VIERNES, 29 DE NOV

El centenario del primer Estado proletario: La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas

El objetivo era erigir el socialismo en un solo país. Para ello, Lenin contempló que los grandes bancos y empresas debían quedar en las manos del Estado. La gran industria era clave para ello, por tanto, sería necesario una fuerte industrialización. Es famosa la fórmula que planteó: “Comunismo, es el poder de los Soviets, más la electrificación de todo el país”.

Por Manuel del Valle*

Hace un siglo nació la URSS, protagonista de numerosos episodios históricos en la Historia Contemporánea. En el presente artículo analizaremos cómo se constituyó este nuevo estado, en un breve pero intenso análisis, así como de los primeros años del nuevo estado socialista.

Tras el triunfo de la Revolución de Octubre y en el momento en el que nuevo estado socialista empezó a recuperarse económicamente y buscó mantener relaciones con el exterior, parecía ser necesario que las distintas Repúblicas actuaran de forma unitaria. En este objetivo fue fundamental el desenlace de la Guerra Civil rusa y la derrota definitiva de las fuerzas reaccionarias. Así sucedió en octubre de 1922, cuando el Ejército Rojo y los guerrilleros del Extremo Oriente limpiaron de intervencionistas japoneses la ciudad de Vladivostok, que por entonces era la única región del país que seguía ocupada por los invasores. Tras este hecho, la Guerra Civil finalizó con la victoria absoluta del Ejército Rojo.

Llegada esta situación, el Partido Bolchevique se lanzó a las tareas de edificar el socialismo y de defender el país. En consecuencia, hubo un esfuerzo para fortalecer más la unión de los pueblos soviéticos. El primer paso fue persuadir a las tres repúblicas transcaucásicas (Armenia, Georgia y Azerbaiyán) para que se unieran en una República Federativa Soviética Transcaucásica. Los objetivos concretos que buscaba la nueva Unión eran unificar todas las fuerzas populares para la construcción del socialismo, la defensa del país de nuevas agresiones y el desarrollo de todas las nacionalidades.

En otras palabras, el objetivo era erigir el socialismo en un solo país. Para ello, Lenin contempló que los grandes bancos y empresas debían quedar en las manos del Estado. La gran industria era clave para ello, por tanto, sería necesario una fuerte industrialización. Es famosa la fórmula que planteó: “Comunismo, es el poder de los Soviets, más la electrificación de todo el país”. En consecuencia, la construcción del comunismo necesitaba a los Soviets, que eran la forma de poder de la clase obrera aliada con el campesinado, y la electrificación, esencial para crear medios de producción modernos.

Lenin preveía que en una primera fase los campesinos trabajarían como productores individuales, pero el Estado les ayudaría a entrar en la vía de la cooperación. Seguidamente formuló tres tareas fundamentales para la edificación de la URSS: desarrollar la industria moderna en manos del Estado socialista, organizar las cooperativas campesinas y lanzar una revolución cultural, alfabetizar a las masas campesinas, elevar el nivel técnico y científico de la población.

Con estos postulados, las concesiones dadas a la pequeña burguesía con la NEP significaban un paso atrás en el objetivo para avanzar más rápidamente hacia él cuando las condiciones materiales fueran las adecuadas. En sus propias palabras: “De la Rusia de la Nueva Política Económica saldrá la Rusia Socialista”.

En el otro lado de la balanza estaba Trotski, quien no confiaba en el triunfo del socialismo en un solo país. En 1919, sostuvo que “no había ninguna duda” acerca de que la clase obrera “no podría mantenerse en el poder”, si no se exportaba la revolución:

“El proletariado ruso [debe] llevar, por su propia iniciativa, la revolución al territorio europeo. La revolución rusa se lanzará al asalto de la vieja Europa capitalista”.

Tres años después reafirmó sus ideas al sostener que “las contradicciones en la situación del gobierno obrero de un país atrasado, donde la mayoría aplastante de la población está compuesta por campesinos, pueden encontrar solución únicamente en el plano internacional, en la arena de la revolución mundial del proletariado”. Y a pesar de haber triunfado la revolución desde 1917, afirmaba que “no hemos logrado la creación de una sociedad socialista […], el verdadero impulso de la economía socialista en Rusia no será posible más que después de la victoria del proletariado en los principales países de Europa”.

