«La amenaza sigue siendo seria e inminente», afirmó en conferencia de prensa el primer ministro, Charles Michel, anunciando que el alerta máximo para Bruselas se mantendrá, con lo cual también permanecerán cerradas escuelas y el metro.

La decisión, sin embargo, podrá reevaluarse antes de alcanzado el próximo lunes. Mientras tanto, la capital belga, que alberga 1,2 millones de habitantes y que diariamente visitan 320.000 personas del resto del país, intentan organizarse ante el impedimento de poder utilizar el transporte público. Muchas empresas permitieron a sus colaboradores trabajar desde sus casas, mientras que se vieron más bicicletas que de costumbre por las calles.

«Los objetivos potenciales siguen siendo los mismos», aseveró Michel, haciendo referencia a zonas comerciales y lugares con importante afluencia de personas, teniendo en cuenta además que la ciudad es sede de instituciones europeas y de la OTAN.

Además, en Montrouge, un suburbio cercano de París, la policía francesa encontró un cinturón que «podría parecerse a un cinturón de explosivos», diez días después de los atentados en la capital francesa.

«El nivel de alerta seguirá en su máximo el tiempo que sea necesario», sostuvo el ministro de Interior, Jan Jambon, aunque reconociendo que la medida, obviamente, tiene costos.

Desde la fiscalía belga se inculpó a un nuevo sospechoso de «participación» en los atentados que dejaron un saldo de 130 muertos. Si bien su identidad no fue revelada, es el cuarto inculpado en el país por estos actos.

La detención se produjo en un allanamiento realizado por la policía belga el domingo. En cuanto a los otros tres sospechosos, son inculpados de haber ayudado a un sospechoso clave en el atentado, Salah Abdeslam, a escapar del país.

Abdeslam es intensamente buscado por la policía belga, a su vez que Jambon declaró: «Creo que debe tener mucho apoyo en nuestro territorio. Es por ello que todos los allanamientos realizados actualmente son importantes».