Con los ojos del mundo sobre ellos, Donald Trump y Kim Jong-un hicieron historia anoche al convertirse en los primeros presidentes de Estados Unidos y Corea del Norte en reunirse y darse la mano, en una esperada cumbre que busca superar décadas de enemistad y aventar temores a una confrontación nuclear potencialmente apocalíptica.

Ante una hilera de banderas de sus países, los mandatarios, dos líderes muy poco convencionales, caminaron el uno hacia el otro, se dieron un apretón de manos y se sonrieron entre paredes y columnas blancas de un lujoso hotel de la neutral ciudad-Estado de Singapur, en una imagen imborrable e impensada apenas meses atrás.

Tras el saludo, que duró varios segundos y durante el cual Trump dio una palmada a Kim en su hombro derecho, los presidentes pasaron a una sala contigua y mantuvieron una entrevista a solas de unos 45 minutos, acompañados sólo por traductores, antes de celebrar una segunda reunión con miembros de sus delegaciones.

«Vamos a tener una gran discusión y creo que un éxito tremendo», dijo Trump sentado con Kim en sendos sillones, uno al lado del otro, al comienzo del encuentro privado.

«Creo que va a ser algo realmente exitoso y creo que tendremos una relación estupenda, no tengo dudas», agregó.

Por su parte, el líder norcoreano aseguró que su país y Estados Unidos han superado «muchos obstáculos» para conseguir celebrar la cumbre.

«No ha sido fácil llegar hasta aquí. Las viejas malas prácticas y los prejuicios han tapado nuestros ojos y oídos y han obstaculizado nuestro camino, pero hemos logrado superar todo eso para llegar hasta aquí», comentó Kim en coreano.

En camino hacia la segunda reunión, previa a un almuerzo de trabajo, Trump, que había dicho que «en el primer segundo» sabría si Kim era sincero y si podía haber un acuerdo entre sus dos países, dijo que la entrevista inicial había ido «muy, muy bien», informó la cadena CNN.

«Excelente relación», agregó desde un balcón a los periodistas que estaban abajo.

El objetivo de la reunión es discutir la posible desnuclearización de Corea del Norte y un fin formal a la Guerra de Corea (1950-1953), que culminó con un armisticio y no con un tratado de paz.

Como consecuencia, Estados Unidos y Corea del Norte siguen técnicamente en guerra, una enemistad que se agravó cuando el régimen comunista inició un programa nuclear militar que le permitió realizar seis ensayos de bombas nucleares desde 2006, pese a la condena internacional y a sufrir una ola de sanciones económicas.

En los días previos a la cumbre, Trump se mostró confiado en poder lograr un acuerdo nuclear y un fin a la Guerra de Corea en el curso de esta reunión o como parte de un proceso.

Pero incluso antes de comenzar el histórico encuentro, la Casa Blanca anunció inesperadamente que el presidente abandonará Singapur antes de lo previsto, lo que generó interrogantes sobre si esas ambiciosas aspiraciones habían sido reconsideradas.

En declaraciones a la prensa en Singapur, el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, intentó mostrarse cauteloso y rebajar las expectativas.

«Estas conversaciones establecerán un marco para el difícil trabajo que vendrá después», recalcó, y volvió a decir que esta reunión era un primer paso.

Ambos lados llegaron a la cumbre presidencial con varias exigencias.

Kim, quien dice tener misiles de largo alcance que podrían transportar cabezas atómicas hasta territorio estadounidense, está interesado en que se levanten las sanciones económicas que asfixian a la economía de su país, aislado internacionalmente.

Para él, que por primera vez realiza un viaje tan largo al extranjero como líder de su país, la mera celebración de la cumbre es un éxito diplomático.

Estados Unidos, una superpotencia que desde la Segunda Guerra Mundial basa su poder militar en su arsenal nuclear, aspira a «la completa, verificable e irreversible desnuclearización de la península coreana», según definió hoy Pompeo.

El método y los plazos del desarme de Corea del Norte son sin duda el principal escollo de las negociaciones.

Otro potencial punto sensible será la firma de un tratado de paz definitivo que ponga fin a la Guerra de Corea. China y Corea del Sur, que también pelearon esa guerra, deberían forzosamente estar incluidos en ese tratado, por lo que Trump y Kim sólo podrían, como máximo, manifestar su intención de suscribir tal entendimiento.

La presencia de Estados Unidos en la península coreana probablemente sea un tercer tema complicado en estas negociaciones que recién comienza.

Actualmente, Estados Unidos mantiene alrededor de 28.500 militares en Corea del Sur.

En el pasado, Corea del Norte ha dicho que no renunciará a sus armas nucleares sin una retirada de las tropas estadounidenses de Corea del Sur o una garantía de no agresión de Washington.

El Pentágono descartó hoy con mucha diplomacia la posibilidad de una retirada en el corto plazo.

«Vamos a evitar el término ‘línea roja’. Les puedo decir que esa sería una discusión entre dos democracias, la de Corea del Sur y la de Estados Unidos, no es un tema en el que otros países que no estén involucrados puedan discutir», aseguró el secretario de Defensa, James Mattis, en una charla con la prensa en el Pentágono.

La cumbre, cuya organización tuvo idas y vueltas e incluyó cancelaciones y ratificaciones, era impensada apenas meses atrás, cuando Trump amenazó con «destruir completamente» a Corea del Norte y Kim calificó al presidente norteamericano de «retrasado mental», mientras su régimen realizaba provocadores ensayos de misiles.

Trump, de hecho, logró embarcar a la comunidad internacional en una campaña de «máxima presión» para convencer a Kim a renunciar a sus armas nucleares.

Pero la diplomacia ganó terreno luego de que las dos Coreas limaran sus propias asperezas, incluyendo la decisión de Pyongyang de enviar una delegación a los Juegos Olímpicos de Invierno en Corea del Sur.

Los líderes de los dos vecinos ya celebraron su propia cumbre en abril.

En marzo, Trump aceptó de manera sorpresiva una oferta para mantener conversaciones con Kim luego de que el dictador norcoreano accediera a suspender las pruebas nucleares y de misiles y discutir la «desnuclearización».