Agua y sol. Podría decirse que el sino de toda la economía argentina está marcado por esos elementos. El mes de febrero encendió el alerta en la zona más productiva del país con una sequía que la Bolsa de Comercio de Rosario -principal puerto granífero- calificó de “sin precedentes”. La falta de lluvias ya provocó la baja de ríos y lagunas, el deterioro de los cultivos y pérdidas económicas que el gobierno prefiere no estimar, pero que según la Sociedad Rural pueden llegar a ser de hasta un 13% en relación al año pasado, siendo la soja (15%) y el maíz (20%) los más afectados.

El ministro de Agroindustria, Luis Etchevehere, reconoció que por el fenómeno “va a haber menos actividad económica en miles de pueblos”, sin embargo, advirtió que por ser Argentina una fijadora de precios en el mercado internacional “hay una compensación” ya que habrá “menos producción, pero más precio”. El comportamiento del mercado en las próximas semanas será clave para ponderar el daño, aunque las provincias decretarían la emergencia para que, como indica la ley, llegue la ayuda desde la Nación. Así, el ministerio organizó la primera reunión de la Mesa de Riesgo Agropecuario con el fin de implementar un seguro multirriesgo y aumentar el fondo de la Ley de Emergencia Agropecuaria que hoy es de 500 millones de pesos (24.400.000 dólares).

Las zonas afectadas son las mismas que el año pasado quedaron bajo el agua, producto, entre otras cosas, del exceso de cultivos y lluvias y el desmonte que sufre el norte del país, donde se está acabando con las raíces de los bosques nativos, fundamentales para que el piso absorba. La llamada “zona núcleo” abarca los departamentos del norte y sur de la provincia de Santa Fe (donde se concentra gran parte de la abatida cuenca lechera); el sur de Córdoba y el norte y este de la provincia de Buenos Aires.

“Estamos seguros que va a haber menos actividad económica en miles de pueblos de Argentina que dependen de la actividad agroindustrial para su comercio, los talleres, las estaciones de servicio, los hoteles, los lugares por donde andan los muchachos que trabajan con el transporte y manejan millones en viajes” dijo Etchevehere, quien también consideró: “Como Argentina es un actor mundial en la producción de granos, esta reducción de la cosecha argentina hizo subir los precios sensiblemente no sólo del poroto de soja, sino de la harina de soja, por eso somos prudentes a la hora de dar números, queremos primero ver qué pasa con el tiempo”.

“Es difícil ponerle número a la pérdida en un país tan variable, porque la cosecha no se mide en moneda nacional y no es lo mismo hacer el cálculo con el precio actual de la soja, de 6.500 pesos (317 dólares) que con lo que pueda valer en unas semanas”, advirtió a EL PAÍS Eliseo Rovetto, secretario de coordinación de la Federación Agraria (FAA), entidad que nuclea a los pequeños productores. No obstante, el dirigente estimó que ese precio no variará mucho y que “hay que ver los rindes de tonelaje en Brasil, donde la cosecha recién empieza, porque ellos son los que suben y bajan nuestros precios ya que somos los últimos que levantamos”. “Pueden llegar a perderse 4.000 millones de dólares, aunque es muy facilista hablar de números en este momento”, calculó Rovetto.

“La gran preocupación es que es en el verano cuando llueve”, reconoció el dirigente. “Por lo que se puede ver en las imágenes satelitales y lo que nos dicen nuestros federados, está quedando entre un 30 y un 35% de cosecha con un bajo rinde. Todavía se van a ver plantas verdes, pero con la chaucha seca, o sea, sin el grano desarrollándose”, afirmó. “Se pueden salvar algunas cosechas, pero la perdida supera el 80% de los sembradíos, no vamos a alcanzar los rindes de otros años y ya estamos en zona de desastre”, opinó.

El problema no es sólo para los granos. El fenómeno climático afecta, sobre todo, a los pequeños y medianos productores, los cuales ven afectado el acceso al crédito y carecen de un seguro multirriesgo -un reclamo de la FAA-. “Venimos sufriendo la desaparición de los pequeños productores porcinos, avícolas y del sector lácteo, prácticamente ya no quedan tambos de la agricultura familiar. La sequía aumentó el precio del forraje y eso hace inviable la conversión de grano a carne”, alertó Rovetto.

Fuente: El País