MIéRCOLES, 27 DE NOV

Suicidio adolescente: los mitos a desterrar para prevenirlo

"Hablar del tema no activa la idea del suicidio, sino todo lo contrario. Que los jóvenes puedan expresar sus sentimientos es una forma de comenzar a resolver el problema", indican especialistas.

 

El suicidio es la segunda causa de muerte adolescente (18,6%) después de los accidentes (23,8%) según el informe «Mortalidad de 0 a 19 años» publicado por la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf) en 2021 con datos de 2019 que destaca que «casi 2 de cada 10 adolescentes de 15 a 19 años fallecidos, mueren por suicidio».

Este 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio; en este marco desde la Sociedad Argentina de Pediatría emitieron un comunicado con el fin de concientizar sobre la problemática del suicidio adolescente.

Afirmaciones como «quien amenaza con que se va a matar no lo hace», «el que se suicida está atravesando una depresión», «hablar de suicidio incrementa el riesgo» o «los niños no se suicidan» son algunos de los principales mitos respecto a esta conducta, explica la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) en vísperas de día mundial para la prevención de este fenómeno, la segunda causa de muerte entre adolescentes de 15 a 19 años.

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La entidad exhorta a familiares y adultos cercanos «a prestar atención a aquellas señales que podrían estar advirtiendo sobre los riesgos de su ocurrencia», tales como cambios de humor, enojo reiterado, tristeza persistente, problemas graves en la escolarización, dificultades en el sueño o con la alimentación o ambos, aislamiento y retracción continua y desconexión del grupo de pares.

Además, explica que es en esa franja etaria que este comportamiento tiene su mayor incidencia siendo más importante entre varones que entre mujeres como causa de muerte.

No esconder bajo la alfombra

‘Suicidio, hablarlo es prevenirlo’ se llama el documento elaborado por los Comités de Estudios Permanentes del Adolescente y de Salud Mental y Familia de la SAP, que establece que el suicidio es un fenómeno multicausal en el que interactúan factores de orden individual, familiar, comunitario, social y político; y que, como comportamiento abarca no sólo «la consumación del acto (con o sin éxito)», sino también «la ideación suicida, la elaboración de un plan y la obtención de los medios para hacerlo».

«Hablar del tema no activa la idea del suicidio, sino todo lo contrario. Que los jóvenes puedan expresar libremente sus sentimientos es una forma de comenzar a resolver el problema. No hablar y mantenerlo oculto incrementa el riesgo», sostuvo, por su parte, el secretario del Comité de Familia y Salud Mental de la SAP, Hugo Gauto.

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Entre los factores que podrían predisponer a una conducta suicida, la SAP mencionó la existencia de antecedentes familiares o personales de intentos de suicidio, violencia intrafamiliar -incluyendo abuso físico y sexual-, escasa o pobre comunicación entre los integrantes de la familia, frecuentes cambios de domicilio, autoritarismo y pérdida de la autoridad entre los progenitores o desautorizaciones mutuas persistentes entre ambos.

También dificultades para demostrar afecto, identificación e idealización de figuras o íconos adolescentes que han cometido suicidio o que se hayan muerto, y hacinamiento con convivencia en espacios pequeños que afectan a la intimidad de los miembros de la familia.

Como «factores desencadenantes» se enumeran un divorcio-separación de los padres, muerte de seres queridos, duelo prolongado o patológico, problemas escolares graves de conducta o dificultades de aprendizaje, bullying y discriminación de cualquier tipo.

Otros desencadenantes pueden ser suicidio, enfermedad mental, alcoholismo, adicciones, psicosis o trastornos severos de la personalidad o del estado de ánimo de alguno de los progenitores o convivientes. En estos casos, la falta de cuidado, la transmisión de desesperanza, el pesimismo y la falta de motivación pueden desencadenar conductas suicidas.

«También se encontró una mayor frecuencia de acontecimientos suicidas en aquellos niños, niñas y adolescentes expuestos a mudanzas, partidas de algún miembro de la familia, muerte de un ser querido, cambios de colegio, rupturas sentimentales o del grupo de amigos y modificaciones en la vida familiar, como la jubilación o enfermedad de unos de sus miembros», agregó Mouesca.

 

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