Guilherme Boulos sueña con alcanzar la presidencia de Brasil uniendo a movimientos sociales, como candidato de un frente liderado por el Partido Socialismo y Libertad (Psol), el mismo de la concejal Marielle Franco asesinada en marzo en Rio de Janeiro.

Boulos, de 35 años, entra en la pelea con una trayectoria marcada por contrastes: este profesor universitario formado en filosofía y psicoanálisis y comprometido con el activismo social desde su adolescencia es coordinador del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST).

Cuenta con una intención de voto de apenas 1%, pero recibió un fuerte espaldarazo del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien en su último discurso antes de ir a prisión le auguró futuro y le aconsejó «no desistir nunca».

Es el aspirante más joven para las elecciones de octubre y tiene por compañera de fórmula a Sonia Guajajara, una líder indígena de la región amazónica.

Hijo de médicos, Boulos simpatizó con la lucha por el derecho a la vivienda y antes de cumplir 20 años se instaló en una ocupación del MTST en Sao Paulo. «Algo que me incomodaba mucho de sectores de izquierda era que hablaran de defender las banderas del pueblo, pero sin estar dispuestos a escucharlo, a estar a su lado, a vivir con ellos», dijo esta semana en una entrevista con la AFP.

«Las desigualdades sociales en Brasil son escandalosas y aparecen en cada esquina (…). Eso me incomodaba y empecé a actuar», explicó en su comando de precampaña en un barrio de clase media de Sao Paulo.

En una pequeña oficina de una casa de dos plantas tiene un par de escritorios sobre los cuales se apilan papeles. Sobresalen calcomanías que exigen justicia por el asesinato de la concejal y activista negra Marielle Franco, acribillada a balazos en el centro de Rio.

Según Boulos, ese crimen, sin esclarecer hasta ahora, fue «la expresión dramática» del aumento de «la violencia política, de la intolerancia y del odio» en el Brasil actual.

Una espiral que, según detalla, incluye la destitución en 2016 por «un golpe parlamentario» de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, su reemplazo por el mandatario Michel Temer «que retrocede en derechos sociales y democráticos», la condena «política» de Lula y la «ascensión de ideas de extrema derecha».

Ese escenario «nos lleva a pelear por el rumbo del país», sostiene.

Boulos afirma que usará su campaña para impulsar su bandera por la vivienda. «Lo que debería espantar no es que la gente se movilice para ocupar, sino que en 2018 tengamos 6,3 millones de familias sin vivienda en Brasil».

Desafiar tabúes y privilegios

Boulos argumenta que los elevados índices de abstención o voto nulo en los sondeos muestran «insatisfacción con el sistema político, pero no significa que [los brasileños] no quieran creer en alguien».

Consultado sobre la bendición política que le brindó Lula, Boulos sonríe con timidez, pero niega ser el «heredero», como muchas veces lo define la prensa, y remite ese respaldo a un reconocimiento colectivo. «Lula expresó un reconocimiento a nuestra lucha por los derechos sociales y por la democracia», dice.

«Una campaña tiene que servir para elevar el nivel de conciencia política de la sociedad; para ganar también, esta no es una campaña para marcar posición», asegura.

La baja intención de votos a su favor, explica Boulos, se debe a que «nadie puede votar por alguien que no conoce».

Sabe que deberá hacer campaña con medios modestos. «Es David contra Goliat, pero es posible, porque las personas están buscando nuevas formas de hacer política. La mía es una candidatura que no teme enfrentar privilegios ni tabúes como aborto, racismo, diversidad sexual y seguridad pública con un enfoque distinto».

Pero no pretende gobernar para todos. «No es posible quedar bien con todo el mundo en Brasil, tenemos que tomar lados y enfrentar privilegios».

Lamenta que el Partido de los Trabajadores de Lula desaprovechara en sus trece años de gobierno la oportunidad de impulsar una reforma política «que cambiase la forma de gobernar».

«Faltó apostar por una movilización de la sociedad, apostar en que si se colocan las decisiones en manos del pueblo, éste podría presionar al Congreso» para llevar adelante las reformas necesarias.

Sobre Venezuela, opina que Brasil debe actuar como un mediador, sin alinearse con las críticas de Estados Unidos. «La subordinación de Brasil a Estados Unidos (…) afecta mucho más al pueblo brasileño que todo el debate de Venezuela», declara.