Durante los últimos ocho años, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu ha dominado la escena política de su país y casi se ha convertido en sinónimo de Israel en el escenario mundial. Apodado «el Mago» por su capacidad de supervivencia, Netanyahu fue aplastando a sus rivales de derecha e izquierda sin ser siquiera demasiado popular entre su pueblo.

Pero el primer ministro, con más tiempo en el cargo desde Ben Gurion, de pronto no parece ser tan invencible como parecía.

«Todas las alianzas, las discusiones y las reflexiones sobre el día después han cobrado mucha relevancia», dice Yoaz Hendel, ex vocero de Netanyahu y presidente del Instituto de Estrategias Sionistas, un grupo de investigaciones de derecha. «Por primera vez, la gente cree que Netanyahu no será primer ministro durante un próximo mandato, ya sea que las elecciones se celebren mañana o dentro de un año y medio”, sentencia.

El denominado Caso 1000, investiga si Netanyahu ofreció favores a cambio de regalos, como cigarros caros, champagne rosado y otros obsequios, de manos de sus amigos ricos, como Arnon Milchan, productor de Hollywood de origen israelí.

El otro caso, el 2000, refiere a acuerdos tras bambalinas con un magnate local de los medios de prensa. Netanyahu fue grabado negociando con el editor del Yedioth Ahronoth una cobertura favorable a su gestión, a cambio de obstaculizar la circulación de un competidor libre, Israel Hayom.

La policía se topó con las grabaciones de las charlas de Netanyahu con el periódico mientras revisaba las pertenencias de Harow, según informaron medios de prensa de Israel.

Netanyahu ha negado enfáticamente cualquier delito, y en sus últimas apariciones públicas no ha hecho referencia al caso. Tanto él como su gobierno han fustigado repetidamente a los medios y a las voces críticas, asegurando que el objetivo de las investigaciones es derrocarlo en base a acusaciones sin fundamento, ya que no pueden a través de las urnas.