Sin embargo, la realidad demostró que los postulados de Lenin eran acertados. En diciembre de 1922 se celebraron por separado congresos en las cuatro repúblicas socialistas (República Federativa Socialista Rusa, la de Ucrania, Bielorrusia y la Transcaucásica) que aprobaron crear un nuevo estado. El 30 de diciembre nacía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Tras ello, los delegados de las cuatro repúblicas anteriormente citadas se reunieron conjuntamente y se constituyeron como el I Congreso de los Soviets de la URSS y eligieron a un comité delegado para que elaborase una constitución. La primera constitución soviética fue aprobada por el Comité en julio de 1923 y ratificada por el II Congreso de los Soviets de la URSS en enero del año siguiente. Entre sus principales puntos, la Constitución establecía:

La dirección de la política exterior a los órganos superiores de la URSS, así como de la política económica de la Unión (Artículo 1).

Derecho de autodeterminación (Artículo 3).

El Congreso de los Soviets es el órgano político supremo de la URSS y en el intervalo entre congresos, el Comité Ejecutivo Central (Artículo 8).

El Congreso de los Soviets estaría compuesto por representantes de los soviets de ciudades y aglomeraciones urbanas, a razón de un diputado por 25,000 electores y de representantes de los congresos soviéticos provinciales, un diputado por cada 125,000 habitantes (artículo 9).

El Comité Ejecutivo Central está compuesto por el Soviets de la Unión y el Soviets de las Nacionalidades (artículo 13).

El Congreso de los Soviets de la URSS elige a los 371 miembros del Soviets de la Unión entre los representantes de las Repúblicas Federadas de manera proporcional a la población de cada una de ellas (artículo 14).

El Soviet de las Nacionalidades está formado por los representantes de las Repúblicas Federadas y de las Repúblicas Socialistas Soviéticas Autónomas, a razón de cinco representantes cada una, y de representantes de la RSFS de Rusia, a razón de un representante cada una (artículo 15).

El Comité Ejecutivo Central de la URSS responde ante el Congreso de los Soviets de la URSS (Artículo 28).

El Consejo de los Comisarios del Pueblo de la URSS es el órgano ejecutivo y administrativo del Comité Ejecutivo Central de la URSS; que es quien lo elige (Artículo 37).

La fundación de la URSS representó el fortalecimiento del Poder Soviético y un gran triunfo del Partido respecto al problema nacional. Por aquellos años, la estabilización de la Unión Soviética representaba un nuevo desarrollo de la potencia económica y política del socialismo en el país. No obstante, pronto aparecerían problemas, externos e internos, cuyo análisis es esencial para comprender el nacimiento y la consolidación de la Unión Soviética.

En el plano internacional, el nuevo Estado fue invitado a la Conferencia de Génova de 1922, en la que los países capitalistas, alentados por los fracasos revolucionarios en el seno de sus fronteras, exigieron a la URSS que las fábricas y empresas industriales nacionalizadas desde la Revolución de Octubre fueran devueltas a sus propietarios extranjeros, al igual que demandaron que se hiciera cargo del pago de la deuda de la Rusia Zarista. Todas estas condiciones fueron rechazadas. Como consecuencia, no fue hasta lo largo de 1924 cuando se fueron reanudando las relaciones diplomáticas con Inglaterra, Francia, Japón e Italia.

Dentro del país la situación también había cambiado. La economía nacional se estaba desarrollando, por ejemplo, la producción agraria entre 1924 y 1925 se acercó a los niveles previos a la Gran Guerra. La gran industria era las tres cuartas partes de la producción de antes del conflicto. La electrificación del país se estaba realizando a buen ritmo.

El auge económico se tradujo en un nuevo mejoramiento de la situación de los obreros y los campesinos, manifestado en el aumento de los salarios y de la productividad. Esta situación contribuyó a que los obreros y campesinos incrementaran su participación en el campo político. En consecuencia, la influencia y la autoridad del Partido Bolchevique, así como la Dictadura del Proletariado, se fortalecieron.

La nueva tarea de la URSS sería edificar una economía socialista. En 1917, se había vencido al capitalismo en el terreno político, pero en los años 20 había que hacer lo mismo desde el punto de vista político. Esto se haría a través de la industrialización de todo el país.

No obstante, el Partido sabía que el problema del triunfo del socialismo en un solo país no se reducía solo a eso. Había que superar dificultades en el interior del propio país, como en el plano internacional, referidas a una nueva intervención de los países capitalistas, como al boicot y al cerco de las fuerzas capitalistas. En el XIV Congreso del Partido, celebrado en 1925, el informe político del Comité Central arrojó que la producción industrial y agraria estaba a punto de alcanzar los niveles previos al estallido de la guerra. No obstante, esto no bastaba para eliminar el atraso del país, puesto que la URSS seguía siendo un estado fundamentalmente agrario y se necesitaba una fuerte industrialización. Por tanto, industrializar el país era luchar por el triunfo del socialismo.

