Las noticias pasan con una velocidad singular. De los portales de internet al Twitter; de las agencias de noticias a los diarios online. Nada se detiene, no hay momentos para la mínima reflexión y uno siente que está cometiendo, sino un error, al menos un pecado de omisión.

Ayer fue un día histórico. Así dicho parece un eslogan, y seguramente lo es. Pero el de ayer fue un día histórico en serio: fue el día en el que un presidente de Cuba conversó durante una hora con uno de Estados Unidos. Fue el día del cara a cara entre Raúl Castro y Barack Obama acá en Panamá, convocados ambos por la Cumbre de las Américas.

Cincuenta años -y un poco más- quedaron superados por esa hora y monedas de charla, que fue refejada con la inmediatez infinita que los tiempos actuales reclaman con el calificativo de «reunión histórica» sin más, sin una aproximación al hecho.

Entonces aparecen imágenes, fotografías, escenas que se suceden tan rápido como las noticias de hoy pero que al menos ponen en contexto el acontecimiento: la Revolución cubana, el embargo comercial, la crisis de los misiles que en 1962 estuvo al borde de instalar una tercera guerra mundial, la mirada desafiante del Che Guevara en su foto más famosa, el asesinato de John Kennedy, la caída de la Unión Soviética, las reformas que desde hace ocho años viene implementando Cuba. Todo eso, y más, está en esa reunión «histórica», y claro, ahora tal vez entendemos mejor el por qué del calificativo.

Es posible los hechos demuestren que todo esto no sirvió o que al menos no tuvo, en el futuro, la trascendencia que creemos que tiene. Pero no lo sabemos. Sabemos hacia atrás. Sabemos que hubo medio siglo de vacío. Hasta ayer, que, como se dijo, fue un día histórico.