Para los acostumbrados al sistema electoral argentino actual, ver la forma en la que los estadounidenses eligen a sus mandatarios puede resultar algo confusa. Solamente mencionando el hecho de que se vote un martes, y que el presidente no necesariamente será quien más votos recoja, es motivo suficiente para comenzar a analizar un poco más cómo es que funciona el sistema de votación en Estados Unidos y así entender lo que ocurrirá esta noche.

¿Por qué un martes?

Los estadounidenses votan siempre el primer martes después del primer lunes de noviembre, gracias a una ley vigente desde el siglo XIX -y cabe aclarar que se trata de un día hábil, con horarios laborales normales-.

En aquel entonces, Estados Unidos era un país mayoritariamente agrícola, por lo que se eligió martes como una fecha en la que los ciudadanos pudieran asistir a la misa del domingo (coincidente con la festividad católica de Todos los Santos) y el lunes pudieran desplazarse en sus carruajes hasta los puntos de votación. De igual manera, también se descartó el sábado para que los judíos pudieran cumplir con su sabbat.

Varios fueron los proyectos que intentaron cambiar esta normativa, pero nunca pudieron contra la tradición.

El presidente no necesariamente será el más votado

Este es uno de los puntos que quizás más llame la atención a los argentinos. En Estados Unidos se rigen por el sistema de colegios electorales.

Allí, los ciudadanos votan por los electores de su Estado, que luego serán parte de dicho colegio en donde, finalmente, se eligirá al candidato ganador. Algo como lo que ocurría en Argentina previo a la reforma constitucional de 1994.

La cantidad de electores se determina según el número de habitantes en el último censo. El estado que más electores aporta es California con 55, mientras que Wyoming y la pequeña capital, Washington DC, eligen apenas tres cada uno.

Excepto por los estados de Nebraska -cuatro electores- y Maine -dos electores-, en todos los estados el partido que gana se lleva todos los electores, no se dividen proporcionalmente.

En total, los 50 estados aportan 538 representantes en el colegio electoral y un candidato debe tener el apoyo de la mitad más uno, 270, para convertirse en el presidente de Estados Unidos. Esa cifra es igual al total de senadores y congresistas (100+435) del país norteamericano, y los tres representantes del Distrito de Columbia, ubicado en la capital.

Cuatro veces ha ocurrido en la historia que el más votado no fue el ganador. La última fue en el 2000, cuando Al Gore obtuvo más votos, pero se quedó con 266 electores tras perder Florida por un estrechísimo margen, dándole la victoria a George W. Bush.

También puede ocurrir que un elector decida ser desleal, pero hasta ahora en la historia nunca un compromisario ‘traicionero’ ha determinado la elección de un presidente. Este año hay uno del estado de Washington que ya ha dicho que no votará por Clinton, que previsiblemente se llevará el estado norteño.

Los estados más importantes son Nevada, Iowa, Ohio, Carolina del Norte, Pensilvania y Florida.

El voto no es obligatorio, y los habitantes deben primero empadronarse por su cuenta

En el país norteamericano, los candidatos y los partidos políticos no sólo deben convencer a los ciudadanos de que vayan a votar el día de los comicios, sino que además deben recordarles que primero tienen que registrarse ante las autoridades locales para que los incluyan en el padrón.

A diferencia de Argentina, el Estado no construye de oficio el padrón electoral con los nombres de todos aquellos ciudadanos con edad suficiente para votar.

Aquellos estadounidenses que quieran participar de los comicios, deben registrarse primero, y aun si lo hacen, no es seguro que luego voten.

Poco más de la mitad de la población participó de las últimas elecciones

Con este sistema, hace cuatro años, de los 241 millones de ciudadanos en edad de votar, sólo 129 millones participaron de las últimas elecciones generales, es decir, un 53,6%.

Además de los ya mencionados, otipo de límite, por ejemplo, puede ser la regla que quita el derecho a voto a todos aquellos que tengan una condena penal. En el país con mayor población carcelaria del mundo y en donde los negros y latinos tienen más chances de ser detenidos y sentenciados que los blancos, esta norma afecta a ciertas minorías y a algunas clases sociales más que a otras.

Como si la falta de estímulos para votar no fueran suficientes, en los últimos años las autoridades estadounidenses limitaron aún más el sufragio con nuevas leyes electorales.

Nada de DNI: cada Estado decide cómo se vota en su región

Dado que el proceso electoral está prácticamente descentralizado, cada estado decide sus propias leyes electorales, lo que lleva a que, por ejemplo, cada estado defina con qué documento se vota.

En Estados Unidos no existe algo como el documento nacional de identidad que tenemos en Argentina. Por ende, en algunos estados se vota con el registro de conducir o con el pasaporte, lo que elimina de entrada la posibilidad de participar de aquellos que no posean esos documentos.