La industrialización del país garantizaría su independencia económica, reforzaría su capacidad defensiva y crearía las condiciones necesarias para el triunfo del socialismo en la URSS.

No todos estaban de acuerdo con esta línea del Partido, los zinovievistas se opusieron, ya que sostenían la necesidad que la URSS siguiera siendo un país, fundamentalmente, agrario, exportador de materias primas y que importase maquinaria. Con esta línea, el Estado hubiera quedado a merced de los países extranjeros industrialmente desarrollados, afianzando el atraso industrial en provecho de los “tiburones imperialistas”.

Esta postura fue derrotada en el Congreso. Consecuentemente, Stalin defendió la alianza entre la clase obrera y los campesinos medios, fundamental para el triunfo del socialismo. En este sentido también existían dificultades para llevarla a cabo. El primero era menospreciar el peligro de los Kulaks y el segundo, minusvalorar la importancia del campesinado medio.

En cuanto a la industrialización, se llevó a cabo modernizando las que ya existían, ampliando la industria de base existente y haciendo lo propio con la industria ligera. Concretamente esta política se centró en construir ramas industriales concretas: fábricas de máquinas y herramientas, de productos químicos, metalúrgicas, una nueva industria de guerra, de construcción de tractores… Ello implicó una fortísima inversión de miles de millones de rublos y para encontrarla, la URSS solo podía contar con sus propios recursos, pues los países capitalistas se negaron a concederle préstamos. En consecuencia, se emplearon los beneficios obtenidos de las fábricas, las empresas industriales, del transporte, del comercio y de los bancos. Tampoco hay que olvidar, como ya hemos dicho, que la URSS no reconoció la deuda del estado zarista, por lo que esto supuso un ahorro de cientos de millones de rublos-oro anuales, solo en concepto de intereses. Por otro lado, la inversión en la industria subió enormemente debido a la abolición de la propiedad de los terratenientes, que también implicó un ahorro para los campesinos de más de 500 millones de rublos al año en conceptos de rentas. Todo esto provocó que entre 1926 y 1927 la inversión en industria alcanzara los 5,000 millones.

En la segunda mitad de la década de los 20, la economía de la URSS se consolidaba y suponía un serio riesgo para los estados capitalistas, así que las relaciones exteriores se volvieron a complicar. Así, en mayo de 1927, el gobierno de los conservadores ingleses rompió relaciones diplomáticas y comerciales con la URSS, en Polonia fue asesinado el embajador soviético y en verano hubo asaltos contra las embajadas de la URSS en Berlín, Pekín y Shanghái.

De igual manera, hubo una fuerte oposición en el interior del Estado, por ejemplo, en el verano de 1926, los trotskistas, zinovievistas y otros grupos opositores se unieron en un bloque antibolchevique, sentando las bases para organizar un partido antileninista en la clandestinidad, incumpliendo los estatutos del Partido sobre formar cualquier tipo de fracción. No obstante, en octubre de 1927 la oposición fue derrotada en una votación abierta para los miembros del Partido, pues las tesis defendidas por el Comité Central obtuvieron el apoyo de aproximadamente 724.000 afiliados, mientras que las del bloque opositor de unos 4.000 (menos del 1%). Ante la insistencia de estos últimos, quienes organizaron una pequeña manifestación el 7 de noviembre paralela a la que se celebraba por el aniversario de la Revolución, el Comité Central y la Comisión Central de Control expulsó del Partido a Trotski y Zinóviev el 14 de noviembre.

Desde 1927 la industrialización se fue consolidando, aunque la agricultura todavía presentaba niveles previos a la guerra. Por ejemplo, el cultivo de cereales solo llegaba al 91% y la parte destinada al abastecimiento de las ciudades era del 37%. El Partido Bolchevique se dispuso a solucionar esta situación agrupando las pequeñas explotaciones campesinas, dando lugar a grandes explotaciones de tipo socialista (Koljoses), capaces de utilizar tractores y maquinaria agrícola moderna para desarrollar el cultivo de cereales y la producción para el mercado. En otras palabras, en el XV Congreso del Partido se tomó el acuerdo de desplegar todos los medios necesarios para llevar a cabo la colectivización de la agricultura, afianzado la red de koljoses y sovjoses.

