Suardi fue nombrada Ciudad desde hace aproximadamente un año, si bien el romanticismo de llamarlo Pueblo, sigue anclado en la verba de sus moradores.  Este terruño de casi 10.000 habitantes, contempla como en el ejido urbano de la ciudad, más precisamente en el predio del ferrocarril, tres empresas cerealeras esparcen un polvillo en suspensión considerablemente peligroso por el nivel de agrotóxicos que cargan.

La ubicación de estos silos a solo 30 metros de las viviendas más cercanas, tiendas, panaderías, comedores, despensas, representa una verdadera amenaza para la calidad de vida de todos ellos. Si bien esta problemática se viene manifestando desde hace mucho tiempo,  la misma se ha acrecentado exponencialmente los últimos 4 o 5 años.

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Este modelo productivo siempre viene acompañado con su combo, en el mismo sitio donde se encuentra el acopio de granos, emerge la figura de dos depósitos de agrotoxicos, una verdadera bomba de tiempo. “Después de la aparición de estas firmas, se visualizo aún más el polvillo suspendido en el aire de Suardi, es más, una de las empresas se atrevió a traer sus silos bolsas también al predio del ferrocarril, eso fue fatal”, sostiene Milagros Moreyra, vecina del lugar e integrante de la organización Vecinos Autoconvocados de Suardi en diálogo con Conclusión.

En junio de 2015 el debate se profundizó en el vientre de un lugar que comenzó a mirar de otra manera lo que supo naturalizar tiempo atrás. “En ese entonces estaba padeciendo una fuerte faringitis, algo que me ayudó a abrir los ojos para darme cuenta de donde provenían todas mis enfermedades crónicas respiratorias”.

Milagros Moreyra reside hace 15 años en un barrio que se encuentra a 300 metros de las cerealeras, el tiempo transcurrido en el lugar es coincidente con las  afecciones a su salud.  Sobre esto indicó: “Es aquí donde empecé a padecer los problemas respiratorios, a todo esto, tenía a mi familia, padres y abuelos, viviendo en una de las calles paralelas a las cerealeras, mi padre falleció de edema pulmonar y mi abuelo de cáncer de próstata, si bien mi abuela vive, perdió un seno por cáncer de mama y es asmática.  Así como ellos, la mayoría de los vecinos de las cerealeras padecen este tipo de enfermedades”, relató de manera lapidaria.

El comienzo de la resistencia a una práctica contaminante

“Nos organizamos y empezamos a trabajar para revertir esta situación, nos reunimos unas cuatro veces con las autoridades comunales en ese entonces, además de hacerlo con los empresarios de dos cerealeras y el propietario de las instalaciones. Les planteamos si era posible una pronta reubicación, pero su respuesta fue negativa  por los costos que generan”.

La postura ambigua del Ministerio de Medio Ambiente es una constante en este tipo de denuncias, “me reuní con el Ministro de Medio Ambiente (Jacinto Speranza), quién ignoró nuestra problemática”, cuenta la vecina.

La falta de una red de agua potable y de gas natural, las quemas del basural a cielo abierto, las aplicaciones de agrotóxicos en domicilios particulares, fumigaciones alrededor de la ciudad y la contaminación de los silos y silos bolsas sumado a los depósitos de agrotoxicos, recibiría una respuesta demoledora por parte del funcionario provincial: » EN SUARDI ESTÁ TODO MAL”.

“Así me contestó, le llevé un pendrive con imágenes mostrando nuestra realidad y el mismo me fue devuelto en blanco (vacío). Me entregó la Resolución 177/03 cuál muestra los requisitos sobre las condiciones en qué debería trabajar una cerealera dentro del ejido urbano. Ahí realmente comprobamos de que las tres empresas estaban cometiendo negligencias, ninguna cumplía con dicha Resolución y desde la Comuna tampoco, nadie controlaba nada, la tenían olvidada, cajoneada,  sin importarles nada hasta que empezamos a denunciar”.

Para los Vecinos Autoconvocados de Suardi, comenzaría un espinoso camino en donde se debería batallar contra la desidia que genera el poder económico. “Realizamos marchas, asambleas, panfleteadas, difusión en varios diarios y medios de comunicación local, provincial y nacional, me contactaron grupos de otros pueblos y ciudades, e hicimos una alianza con tres pueblos del Norte con similares problemáticas Ceres, Hersilia y Arrufo”, enfatizó.

A las habituales movidas, se le sumaron las presencias del doctor  Medardo Ávila y el abogado Darío Ávila, quiénes comenzaron a trabajar en conjunto, “le mostramos un relevamiento que hicimos sólo en las 2 calles paralelas a las cerealeras, allí el doctor sacó la conclusión de que la mortandad por cáncer aquí en Suardi es el doble de lo normal”.

Cuando la realidad supera a la ficción, “nuestro Intendente actual, Hugo Boscarol, es productor y dueño de una empresa de fumigaciones terrestres,  creemos que por eso siempre miró para otro lado con respecto a ésta problemática”, sostuvo una vecina que lejos está de bajar los brazos.

En el 2017, una carta documento intentaría ponerle freno a las denuncias y a la evidencia que Milagros Moreyra fue recabando a lo largo de los años. “La misma tenía un claro tono intimidante, se me alertó que de publicar la misma en nuestro grupo de facebook, las cosas podrían empeorar. Claro que hicimos caso omiso y junto a mi abogado Darío Ávila, la hicimos pública, algo que generó un impacto profundo en las distintas luchas y asambleas que vienen sosteniendo una estoica lucha contra este flagelo”.

De mal en peor

Hoy Suardi se enfrenta a otro dilema que lo vuelve a interpelar, en el predio del ferrocarril, por parte del municipio, se está llevando a cabo una obra para construir una planta de agua potable para abastecer al Barrio San Miguel. “Esto se sucede a solo 30 metros de los silos, en medio de la permanente fumigación por polvillo envenenado de las cargas y descargas abiertas de los mismos, esto sumado a los depósitos de agrotóxicos. Otra lucha más, tenemos que frenar esta atrocidad, de ninguna manera podemos permitir que sigan construyéndola, al menos ese es el objetivo actual”, concluyó.