«Nuestro pensamiento va a la Virgen María, madre amorosa y atenta a todos sus hijos, que Jesús le ha encomendado desde la cruz, mientras sufría. Él mismo con el gesto de amor más grande», dijo el papa antes del rezo del Ángelus en la plaza Vittorio de Turín, que sucedió a una multitudinaria misa dominical, según un cable de EFE.

Y añadió: «Icono de este amor es la Sindone, que ha atraído a muchas personas aquí a Turín. La Sábana Santa atrae hacia el rostro y el cuerpo martirizado de Jesús y, a la vez, nos empuja hacia el rostro de cada persona que sufre y que es injustamente perseguida».

Francisco señaló que «nos impulsa en la misma dirección que el regalo de amor de Jesús».

Por otro lado, el pontífice alabó «el ardor apostólico» de muchos sacerdotes y santos de Turín y del Piamonte, tierra de la que se siente «nieto» debido a que sus antepasados viajaron a Argentina desde esta región de la Italia septentrional.

En este sentido recordó a san Juan Bosco, fundador de los salesianos, cuando se cumple el segundo centenario de su nacimiento.

Durante su homilía de la misa Francisco abogó por que «la Iglesia en general y los cristianos deben permanecer cerca de las personas en dificultad».

«Las familias tienen la necesidad de sentir la caricia materna de la Iglesia para proseguir en la vida conyugal, en la educación de los hijos, en el cuidado de los ancianos y también en la transmisión de la fe a las generaciones jóvenes», dijo.

La «Sindone» (del griego «sindon», mortaja) es una de las piezas más discutidas y que mayor interés despierta en la Cristiandad y uno de los debates es si debe ser considerada una reliquia o un icono.

Las autoridades religiosas se cuidan mucho de hablar de ella como una reliquia, al no tener certeza de que dicho objeto haya estado en contacto con el cuerpo de Jesús.

Extendida para evitar que los pliegues puedan dañar la imagen, se conoce su existencia desde el 1353, cuando fue descubierta en la localidad francesa de Lirey (norte de Francia).

Un siglo después pasó a manos de los duques de Saboya, que la custodiaron en Chambery (este) y en 1694, tras sufrir un incendio, fue trasladada a la capilla de la catedral -duomo- de Turín.

Según la tradición, esta tela de lino de 4,39 metros de larga y 1,15 de ancha fue empleada para envolver el cadáver de Cristo tras su muerte en la cruz, si bien esta creencia ha sido discutida y contradicha con varios estudios científicos.

La Iglesia siempre ha considerado irrelevante el debate sobre su antigüedad ya que, a su juicio, la Sindone no es una prueba sino una invitación a rezar.