Cerca de 2.000 civiles se encontraban atrapados este domingo en los violentos combates entre el ejército y combatientes islamistas en una ciudad del sur de Filipinas, que en seis días dejaron casi 100 muertos, muchos de ellos civiles.

Las fuerzas de seguridad filipinas intensificaron sus bombardeos sobre algunos barrios de Marawi, una ciudad del noroeste de la isla meridional de Mindanao, acusando a los combatientes que se declaran afines al grupo yihadista Estado Islámico (EI) de cometer atropellos contra los civiles.

Estos enfrentamientos llevaron el martes al presidente filipino Rodrigo Duterte a decretar la ley marcial en Mindanao, segunda isla más grande del archipiélago.

La inmensa mayoría des los 200.000 habitantes de Marawi huyeron de la ciudad, pero 2.000 civiles siguen atrapados en las zonas controladas por los rebeldes, declaró Zia Alonto Adiong, portavoz de las autoridades regionales.

«Nos enviaron mensajes de texto, nos llamaron, pidiéndonos enviar equipos de rescate, pero simplemente no podemos ir a zonas a las que no tenemos acceso», dijo a la AFP.

«Quieren salir, tienen miedo por su seguridad. Algunos no tienen comida. Temen ser disparados o bombardeados», añade.

El sábado, en el inicio del mes sagrado musulmán del ramadán, las autoridades anunciaron la intensificación de los bombardeos.

«Queremos evitar daños colaterales, pero estos rebeldes nos obligan a actuar al atrincherarse en las casas privadas, los edificios públicos y otras instalaciones», declaró el portavoz del ejército, Restituto Padilla.

– Terroristas –

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«Su rechazo a rendirse hace que toda la ciudad esté cautiva. Por lo tanto cada vez es más necesario recurrir a los ataques aéreos quirúrgicos para limpiar la ciudad y poner fin lo antes posible a esta rebelión», explicó.

Las autoridades anunciaron que los combatientes islamistas mataron a 19 civiles en Marawi, incluido tres mujeres y un niño que fueron hallados muertos el sábado en una universidad.

«Son civiles, mujeres. Esos terroristas están contra el pueblo», declaró a la AFP el coronel Jo-ar Herrera, portavoz regional del ejército.

Un fotógrafo de la AFP dijo el domingo haber visto ocho cuerpos en una carretera en un suburbio de Marawi. Los habitantes los identificaron como empleados de un arrocero y de una escuela de medicina.

Herrera precisó que el ejército investigaba estas muertes. No se sabe si estas ocho víctimas se encuentran contabilizadas en el balance de civiles muertos.

Además de los 19 civiles, 15 militares, dos policías y 61 activistas islamistas murieron en los combates, durante los cuales el ejército bombardeó zonas residenciales en donde creían que se atrincheraban los combatientes.

El balance total oficial asciende a al menos 97 muertos.

Los combates de Marawi estallaron después de un ataque de las fuerzas de seguridad contra un supuesto escondite de Isnilon Hapilon, considerado como el jefe del EI en Filipinas.

Estados Unidos considera a Isnilon Hapilon como uno de los terroristas más peligrosos del mundo y ofrece cinco millones de dólares por su cabeza. Además, es uno de los dirigentes de Abu Sayyaf, grupo islamista especializado en los secuestros.

Pero las fuerzas de seguridad sufrieron un estrepitoso fracaso. Decenas de combatientes acudieron para frenarlas, antes de sembrar el caos agitando banderas negras del EI.

Tomaron además como rehenes a un cura y 14 personas en una iglesia e incendiaron el lugar. Se desconoce el destino de estos rehenes.

Duterte y los jefes del ejército afirmaron que la mayoría de los combatientes islamistas pertenecen al grupo Maute, que se declaró afín al EI. Pero el presidente también acusó a criminales locales de apoyar al grupo Maute en Marawi.

El sábado, dijeron estar dispuestos a mantener la ley marcial tanto tiempo como sea necesario, a pesar de lo que piensen los garantes del derecho.

«Esta ley marcial continuará hasta que la policía y las fuerzas armadas digan que los filipinos están en seguridad», declaró a los militares. «La Corte Suprema y el Congreso no están presentes allí», precisó.