Por Facundo Díaz D’Alessandro

Últimamente, enero parece configurarse como el mes en el que emergen a la superficie de la opinión pública las tensiones del nuevo mundo en reorganización, algo ostensible ante los escenarios de guerra más caliente que fría (aunque todo sea tan distinto a aquel mundo inequitativamente bipolar de la posguerra) que hoy advertimos.

Sin remontarnos mucho más allá (a por ejemplo, la revolución cubana), en los primeros días de 2019 había sido Venezuela el epicentro de los ánimos intervencionistas (no sólo de Estados Unidos), con la autoproclamación del opositor Juan Guaidó, apoyado por la Casa Blanca y sus aliados, como presidente “alternativo” del país caribeño y la consecuente presión sobre el atormentado gobierno de Nicolás Maduro.

En 2020, y ya sí con violencia militar explícita, el asesinato del general iraní Qassem Soleimani en la capital de Irak (Bagdad), mediante un “dronazo” pulsado por Donald Trump, es el hecho paradigmático que permite analizar y trazar algún bosquejo de la situación geopolítica en Medio Oriente y, desde allí, establecer alguna proyección alusiva al tablero global del siglo XXI, en el epílogo de su segunda década (100 años atrás, el siglo XX ya había culminado su primera gran guerra, cuyas consecuencias inducirían a la segunda).

Así como la CIA se sintió habilitada en 1953 para derrocar al popular premier iraní Mohammed Mossadegh (una decisión que aún retumba en la intrincada relación Washington-Teherán), Trump se atribuyó vía libre para liquidar al mayor estratega de la política exterior militar de Irán.

Si bien las colonias y países satélites de la Guerra Fría parecen haber quedado formalmente en el siglo pasado, no pensarán lo mismo, por ejemplo, los iraquíes, cuya soberanía se vio apabullada no sólo en este ataque a Soleimani en su tierra, sino por la ocupación norteamericana que data de 2003, así como por el impulso hegemónico (meramente regional) de su vecino Irán.

A esto se suman otros actores clave, como la diplomacia económica china o la potencia creciente y enfocada en la seguridad fronteriza de países como Rusia o Turquía.

Para arrojar algo de certeza ante tantos interrogantes (y generar quizás otros más complejos), Conclusión dialogó con el analista del Instituto Rosario de Estudios del Mundo Árabe e Islámico (Iremai-UNR), Martín Bettati, autor del libro “La falacia de la amenaza iraní: una lectura alternativa a la política exterior de Irán”, quien dejó en claro, ante todo, que desde hace 40 años (con la revolución que instauró la república islámica en 1979), el objetivo central de Irán es “evitar una intervención militar norteamericana”, así como neutralizar el surgimiento de “amenazas” en países de la región.

– ¿Qué significó la decisión de EEUU de matar a Soleimani? ¿Qué representaba su figura para Irán y en la región?

– Hace falta ver nomás las manifestaciones masivas que hubo en Irán tras su muerte, con miles de personas, por ejemplo, en su ciudad natal, pero también en otros lugares como Palestina, Yemen, Irak, Líbano, Siria. Es un general que era apreciado por lo que se llama Eje de Resistencia. Un diario iraní llegó a llamarlo el “Che Guevara” musulmán. Era el líder de las Quds, cuerpos de la Guardia Revolucionaria, que son parte de las fuerzas armadas iraníes. Era el encargado de la arquitectura de seguridad de Irán en la región. Varios diarios iraníes resaltaron esta idea de que Soleimani no era una persona sino una cultura, símbolo de la resistencia frente a lo que llaman la “arrogancia occidental”, de las superpotencias e Israel. En fin, lo veían como una figura de la lucha antiimperialista, la continuación de valores originales de la Rep. Islámica de Irán, de la revolución de 1979, la justicia de oprimido contra opresor, una idea retomada por hutíes en Yemen, Hezbollah en Líbano, Bashaar al Asad en Siria, Hamas y Yihad islámica en Palestina, y por Al-Sha’abi y las Fuerzas de Movilización Populares: grupos que conforman el Eje de Resistencia.

