En España, un «flashmob» generó pánico entre los veraneantes que pensaron que había un atentado y, en otros países europeos, el miedo a un ataque inminente hace que salten las alarmas ante el menor atisbo de una agresión, que en otro contexto sería tratada como una noticia de sucesos.

Después de una ola de atentados yihadistas en el Viejo Continente en los últimos meses, un ataque con un cuchillo perpetrado el miércoles en Londres por un noruego de origen somalí, que dejó un muerto y cinco heridos, desató las alarmas.

Tras horas de incertidumbre, la policía terminó por descartar la «pista terrorista» y señalar que se trató de un asesinato cometido por un desequilibrado mental.

En esta «época de nerviosismo», lo peor «es esta impresión que nos hace sufrir dos veces: no solamente el miedo (…) sino también el desconcierto de sentirse en un ciclo infernal que parece que nada puede detener», señalaron en una tribuna publicada recientemente por el diario francés Libération el escritor Edouard Louis y el filósofo Geoffroy de Lagasnerie.

Los temores de que hayan ataques en Europa son alimentados por las advertencias de las autoridades a los ciudadanos desde que el grupo yihadista Estado Islámico (EI) proclamó un califato en Irak y en Siria en junio de 2014.

Muchos países europeos participan en la coalición internacional que lucha contra el grupo, que ha amenazado con derramar la sangre de los «infieles» y de los «cruzados» occidentales.

Londres advirtió recientemente sobre el riesgo de atentado y Austria anunció el jueves que recibió por correo electrónico «amenazas terroristas» contra la policía.

En Francia, el primer ministro Manuel Valls ha repetido hasta la saciedad que habrá «nuevos ataques» y «otros inocentes muertos», después de que en el último año y medio hubiera una serie de cruentos atentados.