Las muertes en atentados terroristas en todo el mundo registraron en 2018 una baja del 15,2%, mientras que en Europa occidental, Estados Unidos y Oceanía aumentaron sustancialmente los ataques de terror cometidos por grupos de extrema derecha, según el Índice Global de Terrorismo publicado hoy.

El estudio, que recoge datos de 163 países y fue presentado en Londres por el Instituto para la Economía y la Paz, subraya que las muertes por atentados decayeron por cuarto año consecutivo en 2018, cuando se contabilizaron 15.952, un 15,2 % menos en relación con los de 2017.

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En la comparación con el pico registrado en 2014, las muertes en todo el mundo a causa del terrorismo en 2018 se redujeron un 52%.

«El hallazgo más importante que se desprende es que se mantiene una tendencia al retroceso de muertes por terrorismo», remarcó el vocero del IEP, Thomas Morgan, citado por la agencia de noticias EFE.

Sin embargo, alertó de que «el hecho de que el terrorismo continúe extendido refuerza la creencia» de que es un problema «global, que no va a desaparecer pronto».

La cifra de países afectados por ataques terroristas continúa en un nivel elevado, con 71 naciones que han registrado al menos una muerte por atentado el último año.

Por otro lado, el informe destaca que aumentaron los ataques protagonizados por grupos de extrema derecha en Europa Occidental, Estados Unidos y Oceanía.

En este sentido, indica que el número total de este tipo de ataques de ultraderecha aumentó un 320% en los últimos cinco años mientras que la cantidad de muertos creció un 52%.

Morgan destacó que los ataques de la ultraderecha son más difíciles de rastrear y evitar debido a que hay muchos casos de personas que «se han radicalizado online y no están afiliadas a ninguna organización».

El informe también revela que por primera vez desde 2003, Irak no fue el país con más atentados terroristas, sino que lo fue Afganistán, con 7.379 muertes en 2018, un 59% más que las registradas en 2017.

Irak y Somalia registraron las mayores caídas, un dato que se atribuye principalmente a la menor actividad del grupo extremista Estado Islámico en Irak y de Al Shabab en Somalia.