Dilma Rousseff,  sostuvo que es víctima de un «nuevo tipo de golpe» de estado, diferente de los del siglo XX, y alertó sobre el «fascismo» generado por sectores que promueven el odio en la sociedad para dividir al país.

En tanto, dirigentes de la oposición anunciaron que consiguieron los 342 votos necesarios para aprobar en la Cámara de Diputados, a mediados de abril, el juicio político a la mandataria por supuestas infracciones a la Ley de Responsabilidad Fiscal.

A la vez, dentro del gobierno se trabajaba contra reloj, incluso con el liderazgo del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, para articular una nueva coalición en Diputados para atraer aliados y alejar los votos a favor de la destitución, tras la salida de la alianza gobernante del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) del vicepresidente Michel Temer.

El palacio presidencial del Planalto fue colmado por científicos, artistas e intelectuales que demostraron su apoyo contra el «golpe» a Rousseff, quien cuando era joven fue presa política y sufrió torturas durante 22 días por parte del último régimen militar.

«En el pasado al golpe lo llamaron revolución y hoy intentan dar color democrático al golpe; para cada momento histórico el golpe asume una cara; en los procesos que vivió América latina en los años 60, 70 y 80, la forma tradicional del golpe era la intervención militar; ahora se usa ocultar el golpe a través de procesos aparentemente democráticos; se usa un pedazo de la democracia, no se usa toda», sostuvo la jefa del Estado en su discurso.

La mandataria cargó por primera vez contra el motivo de su juicio político, las llamadas «pedaleadas fiscales», coberturas del presupuesto con préstamos de los bancos públicos, al apuntar que todos sus antecesores incurrieron en el mismo mecanismo que ahora se transforman, según la acusación, en «crimen de responsabilidad».