Los israelíes votaban este martes para elegir Gobierno en la cuarta elección en dos años, unos comicios considerados un referéndum sobre la polémica figura del primer ministro Benjamin Netanyahu.

Los sondeos predicen una ajustada puja entre dos bloques claramente definidos: los que apoyan un nuevo Gobierno encabezado por Netanyahu y los que quieren a «cualquiera menos Bibi», como se conoce al primer ministro israelí con más tiempo en el poder.

«Vote, vote», apeló Netanyahu al electorado tras depositar su sufragio en Jerusalén, acompañado por su esposa, Sara.

El premier nacionalista de derecha, líder del partido Likud, calificó las elecciones de «festival de democracia» y confió en que sirvan para poner fin a las recurrentes crisis y la parálisis política que arrastra el país desde abril de 2019.

Su rival de centro, Yair Lapid, del partido Yesh Atid, dijo que los comicios eran «el momento de la verdad para el Estado de Israel», informó la agencia de noticias AFP.

«Aquí hay solo dos opciones: o Yesh Atid gana fuerza, o tendremos un Gobierno tenebroso, racista y homófobo», agregó, en alusión al Likud y sus aliados naturales, todos partidos de derecha o extrema derecha defensores de la colonización de Palestina.

La campaña estuvo marcada por el coronavirus y, sobre todo, por la figura de Netanyahu.

El premier, de 71 años y en el poder desde 2009, se describe a sí mismo como un estadista sin rival en Israel, el único capaz de conducir al país y superar sus desafíos de seguridad y política exterior.

Netanyahu ha hecho campaña destacando la exitosa campaña de vacunación contra el coronavirus de Israel y acuerdos para normalizar relaciones que alcanzó el año pasado con cuatro países árabes.

La realidad presenta, sin embargo, más matices.

Casi el 80% de los 9,3 millones de habitantes de Israel ha recibido al menos alguna dosis de la vacuna contra el coronavirus, pero la pandemia ha dejado más de 6.000 muertos.

El Gobierno saliente de Netnayahu también ha sido duramente criticado por no haber enviado cantidades suficientes de vacunas contra la Covid-19 a los territorios palestinos de la Franja de Gaza y Cisjordania, de los que Israel es potencia ocupante, según la ONU.

El nuevo Gobierno estadounidense del presidente Joe Biden se ha mostrado distante y frío respecto de Netanyahu.

Sus críticos lo acusan de un pésimo manejo de la pandemia el año pasado, en particular de haber permitido a los judíos ultraortodoxos, sus aliados políticos, violar las restricciones y propagar el virus.

También apuntan al todavía frágil estado de la economía y al alto desempleo.

Pero sobre todo, dicen que Netanyahu no debería seguir en el cargo por estar siendo juzgado por presunta corrupción desde el año pasado, en un caso que el premier considera una «caza de brujas».

Los israelíes votan por partidos, no por candidatos, que compiten por los 120 escaños del Parlamento.

En los 72 años desde la creación de Israel, ningún partido logró la mayoría parlamentaria necesaria como para formar Gobierno solo, sin trabar alianzas con otros.

Los últimos sondeos colocan primero al Likud de Netanyahu con aproximadamente 30 escaños, seguido del partido de Lapid, con una veintena.

Algo por detrás están dos partidos de derecha nacionalista: Nueva esperanza, de Gideon Saar, y Yamina, de Naftali Bennett, con unas diez bancas cada uno.

Para alcanzar la mayoría de 61 diputados para formar Gobierno, Netanyahu espera aliarse con la derecha religiosa pero también, por primera vez, con la extrema derecha. Lapid cuenta con un acuerdo con partidos de izquierda y del centro pero también con Saar o Bennett o ambos, que constituyen la derecha decepcionada con el primer ministro.

Las mesas cierran a las 22 (las 17 en Argentina), y de inmediato se conocerán los primeros boca de urna.