Francisco, es hijo de Laura y Cristian, quienes tienen una pequeña parcela de tierra en la zona de Benito Legeren en la entrada de Concordia. Un día le confesó a sus padres que tenía un sueño y estaba relacionado a la agricultura: quería plantar sandías, tener su propio producción y comprar un tractor. Tras varias charlas con sus progenitores, acordaron que la propuesta estaría aceptada siempre y cuando el joven cumpla con sus obligaciones en la escuela. Finalmente, el nene cumplió su parte del trato y se esmeró para pasar de grado a finales de año en la escuela Capuchinos tras las clases virtuales de por medio y también alcanzó su sueño: comprar el tractor con el fruto de la tierra.

“Mi esposo antes plantaba y dejó, pero Francisco quiere seguir los pasos de su papá. Le encanta la tierra y tiene la mano santa”, expresó  Laura Dri, madre de Francisco, al portal de noticias Elonce.

En el proyecto del niñó trabajó arduamente toda la familia. «Francisco plantaba y nosotros los ayudábamos, porque él hacia todo. Todos los días teníamos que regar porque no llovía, abonábamos la tierra y todo. Se levantaba a las 5 de mañana solito, para trabajar en la cosecha. Íbamos dos veces por día, a la mañana y a la tarde”, relató Laura, quien también se ocupaba de que, a la par del trabajo en la tierra, el niño cumpliera con sus tareas escolares.

Si bien Francisco no pudo ayudar con la primera cosecha, ya que en diciembre tuvo que ser operado de apendicitis y se vio obligado a guardar reposo por varios días, las sandías fueron recogidas con éxito y, con alegría, comprobó que eran grandes, dulces y sabrosas, tal como esperaba.

Luego de ofrecer las sandías a familiares, amigos, vecinos y los que pasaban por el camino, fueron vendiendo de a poco parte de la cosecha,  ya que ésta aún no terminó. Entre todos fueron promocionando de boca en boca las sandías y la venta se convirtió en un éxito de la zona por la calidad y el gusto. Laura Díaz junto a Cristian Dri, los padres de Francisco, comentan que se sienten muy orgullos de su hijo y que están felices que esto halla sido por  su propia iniciativa.

Con lo recaudado, el pequeño logró cumplir su sueño y comprar el tractor que tanto ansiaba. “Si bien fue un sacrificio, lo hizo con tanto amor y Dios nos ayudó a tener una buena cosecha, a pesar de la sequía y el tiempo, él tuvo una buena producción. Plantamos poquito, una hectárea y media”, dijo.

La producción continúa y quedan varias sandias para vender y los clientes siempre vuelven muy contentos a comprar nuevamente”. La pequeña familia de productores sabe que el sacrifico de estos meses les dio una gran alegría que deja una enseñanza.

 


“Mi hijo está feliz y quiere ir por más. Dice que el año que viene va a plantar diez hectáreas. Este año, por la pandemia nos la pasábamos en el campo, se llevaba todo lo de la escuela y estudiaba allá. Nunca dejó de estudiar”, cerró Laura, con orgullo.

Fuente: Diario Uno Entre Ríos