Por Alejandro Maidana

Atravesado por la desidia en todas sus formas, de esta manera se debaten los días de aquellos que moran en un terruño fumigado hasta la médula. La matriz productiva a base de venenos, no conoce de límite alguno a la hora de anteponer el uso de la conciencia por encima del negocio.

La realidad de Ramayón es la misma que abraza el destino de los pueblos fumigados de la provincia y gran parte del país. La resistencia silenciosa, los primeros gritos que provienen desde la dignidad misma del ser humano, comenzaron a hacerse eco en un lugar pequeño que esconde un infierno de enormes características.

Distante unos 254 km de Rosario, Ramayón decidió romper la cadena del silencio para salir a socializar su dolor. De la misma manera que lo han hecho distintas localidades a lo largo de un peregrinaje tan espinoso como estoico, porque cuando se fumiga se busca matar la memoria, se persigue de manera desprejuiciada, naturalizar lo perverso que llega en forma de distintas enfermedades.

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Mil habitantes son los que pueblan esta pequeña tierra santafesina, las aspersiones con agrotóxicos se dan a escasos metros de los hogares, a otros solo los separa un alambrado del veneno que llega en forma de distintos químicos. El temor por el futuro de las niñas y niños crece de manera exponencial a sabiendas de la capacidad mutagénica que cargan los agrovenenos.

Testimonios en primera persona que conmueven profundamente

Cuando se quiebra el círculo del miedo, no existe escollo ni límite que pueda frenar la necesidad de recoger respuestas concretas por parte de los castigados por un modelo que produce commodities en lugar de alimento.

Así fue como vecinas y vecinos de Ramayón comenzaron a agruparse para de esa manera unificar el rechazo a una práctica tan ilegal como impiadosa. Paulina Rindeico debe contemplar con impávidos ojos como las fumigaciones a escasos 50 metros ingresan a su vida de manera obscena. “A pocos metros de mi casa siembran soja, lo que habilita a que fumiguen de manera constante. En lo particular ya he realizado tres denuncias porque prácticamente nos asperjan sobre nuestras cabezas, es por ello que hemos decidido ponerle un punto final a esto”, sostuvo la vecina en charla con este medio.

Un solo productor es el que rodea al pueblo y lo fumiga de manera sistemática, “desde los cuatro puntos cardinales esta persona se encarga de rociarnos con veneno, el dato curioso es que la ingeniera agrónoma que aprueba las recetas para permitir las fumigaciones, es su hija, quién también forma parte de la Comuna. Necesitamos de manera urgente impulsar una ordenanza que aleje los venenos de nuestras vidas, en especial de nuestros niños, en una casa cercana a la nuestra viven dos bebés con el riesgo que esto representa”.

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Una Comuna que prefiere decididamente mirar hacia otro lado, “de parte de los funcionarios comunales no podemos esperar nada, más aún con la presencia de la hija del productor dentro de la misma. Días atrás mientras se llevaba adelante una de las tantas fumigaciones, se apersonó otra ingeniera agrónoma a la cual le comento nuestros padecimientos como dolores de cabeza y descomposturas permanentes, a lo que me responde que podría tratarse del sol y la falta de protección, una tomada de pelo”, enfatizó Paulina.

Pérdidas de embarazos a través de abortos espontáneos, malformaciones, y otras patologías acorralan la salud de quiénes habitan Ramayón. “Hemos iniciado una juntada de firmas para poder acercar las mismas a la Comuna y exigirle acciones inmediatas a favor de la salud y no en resguardo del negocio de unos pocos”, concluyó.

Quién también sumo su voz fue Adolfo Markos Magallanes, quién indicó que “en esta localidad estamos rodeados de campos y cada vez que se fumiga el aire se torna irrespirable producto de las fumigaciones”.

Un relato coincidente con el resto que tiene su anclaje en la nula respuesta estatal, “el presidente comunal Mario Ramón Truchet no se ocupa de una situación que nos tiene en alerta hace mucho tiempo. Ramayón ha crecido ostensiblemente en el último tiempo, pese a eso en los planos las zonas que hoy están densamente pobladas, siguen figurando como rurales. Necesitamos una ordenanza a la altura de las circunstancias, en mi caso tengo un hijo de tres años que el año entrante va a comenzar con su camino escolar, y el establecimiento se encuentra a menos de 80 metros de un campo fumigado”.

Cuando la desidia toma rostro político, el justo reclamo se torna cuesta arriba. “Tenemos la solución y el problema juntos, ya que la dueña de los campos es la vicepresidenta de la Comuna, algo que dificulta de sobremanera la lucha. La gente debe entender que la defensa de  la vida es por todos, no una loca idea de aquellos que deben soportar las fumigaciones en su humanidad. En este lugar hay dos escuelas, la rural, a la que fumigan a escasos metros, y una segunda que debe soportar las aspersiones a menos de 80. No se debe tener miedo a la hora de denunciar, ya que se está peleando por un derecho humano”, enfatizó Magallanes.

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Empujados por la desesperación y la falta de respuestas de las autoridades comunales, un grupo de vecinos se acercó a la agrupación «Agroecología por la Vida» de San Justo, con la intención de ser asesorados por quienes vienen interpelando al modelo productivo hace tiempo. “La situación que se vive en Ramayón es desesperante, todos los habitantes padecen las fumigaciones en su cuerpo. Es terrible escuchar los relatos de aquellos que no dudan en aseverar que las enfermedades han ganado terreno en sus vidas, alergias respiratorias, malformaciones, retraso madurativo, un verdadero coctel deshumanizante que nos alarmó de sobremanera”, comentó Ángel Gómez, integrante de Agroecología por la Vida.

Con respecto a la respuesta del Estado, fue tajante: “No existe, como sucede en los distintos pueblos fumigados se niega una realidad tan tangible como demoledora. En Ramayón fumigan a menos de 50 metros de las casas, lo mismo en escuelas, por ello nos convocaron y ahí estuvimos con Sergio Chapelet para ponernos a disposición en el asesoramiento. La reunión primeramente fue con vecinos y luego con el jefe policial a cargo Moises Lemos, de la misma surgieron distintas estrategias que vamos a llevar adelante en los próximos días”, sostuvo.

Existen casos puntuales en Ramayón, en donde el mosquito fumigador llega a asperjar alrededor de las casas, una trampa mortal que pone en jaque la salud de los damnificados. Cuenta Sergio Chapelet que “a Ramayón lo fumigan desde los cuatro costados, en este lugar también se había roto el vínculo con la policía, por ello nadie quería ir a denunciar conociendo de antemano, lo improductiva de dicha acción. Cabe destacar que el nuevo comisario se puso a disposición de los vecinos tratando de recobrar la confianza perdida, instando a que estos ejerzan el derecho constitucional que les compete”.

No existe límite para la desidia en Ramayón, días atrás un vehículo fumigador no tendría reparo alguno a la hora asperjar su veneno a escasos metros de un festejo de cumpleaños que albergaba a decenas de niños ¿Alguien se hará cargo?