Impactada por las medidas restrictivas ante los contagios de coronavirus que recién comenzó a levantar en las últimas semanas, China tendrá un crecimiento menor al esperado durante 2022 y 2023, de acuerdo con un informe del Banco Mundial publicado este martes; y la desaceleración también afectó a sus arcas públicas, cuyo déficit llegó a un récord de US$ 1,1 billones.

Ante el impacto de la pandemia, el organismo multilateral redujo este martes el crecimiento previsto del Producto Bruto Interno (PBI) de China del 2,8% estimado en septiembre pasado a 2,7%, menos de la mitad de la meta de 5,5% que se fijó Beijing a principios de este año.

En tanto, la proyección para 2023 ubica a la expansión en un 4,3%, una décima menos de la estimada inicialmente.

«La adaptación continua de la política de China respecto al Covid-19 será crucial, tanto para mitigar los riesgos de salud pública como para minimizar mayores disrupciones económicas», explicó en un comunicado, Mara Warwick, directora del BM para China, Mongolia y Corea del Sur.

Warwick consideró que «la aceleración en los esfuerzos para preparar la salud pública, incluidas las vacunaciones en los grupos de mayor riesgo, pueden permitir una reapertura más segura y menos disruptiva».

Además de una mayor campaña de vacunación, el BM también recomendó facilitar el acceso a los tratamientos contra la enfermedad, y un «uso eficiente» de la capacidad hospitalaria para los casos severos.

El informe coloca el énfasis en la incertidumbre que posee el panorama de crecimiento chino, ante la propia trayectoria de la pandemia, la evolución de la política sanitaria oficial y la eventual respuesta en el comportamiento de los hogares y las empresas.

Además del coronavirus, hay otros riesgos -señala el BM- como «la persistente presión en el mercado inmobiliario que puede provocar derrames más amplios en las finanzas y la macroeconomía»; además de «los vinculados al cambio climático que está creciendo, como fue demostrado este año por los patrones extremos del tiempo, y la disrupción consecuente en la actividad económica».

A ello se suma el contexto externo con «riesgos emanados de la fuerte incertidumbre en la perspectivas de crecimiento globales, un endurecimiento mayor del esperado en las condiciones financieras, y el aumento en las tensiones geopolíticas».

Elitza Mileva, economista en jefe del BM para China, evaluó que China necesita medidas de estímulo y posee margen para hacerlo, frente a la debilidad del contexto internacional y un crecimiento local «que quedará por debajo de su potencial».

«Dirigir los recursos fiscales hacia el gasto social y la inversión verde no sólo impulsará la demanda a corto plazo sino que también contribuirá a un crecimiento más inclusive y sustentable a mediano plazo», indicó Mileva.

Hasta el momento China evitó realizar grandes medidas acomodaticias aunque, a lo largo del año, redujo el encaje de los bancos y las tasas de interés con el objetivo de aumentar la cantidad de circulante, para estimular un consumo interno que, tras dos años de restricciones, se encuentra deprimido.

Existe otro motivo para que China salga de la política «cero-covid»: su déficit fiscal fue, entre enero y noviembre, de US$ 1,1 billones, según cálculos de la agencia Bloomberg basados en datos del Ministerio de Finanzas chino, con el gasto incrementándose un 6,2% anual y los ingresos mermando 3%.

La cifra duplica a la del mismo periodo del año pasado y es incluso mayor a la de 2020, año donde el coronavirus golpeó por primera vez al país asiático.

A la menor actividad por parte de los hogares y empresas que produjo un desplome en el ingreso fiscal, se le suma el propio costo de la política sanitaria por parte de los gobiernos locales.

La recuperación no se reflejará de inmediato, pues los consumidores siguen evitando los lugares con grandes concentraciones de personas, y el gasto sanitario se verá presionado de la mano del esperable crecimiento en los casos de contagio.