SáBADO, 30 DE NOV

Cómo negociar con Venezuela

La tensión y el conflicto que se vive en el país bolivariano, pone a Sudamérica ante un desafío político concreto: demostrar ante el mundo que sus líderes son capaces de mantener la paz y la democracia regional.

Por Nabih Yussef*

La tensión y el conflicto que se vive en Venezuela, pone a Sudamérica ante un desafío político concreto: demostrar ante el mundo que sus líderes son capaces de mantener la paz y la democracia regional. Pero ¿cómo preparan los gobiernos el terreno para negociar con Maduro una transición inevitable?, ¿qué se negocia en la “mesa chica”? y principalmente ¿quiénes negocian el fin de la revolución bolivariana?

Dado el bajo nivel de institucionalidad de los organismos regionales como Unasur o la OEA, los países centrales y sus inversores ponen el ojo en los ejecutivos locales. Serán éstos los que deberán articular un diálogo con Caracas para garantizar la estabilidad política del país y un tránsito ordenado hacia las elecciones.

Para el experto estadounidense en negociación Karl Albrecht, es importante alejarse de los estereotipos a la hora de negociar y concentrar la atención en el comportamiento de los actores. Su modelo propone abrir un eje sobre la base de dos dimensiones. Por un lado, determinar el grado de “complacencia” o “dominio” en el proceso. Habrá más complacencia cuando exista mayor aceptación de la situación y habrá más dominio cuando se busque imponer las condiciones en una negociación. Y como segunda dimensión, la “reserva” o la “apertura”. Mayor o menor grado de apertura en la negociación, nos permite observarla agenda de intereses del negociador y la importancia que le asigna a cada objetivo.

En la región no existen consensos de cómo establecer un vínculo con el gobierno venezolano, y un grupo de países han ensayado vehiculizar la imposición de las condiciones por la OEA, aunque con poco acierto. Este grupo es motorizado por Mauricio Macri, presidente argentino, que posee los más aceptables indicadores de popularidad sólo superado por el presidente ecuatoriano Lenin Moreno.

Macri dirige el grupo de lo que denominaríamos los “bulldog”. Para Albrecht, negociar con un “bulldog” es negociar con un actor con elevado grado de apertura sobre los intereses que persigue. Para Buenos Aires, Nicolás Maduro debe convocar a elecciones anticipadas y si es posible, perderlas. El socialismo venezolano es percibido abiertamente como una dictadura y así lo comunican los interlocutores de la Casa Rosada, con el presidente y el Jefe de Gabinete, Marcos Peña a la cabeza de la condena. Los bulldogs, advierte el consultor norteamericano, negocian con un estilo agresivo y dominante, y consideran a la negociación como una “batalla de voluntades”. De posiciones firmes y haciendo gala de su ego, el negociador bulldog no efectúa concesiones porque entiende a toda negociación como un proceso de ganar o perder. Si Venezuela cede a las posiciones de Argentina será gracias al “dialogo”; si no lo hace, la culpa la tendrá la “falta de dialogo”. Acompañan a Macri en el grupo de los bulldogs: Paraguay, Perú y Brasil, aunque éste último de manera formal, ya que se encuentra neutralizado por los problemas de casa.

En un segundo grupo se encuentran Chile y Uruguay, el grupo de los “ciervos”. Para los ex aliados de Venezuela, la estrategia es el silencio. El negociador “ciervo” posee un bajo grado de apertura en la negociación y se muestra condescendiente por el “status quo” regional. Es muy probable que ante una escalada de tensiones en Caracas, salga huyendo despavorido cuando el grupo de bulldogs la llame para asfixiar internacionalmente a Maduro. Para los ciervos es mejor que el proceso de negociación lo controlen otros y de esa manera, no comprometer su “zona de confort”. Así, siempre buscarán ocultarse detrás de mensajes sobrios que no permitan comprometer a su base local.

Los frentes partidarios “Nueva Mayoría” en Chile y “Frente Amplio” en Uruguay, saben que acompañar con un perfil alto las condenas a Maduro, les infligiría daños en sus coaliciones de gobierno. La percepción del conflicto es distinta para la democracia cristiana chilena, que para su aliada comunista. Los comunicados de la cancillería trasandina han sido cuidadosamente edulcorados para no provocar disputas al interior del gobierno.

Finalmente Estados Unidos comanda el grupo de los “zorros”. El zorro posee un bajo grado de apertura sobre sus intereses en una negociación y más bien oculta su agenda de objetivos hasta último momento. Contrario a los bulldogs, que se colocan en la frontera del conflicto, los zorros esperan el momento oportuno. Para éstos, la negociación no se trata de una batalla de voluntades, sino un juego de ingenio. Su modelo de comportamiento es sigiloso y manipulador. A diferencia de los ciervos, los zorros se muestran reservados y con un bajo grado de complacencia. Para Washington, Maduro es una amenaza y un mal ejemplo para la región, pero incorporarse directamente en una negociación, daría pie para que el discurso bolivariano fortalezca su relato: “a Venezuela lo ahoga el Imperio y las grandes transnacionales”. Acompañan a Estados Unidos en este grupo, Colombia.

Venezuela se encuentra con restricciones políticas externas que la aíslan cada vez más. El círculo de fuego de aliados es cada vez más chico y menos intenso. Ecuador, Bolivia y Nicaragua mantienen su apoyo testimonial a Maduro, pero carecen de artillería económica para tender puentes.

La inexperiencia de la canciller venezolana Delcy Rodríguez ha llevado al gobierno a reaccionar frente a cualquier estímulo de la región, sin anticiparse a los hechos y tejer salidas al atolladero. Así lo demostró cuando a días de su suspensión, el gobierno decidió unilateralmente retirarse de la OEA. Como también, cuando la tensión política internacional obligó a restituir el Legislativo venezolano anteriormente cerrado por el Poder Judicial cercano al Palacio Miraflores.

La región se enfrenta a una oportunidad histórica para demostrar que es capaz y tiene la madurez política necesaria para mantener la estabilidad regional. Sus organismos internacionales como Unasur y OEA, se encuentran anulados por la baja concesión de poder a sus órganos institucionales. La respuesta puede estar en la configuración de un grupo “4 + 1”, donde un equilibrio de intereses pueda encontrar una salida a la crisis. Así, ex aliados como Chile y Uruguay, podrán sumarse a un Ecuador con la fortaleza de un nuevo presidente y una Colombia interesada en que el conflicto no traspase por sus fronteras. Ambos cuatro países más Venezuela, podrían ser un ensayo pragmático para destrabar las tensiones que ya llevan más de veinte muertos en las calles de Caracas.

*Analista internacional, subdirector de www.CEIEP.org

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