Francisco volvió a la carga y hoy, en la homilía dada en la misa con la que se dio por concluido el Sínodo que trató aspectos de la familia,  indicó la necesidad de que la Iglesia se aboque a la problemática de los pobres, de los más necesitados, de los excluidos. Para eso, apeló a la figura de Bartimeo, el ciego a quien los discípulos no le habían prestado atención, pero que Jesús sana. Mandó un claro mensaje al hablar de la falsa espiritualidad o “espiritualidad del espejismo”.

Debemos hacer como Jesús, que se inclina hacia el necesitado, evitando construirnos un mundo como nos gustaría a nosotros –dijo el Papa-, el cual excluye a las personas heridas. Dirigiéndose a los obispos, les agradeció  «por el camino que hemos compartido con la mirada fija en el Señor y los hermanos, en la búsqueda de senderos que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anunciar el misterio de amor de la familia».

Durante su homilía el jefe de la Iglesia dijo que “a esto están llamados los discípulos de Jesús, también hoy, sobre todo hoy: poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva. Cuando el grito de la humanidad se convierte, como Bartimeo, aún más fuerte, no hay otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús, y sobre todo imitar su corazón. Las situaciones de miseria y los conflictos son para Dios ocasiones de misericordia ¡Hoy es tiempo de la misericordia!

“Pero hay algunas tentaciones para los que siguen a Jesús. El Evangelio destaca al menos dos: ninguno de los discípulos se detiene, como hace Jesús. Siguen caminando, avanzando como si nada. Si Bartimeo es ciego, ellos son sordos: su problema no es problema de ellos. Corremos ese riesgo –dijo el Papa- frente a los continuos problemas, lo mejor es seguir adelante, sin dejarnos molestar. Así, al igual que aquellos discípulos, estamos con Jesús, pero no pensamos como Jesús. Estamos en su grupo, pero perdemos la apertura del corazón, perdemos la admiración, la gratitud y entusiasmo y corremos el riesgo de convertirnos en «habituados a la gracia». Podemos hablar de Él y trabajar para Él, pero vivir lejos de su corazón, que se inclina hacia quien está herido.

“Esta es la tentación de una «espiritualidad del espejismo»: podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad no ver lo que realmente existe, sino lo que nos gustaría ver; somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el Señor pone delante de los ojos. Una fe que no echa raíces en la vida de las personas permanece estéril y en lugar de oasis, crea otros desiertos.

Para Francisco, “hay una segunda tentación, caen en una «fe que sigue un programa». Podemos caminar con el pueblo de Dios, pero tenemos nuestra planilla de marcha, donde se planeó todo: sabemos a dónde ir y cuánto tiempo debe pasar; todos deben respetar nuestros ritmos y cualquier inconveniente nos perturba. Corremos el riesgo –advirtió- de llegar a ser como «muchos» del Evangelio que pierden la paciencia y reprenden a Bartimeo. Poco antes habían reprendido a los niños, ahora al mendigo ciego que molesta o no está a la altura y es excluido”.