Por Graciana Petrone

El Consejo Coordinador de Organizaciones de Compatriotas de Rusia residentes en la República Argentina (CCOCRA) emitió una Carta Abierta luego de que el pasado 21 de febrero el presidente ruso Vladimir Putin reconoció a Donetsk y Luhansk –dos zonas ubicadas en el este de Ucrania en la región de Donbás–, como repúblicas independientes. La posición plasmada en el escrito al respecto, como también acerca del conflicto armado entre ambos países fue clara y taxativa al expresar su “gran dolor y angustia por la paz mundial” y, en especial, expone públicamente que han recibido “ataques” como insultos y agresiones de algo a lo que llaman “la rusofobia instalada por algunos canales mediáticos”.        

“Es muy difícil entender el entramado de la historia que unen dos pueblos hermanos; sí, subrayamos PUEBLOS HERMANOS DE RUSIA Y UCRANIA, nos lastima de sobre manera porque más allá, de los ataques mediáticos y los intereses geopolíticos, todos nosotros rusos y ucranianos en mayor o menor medida estamos ligados por la sangre y los genes que son muy difíciles de separar por una frontera geográfica. Cada ruso tiene un ucraniano en la familia y viceversa. La diáspora rusa en argentina está viviendo momentos de gran dolor y tragedia”, señala un fragmento de la Carta Abierta redactada por el CCOCRA que agrupa a 28 comunidades rusas establecidas a lo largo del territorio argentino.

Una experiencia cercana y actual

La primera y pequeña colectividad en Bariloche de familias rusas llegó a la provincia de Río Negro hace muchos años escapando, como tantos, de las miserias y avatares que dejaba a su paso la Segunda Guerra mundial. Otros lo hicieron después, y también se asentaron en la localidad turística por excelencia del sur argentino.

El ecologista Alejandro Beletzky actualmente reside en Bariloche y forma parte de la comunidad rusa. Si bien nació en la Argentina, considera que su idioma nativo es el ruso, ya que era el que usaba su familia para comunicarse en la casa.

“Mis padres nacieron en ciudades que hoy pertenecen a Ucrania, pero yo desde niño siempre supe que eran rusos. Hablo ese idioma y nunca se sintió la diferencia hasta que se conoció la creación de Ucrania como país independiente”, explicó Beletzky a Conclusión.

Respecto de la Carta Abierta difundida por CCOCRA, el ecologista consideró que uno de los fundamentos para su elaboración es “todo lo que está pasando a nivel mundial y esa suerte de rusofobia que se está instalando” y agregó que “cada uno, desde su lugar, trata de explicar y contar la otra verdad: qué es lo que está pasando en Ucrania que es un país absolutamente hermano”.

“Básicamente la carta trata de explicar esta mirada más amplia de las familias rusas en el exterior”.

“Escuchando a mi abuela y a mis padres –dijo–, conociendo y estudiando la historia del pueblo ruso muestra que es un pueblo de muchas luchas, de muchas tristezas, pérdidas, guerras e invasiones”. Al respecto, reflexionó acerca de que “Rusia no es un país invasor”.

Desde su mirada como ecologista, Beletzky agregó: “El mundo está en una feroz crisis de autodestrucción ambiental, con una provocación exacerbada del cambio climático, y cuando digo provocación es porque existe ese cambio, pero hay mucha injerencia del hombre. El mundo está en un momento en que lo que menos tiene que tener son guerras: hay que resolver problemas del hambre, diferencias, pobreza y de la actitud racista que se ha exacerbado en estos días, entre otras cosas”.

Donetsk y Lugansk: conflictos de vieja data

El conflicto entre Ucrania y las llamadas repúblicas separatistas Donetsk y Lugansk es de vieja data. En 2014, tras la dimisión del ex presidente ucraniano Víktor Yanukóvich quien mantenía estrechos lazos con Rusia, a causa de una ola de protestas por parte del pueblo, asumió el mando un nacionalista antirruso, lo que los separatistas consideraron un “golpe de Estado”.

En mayo de 2014 Donetsk y Lugansk se autoproclamaron independientes, solicitando su incorporación a Rusia luego de un referéndum concertado entre enfrentamientos y sin el visto de organismos internacionales. En el mismo año, la población de la península de Crimea, ubicada sobre el mar Negro, también rechazó al nuevo gobierno ucraniano y solicitó formar parte de Rusia.