El XV Congreso también plantó las bases para el Primer Plan Quinquenal y confirmó la expulsión de Trotski y Zinóviev, así como de otros seguidores de las tesis de los anteriores, nos referimos a Radek, Kámenev, Rakovski y el grupo de los “centralistas democráticos”, aunque mucho de ellos fueron aceptados nuevamente, siendo definitivamente expulsados en su mayoría nuevamente, ya que sus planteamientos poco habían cambiado y mantenían fuertes implicaciones con los países capitalistas y contra el gobierno soviético.

Los acuerdos del XV Congreso, especialmente en cuanto a la colectivización, imponían una política dura contra los Kulaks, los cuales ofrecían una férrea resistencia al gobierno, reforzadas con el apoyo abierto de hombres como Trotski, Zinóviev, Kámenev, Bujarin y Rykov. Los Kulaks comenzaron a negarse a vender al Estado el excedente del trigo, atentaron contra los Koljoses, miembros del Partido y centros de acopio de cereales del Estado.

El Partido pasó a la ofensiva y confiscó el excedente de los Kulaks y especuladores que se negasen a venderlo al Estado al precio de tasa. También concedieron a los campesinos pobres una serie de franquicias por virtud de las cuales ponían a su disposición el 25% del trigo confiscado. Esta política dio sus frutos: los Kulaks quedaron aislados, los Koljoses se consolidaron y desde 1928 el Estado disponía de grandes reservas de trigo.

A finales de aquel año, hubo una nueva lucha interna contra la URSS protagonizada por los saboteadores. Importante fue su acción en la cuenca de Donetsk, donde se dirigían mal los trabajos de las minas, destrozaban las maquinarias, cometían incendios contra las instalaciones… Los castigos fueron impuestos en proporción a los delitos cometidos y para prevenir nuevos procesos se perfeccionó la preparación de los especialistas en las escuelas técnicas.

Otro nuevo frente fue el que supuso el grupo Bujarin-Rykov, el cual no tomó una postura a favor de los trotskistas hasta que el Partido pasó a la ofensiva contra los Kulaks. El grupo pidió entonces que se abolieran las medidas extraordinarias, pues en su opinión la regresión de la agricultura de los Kulaks era el signo de la regresión de la agricultura de todo el Estado. Asimismo sostenían la teoría del fin de la lucha de clase. Con ella defedían que las victorias del socialismo sobre los capitalistas iban amortiguando aquella lucha, por lo que esta terminaría y el enemigo se rendiría, por consecuencia no había que actuar contra los Kulaks.

A partir de 1929, cuando se puso de manifiesto las relaciones entre Bujarin y Trotski, el Partido expulsó al primero de su puesto en el Buró Político del Comité Central y amonestó a sus seguidores.

Estas luchas internas dieron alas a las fuerzas reaccionarias externas. Durante el verano China ocupó el Ferrocarril del Este (que pertenecía a la URSS) y agredieron las fronteras de Extremo Oriente Soviético, aunque el Ejército Rojo derrotó a las fuerzas imperialistas rápidamente y se llegó un acuerdo de paz. Esta política llevada a cabo por la URSS triunfó y ello se manifestó en la reanudación de las relaciones diplomáticas y comerciales con Inglaterra.

Por último, los cimientos del socialismo en el nuevo estado obrero se consolidaron con los postulados máximos del Plan Quinquenal. Estos establecían las condiciones necesarias para equipar a la industria y a la agricultura con la técnica moderna. Por tanto, la inversión total desde 1928 hasta 1933 sería de 64.600 millones de rublos. De ellos, 19,500 irían destinados a la industria, incluyendo la electrificación, 10.000 millones para los transportes y 23.200 millones para la agricultura. Esta política tuvo su aportación práctica en la construcción de la Central del Dniéper; de varias fábricas en el Donetsk y en los Urales; empresas de automóviles se erigieron en Moscú y Gorki; otras de tractores en Stalingrado; fábricas de maquinaria agrícola en el valle del Don; etc. Mientras en el ámbito rural se consolidaron los Koljoses, que en 1930 cultivaban 15 millones de hectáreas, empleaban tractores de forma masiva, así como abonos y nueva maquinaria.

Esta política continuó con posteriores Planes Quinquenales, llevando al definitivo triunfo y consolidación del Socialismo. Muestra de ello fue la Constitución de 1936 y el triunfo sobre las fuerzas nazis y fascistas, tanto para rechazar la invasión de sus fronteras como para liberar a Europa de aquella enfermedad.

*Doctor en historia contemporánea

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