– Es decir que la preponderancia de Irán en la región, o al menos en ese Eje, es clara…

– Ese eje podríamos decir que Irán lo comienza a formar en 1979/80 justo después de la revolución, que surge en un contexto amenazante y cuyo objetivo fue claro: busca en 40 años, que es lo que dura hasta ahora, tener un contexto regional que permita la supervivencia del nuevo sistema político establecido a partir del 79. Empieza a formar distintas milicias, como FMP en Irak, a apoyar a distintos grupos con los cuales compartía amenaza, como Hamas y Yihad islámica en Palestina, también apoya a distintos gobiernos con los que compartía cuestiones de seguridad, como Bashar al Asad en Siria, y después también apoya grupos como los que comparte enemigos, los dos principales Arabia Saudita e Israel. A través de las Quds lideradas por Soleimani, Irán llevó adelante estas acciones en la región, es un poco el actor central y hacedor de este Eje, que a veces se lo llama media luna chiita, si bien no todos son chiita.

– ¿Cuánto influyen esas cuestiones de índole religiosa (dualidad chiita-sunnita) en este y otros conflictos?

– Pesan, pero también hay una suerte de profecía autocumplida: los sunnitas ven a chiitas como amenazantes, entonces los reprimen y excluyen de la vida social y económica en general. Esos grupos se terminan aliando con Irán, y lo mismo pasa con los sunnitas, que son reprimidos y marginados por chiitas, que es lo que pasó en Irak y con Bashaar al Asad en Siria. Entonces vemos que se retroalimentan. Por ejemplo Hamas y Yihad islámica son sunnitas y están fuertemente aliados con Irán, que también apoyó mucho la revolución en Argelia, y los argelinos son sunnitas. No es tanto la religión el factor dominante sino más bien compartir amenazas y cuestiones de seguridad lo que une a este conjunto de actores que conforman el Eje de Resistencia.

– ¿Por qué EEUU sigue apelando como recurso, al menos discursivo, a la “amenaza iraní”? ¿Por qué la califica como una “falacia”?

– Primero, hay que hacer una diferencia entre el régimen del Sha, instaurado vía golpe de estado perpetrado por la CIA y el servicio secreto del Reino Unido en 1954, una dictadura monárquica fuertemente alineada con EEUU -fue demoninado en su momento el “gendarme de Medio Oriente”, aquel que resguardaba el orden regional formado en base a intereses de EEUU-. Lo que hace la revolución del 79 es romper esa alianza, porque lo veía como el principal apoyo externo que tenía el Sha y consistía en un enemigo para la revolución. Después, surgen un montón de otras cuestiones que exacerban esta enemistad, como por ejemplo la cuestión de los rehenes de la embajada norteamericana. Entonces, desde 1979 Estados Unidos considera a Irán y a la revolución en sí como un enemigo; una amenaza a sus intereses porque percibe que busca la hegemonía en Medio Oriente, en el Golfo pérsico -recordemos que un gran porcentaje del petróleo, del comercio, pasa por el estrecho de Ormuz-, y considera que si Irán logra hegemonía regional puede ir en contra del sistema internacional que ha ido diseñando EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial.

Bettati publicó «La falacia de la amenaza iraní…» en 2019. Editó Editorial Académica Española.

– A pesar de esto, ¿Irán y Estados Unidos tuvieron una alianza de hecho en algunos combates de Oriente Medio?

– Estados unidos sigue haciendo uso de la retórica de «amenaza», lo vimos en el último discurso que dio Trump donde decía que Irán amenazaba al mundo civilizado y que es el principal sponsor del terrorismo, con Soleimani a la cabeza. Pero sí, recordemos que Estado Islámico, Al Qaeda, los talibanes, eran todos enemigos de estadounidenses e Irán los combatió. Soleimani estuvo en el frente de batalla en Irak combatiendo contra el EI. En Afganistán no es tan clara la alianza de hecho, no se sabe si hubo coordinación pero si una alianza táctica. En Irak sí hubo coordinación: EEUU daba apoyo aéreo en operaciones para liberar territorios del EI, e iraníes junto a milicias iraquíes llevaban adelante la ocupación de los territorios recuperados.

– ¿Cómo se posiciona Irán respecto a otras potencias regionales y globales?

