Brasil tuvo una deflación de 0,68 por ciento en julio, impulsada por la caída de los precios en los combustibles y en la energía eléctrica, informó este martes el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE, oficial).

Es la menor tasa desde enero de 1980 cuando comenzaron las mediciones mensuales del Índice Nacional de Precios al Consumidor Amplio (Ipca), y es la primera caída de la trayectoria de precios desde mayo de 2020 en un contexto del primer impacto de las restricciones a raíz del estallido de la pandemia de coronavirus.

No obstante, al observar uno de los nueve segmentos investigados, el de alimentos y bebidas, pudo verse que sigue mostrando signos de escasez y su nueva aceleración afecta directamente al bolsillo de los más pobres.

La inflación de junio había sido del 0,67 por ciento, luego de haber sido récord el avance de los precios en el primer semestre.

La deflación se produjo luego de que el Gobierno lograra aprobar una ley para eliminar parte de los impuestos cobrados por los Estados a las naftas y al etanol para financiar la salud y la educación, aunque el Poder Ejecutivo eligió mantener los precios fijados por la estatal Petrobras en dólares, alineados con los precios internacionales del crudo.

El Gobierno apuesta a que la caída de los precios será clave para las chances electorales del presidente Jair Bolsonaro en las elecciones generales del 2 de octubre próximo.

Pese a la deflación de julio, la inflación acumulada en 12 meses es de 10,07, mientras que el mercado financiero espera para 2022 un avance de precios del 7,1 %, más del doble del centro de la meta fijada por el Banco Central, que es del 3,5 % anual.

En junio, la inflación en 12 meses acumulada era de 11,89 %.