusia. El Reino Unido y Canadá, entre otros gobiernos, ya han declarado que desconocen al gobierno legítimo de Lukashenko y han impuesto sanciones en su contra. Por su parte, el director del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, Sergei Naryshkin, identificó a las “organizaciones no gubernamentales” asociadas a la CIA, al Departamento de Estado y al Departamento de Defensa de Estados Unidos, por su complicidad en el entrenamiento de los operativos en terceros países, para actuar dentro de Bielorrusia para crear la inestabilidad.

Cualquiera de estos puntos de conflicto, además de las zonas de fricción en las fronteras de China, puede dar paso a que una “guerrita” se convierta en una guerra grande. Y esa ahí que uno de los mayores provocadores estadounidenses de esta política exterior de conflictos, el secretario de Estado Mike Pompeo, sigue en su gira por Europa dando órdenes a diestra y siniestra para que las naciones se alineen en contra de Rusia y de China.

En medio de todo esto, sigue la turbulencia y la agitación en el proceso electoral de Estados Unidos, en donde se atizan a diario las llamas de la operación de cambio de régimen en Estados Unidos para profundizar el golpe en contra de Donald Trump, a fin de que de ninguna manera cumpla con sus promesas de la primera campaña, de establecer relaciones de paz y cooperación con Rusia y China.