Decenas de miles de personas salieron a las calles de la capital y otras ciudades de Sudán el último domingo de junio en rechazo a la gobernante junta militar de Abdel Fattah al Burhan, que derrocó al autócrata Omar al Bashir a principios de abril.

Las autoridades locales confirmaron que al menos siete personas murieron en los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y 181 resultaron heridos, 21 de ellos por armas de fuego.

Los manifestantes reclaman un Gobierno civil de transición y expresaron su desconfianza en el Consejo Militar de Transición (CMT) que orquestó el golpe bajo la promesa de unas elecciones democráticas y un Gobierno de transición con las Fuerzas por la Libertad y el Cambio.

Hace 27 días militares asesinaron a decenas de manifestantes en una sentada pacífica en la capital, Jartum, el 3 de junio, el último día del Ramadán y del cese de las negociaciones con las Fuerzas para la Libertad.

Médicos denunciaron 118 muertes y afirmaron que 40 cadáveres habían sido arrojados al río Nilo en un intento de ocultar su muerte aquel día. Cientos resultaron heridos y también se reportaron como mínimo 70 casos de violaciones, tanto de mujeres, como de hombres. El Gobierno, por su parte, solo reconoció 61 muertes.

El agudo descontento social estalló en diciembre de 2018 a raíz de la mala situación económica y la política interna de Omar al Bashir que llevó al drástico crecimiento de los precios del combustible, el pan y la harina, el déficit de alimentos básicos y el aumento de la inflación, que aquel mes alcanzó el 70 %. En aquel entonces, cientos de sudaneses salieron a las calles.

Con el derrocamiento de Al Bashir el 11 de abril, los militares anunciaron el inicio de un período transitorio de dos años y la euforia de los manifestantes dio lugar a la decepción y la amargura cuando se percataron de que el Consejo Militar de Transición no se apresuraba en darles las prometidas libertades y derechos.

Con el inicio de las represiones, la junta militar desconectó Internet, que a día de hoy está disponible solo en algunos hoteles y otros pocos puntos, mientras la mayor parte del territorio de Sudán permanece desconectada. La ausencia de Internet impide que la información sobre lo que está ocurriendo traspase las fronteras nacionales.