Cerca de 600.000 personas participaron de la misa campal que encabezó el papa Francisco, en su segundo día en Ecuador, en un clima donde la alegría de ver al pontífice luchó contra el intenso calor en el Parque de los Samanes.

Los 33 grados, que se sintieron más fuerte por la humedad de la ciudad balnearia, redujeron la expectativa de cantidad de fieles, pero no impidieron a muchos de ellos acampar en el lugar desde que se habilitó el ingreso, ayer al mediodía, en la búsqueda de un espacio lo más cercano posible al templete en el que el Santo Padre encabezó la homilía: un escenario blanco y amarillo (los colores del Vaticano) con una cruz en el medio del techo.

A las 11.45 (13.45 de Argentina) Jorge Bergoglio ingresó al parque en su papamóvil para ser saludado por los fieles, algunos con banderas de Ecuador, otros con paraguas para buscar sombra, pero todos con una sonrisa en sus rostros.

“Después de casi 30 años estamos felices de volver a recibir a un Papa, estamos contentos y llenos de fe por lo que es un gusto haber madrugado y hacer fila para escucharlo”, explicó a Télam uno de los fieles, José Miguel Chica, oriundo de Guayaquil.

“No importa el calor, los de acá estamos muy acostumbrados a estas temperaturas”, acotó en la conversación Mónica, su novia, con una cruz en la mano que llevó para que el pontífice la bendiga.

A las 12.40 de Ecuador, y en momentos en que los bomberos tiraban agua a los asistentes, el Santo Padre inició la misa dedicada a la familia, a la que calificó como “una escuela donde la oración recuerda que hay un rostro, que hay un prójimo patente: vive bajo el mismo techo, comparte la vida y está necesitado.