– En términos generales, hay que tener en cuenta que en el inicio de la revolución islámica, el  ayatolá Jomeini enarboló la doctrina de “ni con el este ni con el oeste”, es decir que no se iban a aliar con ninguna gran potencia. Esto conduce a una suerte de soledad estratégica, en cuanto no tiene ninguna alianza fuerte con ninguna potencia mundial, mantiene esa postura autonómica. Con la administración actual de Hassan Rohani, desde que asumió en 2013 tras elecciones, llevó adelante un intento de normalizar y mejorar las relaciones, tanto con vecinos como con grandes potencias. Con los primeros llevó adelante acuerdos de cooperación económica: inversiones en Tayikistán, en Pakistán en relación al terrorismo, en Afganistán en términos más económicos, lo mismo con Azerbaiyán. Con Turquía, también tiene buenas relaciones, comparten la cuestión kurda, que es central para los turcos. Si la guerra en Siria llevó a millones de refugiados, podemos pensar lo que produciría en Irán con 80 millones de habitantes, y que además es receptor de refugiados principalmente de Afganistán. No le conviene a ninguno de los vecinos mencionados un conflicto armado en Irán.

– ¿Y las fuerzas globales no occidentales, como Rusia o China?

– Con Rusia tiene una cooperación mas bien tácita. No olvidemos que Jomeini, líder de la revolución, describió a Rusia como «pequeño Satán», siendo el «gran Satán» Estados Unidos. Hay una desconfianza, los iraníes hacen mucha referencia a su historia, es un pueblo de los mas antiguos que persisten hoy, el del imperio persa. En el siglo XIX, los rusos tuvieron varias guerras con los persas, con influencia en el norte de Irán; eso quedó en la memoria histórica de Irán. Hay un matrimonio de conveniencia que tiene como eje central la cuestión en Siria, mantener a Bashaar al Asad en el poder. Irán pone tropas en el terreno y Rusia el apoyo en el Consejo de Seguridad y soporte aéreo, donde Irán tiene una deficiencia estructural. Respecto a China, la presencia más importante es por términos económicos, ha habido ferias de reconstrucción de Siria e Irak y el  «one belt, one road» (la «nueva ruta de la seda), que incluye a Irán. China es dependiente del petróleo de la región, le interesa la estabilidad, que los precios no fluctúen mucho. Estados Unidos lo sabe, por eso quiere controlar el petróleo que va a china, es una forma de controlar la economía y el poderío económico chino, que amenaza la hegemonía de EEUU. China busca la estabilidad de la región, en contra de ocupaciones militares, defendiendo sus intereses más allá de lo ideológico o los principios morales que practique. Claramente ninguno de los actores se va a arriesgar por Irán, no lo han hecho europeos, los rusos mantienen buenas relaciones con Arabia Saudita e Israel, que son los dos rivales de Irán en la región. China mantiene relaciones comerciales con todos, no se va a arriesgar por Irán, esto lleva a que se encuentre sólo en el mundo.

– ¿Irán llegó a tener potencia nuclear militar? ¿Puede esperarse de Irán represalias que impliquen una escalada de la tensión? ¿Descarta el advenimiento, como dicen algunos, de una Tercera Guerra Mundial?

– Irán no llegó a tener el arma nuclear, diversos analistas dicen que estaba cerca de tener un dispositivo nuclear pero no arma. Le faltaba adaptar el dispositivo para que entre en una cabeza misilística y convertirlo en arma nuclear. No llegó a tener eso y no creo que llegue en el corto plazo. Respecto a la posibilidad de Tercera Guerra o a una guerra entre Irán y EEUU, en el Iramae la posibilidad la descartamos desde el principio por falta de fundamentos. Nadie se va a arriesgar por Irán,  la mayoría tienen interés en la estabilidad, mismo actores como Israel, Arabia, Emiratos Árabes, han llamado a una desescalada de las tensiones. Israel salió a defender la postura de EEUU pero a bajar las tensiones. Lo mismo Pakistán, Afganistán, los europeos, no habría otros actores interesados en desestabilizar la región. Las acciones de Irán de bombardear bases norteamericanas fueron proporcionales, bastante prudentes y moderadas, no hubo muertos norteamericanos ni heridos, iraníes avisaron al primer ministro iraquí para que a su vez avisen a los norteamircanos , eso llevó a que no haya muertos, fue deliberado. Trump había avisado que iba a atacar 52 sitios en Irán, incluso algunos declarados patrimonio histórico y cultural, lo que constituiría crímenes de guerra. La Unesco tuvo que salir a decir que EEUU se había comprometido en en 1973 a no hacerlo. En el último discurso bajó la tensión, y se redujo a poner sanciones económicas.

