El alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, decretó ayer, a pedido del presidente Ivan Duque, el toque de queda a partir de las 21en toda la ciudad tras los actos vandálicos que se registraron durante el día en algunas zonas.

Tras la movilización, la capital colombiana se dividió entre dos sonidos superpuestos: los cacerolazos de ciudadanos pacíficos que se repitieron durante la tarde y los de las bombas aturdidoras de la Policía que se enfrentaron durante todo el día a actos vandálicos y saqueos que causaron el caos sobre todo en el sur de la ciudad.

«Lo que tenemos en Bogotá es una horda de delincuentes que destruyen los bienes de todos los ciudadanos, que saquean y roban, que quieren acabar con la ciudad. Son una minoría», dijo Peñalosa a la prensa esta tarde.

En total, 76 estaciones del Transmilenio fueron atacadas y parcialmente destruidas, así como 79 autobuses del Sistema Integrado de Transporte (SITP), que funcionan en los barrios y fue el propio presidente, Iván Duque, quién a través de su cuenta de twitter apoyó la medida. «Nuestro objetivo es garantizar la seguridad de todos los bogotanos», aseguró el mandatario.

Mientras la policía antidisturbios continuaba esta noche tratando de dispersar a los grupos que sembraron el caos en el sur del país, miles de bogotanos caminan largas horas intentando llegar a sus casas, debido a la suspensión total del transporte.

En medio de las manifestaciones, un grupo protagonizó una cacerolada pacífica en la Plaza de Bolívar que fue dispersada por la policía con gases lacrimógenos y numerosos bogotanos se sumaron con sus cacerolas a esta protesta en otros barrios del centro y el norte de la ciudad.