– ¿En qué consisten puntualmente esas sanciones?

– Ya se impusieron en 2018 y en mayo 2019. Son sanciones de segundo nivel, que impiden a empresas o individuos de otros países comerciar con Irán. Las de primer nivel están desde inicio de la revolución, impiden a ciudadanos o empresas norteamericanas comerciar con aquel país. Cualquiera que quiera hacerlo tiene que elegir entre Irán y EEUU. Eso lleva a que ninguna empresa importante quiera hacer negocios con Irán. Las sanciones que ponen ahora son simbólicas, ya no hay más sanciones que poner prácticamente. Ambos actores bajan la tensión. Irán justificó sus ataques diciendo que había sido en autodefensa, proporcional, dirigido a las bases desde donde se habían lanzado ataques que causaron la muerte de Soleimani y que estaban amparados en el artículo 51 de la carta de Naciones Unidas. Vemos que no dejaron muertos norteamericanos ni de otras nacionalidades y buscaron moverse dentro de un marco de legalidad además de la legitimidad. Ambos pusieron paños fríos.

Martín Bettati esta próximo a ser licenciado en Relaciones Internacionales con uno de los promedios más altos de UNR. Hoy está becado en Massachussets.

– Entonces, ¿Irán busca erigirse como una potencia meramente regional, sin muchas más ambiciones más allá de Oriente Medio?

– El objetivo de Irán es claro desde hace 40 años: evitar una intervención norteamericana militar, no va a llevar adelante acciones que puedan llevar a eso. El otro objetivo es sacar a EEUU de Irak. Militarmente, no puede hacerlo, lo que sí puede hacer es utilizar el nacionalismo exacerbado que hay en Irak y la amenaza de conflicto armado entre Irán y EEUU tenga lugar en Irak, para empujar a Bagdad a que expulse a norteamericanos o al menos reduzca la presencia en Irak. Irán se considera como una potencia media regional. No tiene aspiraciones de potencia mundial como puede tener China o Rusia. Su área de influencia se reduce a Asia Occidental , lo que sería Medio Oriente, ni siquiera el norte de África. Con respecto a Irak y países cercanos, el objetivo es tener suficiente influencia como para que ahí no surjan amenazas, como en su momento fue el régimen de Saddam Huseim, que llevó adelante  una guerra ofensiva contra Irán, o como Al Qaeda o Daesh, que llevaron adelante atentados contra Irán. Esto también implica que no se establezcan tropas de EEUU o la Otan, que vemos que tienen a partir de EEUU una intención bastante ofensiva respecto a Irán, que se siente amenazado, en una posición débil, y busca tener influencia cierta para evitar que surjan amenazas en sus fronteras, la estabilización de su periferia cercana.

– ¿Esto tiene alguna relación con Argentina o América Latina?¿Podemos estar implicados? ¿Cómo evalúa el accionar de la Cancillería Argentina?

– La presencia más fuerte de Irán en la región estuvo con Mahmud Ahmadineyad, amigo cercano de (ex presidente de Venezuela, Hugo) Chávez. Con Rohani se mantuvieron lazos con Latinoamérica, hizo una gira hace poco como miembro de  países no alineados. En términos internacionales, sin embargo, me parece que las acciones que tomó el gobierno de Fernández y la Cancillería, no salir a criticar a Trump y tener una postura llamando al diálogo y negociaciones y pedir la acción de organismos internacionales que llevan adelante sus funciones, me parece correcta, pragmática, prudente, teniendo en cuenta todos los problemas de deuda que tenemos, no es conveniente o afín a intereses nacionales salir a condenar actos de Trump. Esto se distancia de lo que hizo la administración anterior, (el ex presidente Mauricio) Macri salió a apoyar bombardeos a Siria, lo cual se desvía de la tradición diplomática argentina, y también se desvía de la postura por ejemplo de (la ex presidenta y actual vicepresidenta) Cristina Kirchner, en contra o denunciando la intervención en Libia. Esta es una posición mas neutral, me parece que han dado muestras de pragmatismo en política exterior, me parece personalmente que es la decisión correcta y seguirá en este sentido, no creo que afecte a Argentina mucho. El camino sería no enemistarse con Trump y dejar que estos asuntos se resuelvan por otros medios, siempre llamar al diálogo, a que organismos internacionales lleven adelante sus funciones.