Por Alejandro Maidana

“Hay un hombre que no olvida: el olvidado”

Si bien se desconoce el número exacto, unos 100 ex combatientes que pelearon en la guerra de Malvinas provenían de los pueblos Qom, Wichi, Mocoví, Mapuche entre otros. Muchos de ellos aseguraron que no sabían que iban a una guerra y que fueron discriminados en las asistencias tras el conflicto bélico, según un estudio de la Coordinadora de Comunicación Audiovisual Indígena (CCAIA).

El conflicto bélico suscitado en las Islas Malvinas 40 años atrás, sigue adeudándole a muchos excombatientes el reconocimiento y contención que inexorablemente les corresponde. “Los Qom del Chaco en la Guerra de Malvinas: Una Herida Abierta”, es el nombre del libro bilingüe al que supo darle vida el entrañable Juan Chico junto a su equipo de investigadores. Un maravilloso trabajo de cinco años, un recorrido histórico desde el 1800 hasta la actualidad, enriquecido de testimonios de indígenas que estuvieron en el frente de batalla del conflicto bélico que dio cierre a la dictadura militar más cruenta de la Argentina.

«La presencia indígena es previa a la ocupación británica. Por eso queremos remarcar esto en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, que las Malvinas no sólo son argentinas, sino también indígenas», supo enfatizar el historiador. Varios fueron los pueblos que enviaron a sus hijos a batallar contra un enemigo que desconocían, aún hoy, muchos de ellos siguen batallando, pero en esta oportunidad contra el olvido y la pobreza.

Desde el norte profundo de Santa Fe llega un grito que nace desde la soledad

Luis Santo Camargo nació en Helvecia, a unos 270 km de la ciudad de Rosario, y a unos 150 de la capital provincial, de origen Moqoit (mocoví), de niño su vida estuvo atravesada por el trabajo en el campo, y el sueño de ser marinero. El destino quiso que conociera a La Armada gracias a la colimba, lo que nunca imaginó, que una guerra lo solicitaría como combatiente. Pese a su hablar seguro, su relato siempre vuelve al punto de partida, la de esa imperiosa necesidad de ser reconocido como un excombatiente que pisó el suelo malvinense.

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“Fuimos unos de los primeros en navegar hacia las islas, algunos superiores nos decían que iba a ser un viaje de placer, mientras que otros afirmaron que se trataba de una guerra. Pese a ello yo tenía muchas ganas de ir a Malvinas, de chico había soñado con este momento, estuve en el ejército hasta el 1 de octubre de 1982, donde me dan la baja. En las islas pasamos frío y hambre, lo que me costó estar internado 17 días en mi regreso al país por el mal estado en general, pero principalmente de mis piernas, ya que la sangre no circulaba como debía”, de esta manera iniciaría una conmovedora charla con Conclusión Luis Santo Camargo, quién mientras intercambiaba conceptos, pensaba en la baja temperatura que lo iba a recibir en el campo de Santa Rosa de Calchines, lugar donde sobrevive recogiendo lo que la tierra brinda.

Luis Santo Camargo no tiene un calzado óptimo que le permita pisar el suelo en donde pasa sus días trabajando, por ello cada vez que tiene la oportunidad lo recuerda una y otra vez. La marginalidad y precariedad en la que se encuentra sumido, choca de frente contra los discursos altisonantes que suelen oírse cuando la verba rebalsa de homenajes estrambóticos y repletos de retórica. Pasaron 4 décadas del conflicto de Malvinas, pero los coletazos de la misma siguen marcando el cuero de aquellos que siguen peleando por ser reconocidos.

Intentamos no despertar aquellos espectros que suelen comenzar a pulular cuando las acciones llevadas adelante en las islas comienzan a ganar terreno. Es preciso destacar que no está relacionado con el morbo ni con el amarillismo, ya que lo que se impone es la actualidad, esa que desnuda sigue acorralando los días de alguien que no dudó en ofrecer su vida en Malvinas, y que hoy no está dispuesto a entregársela al olvido y la desidia. “Si bien soy de Helvecia, hoy me encuentro en Santa Rosa de Calchines sobreviviendo en la recolección de verduras y hortalizas de las quintas. Lamentablemente no tengo casa, ni dinero que me permita poder vivir de una manera mas digna, el olvido hacia mi persona es lo que más me duele”.

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Camargo tiempo atrás inició un reclamo contra una patronal por trabajo en negro y condiciones laborales calamitosas, algo que en el norte profundo de esta provincia suele darse con asiduidad. “Allí un abogado nos representó, y ahí aproveché para comentarle que era ex combatiente de Malvinas, en mi documento viejo figuraba mi participación en la guerra. Lamentablemente todavía no tengo respuestas de los ministerios sobre mi situación, ya que se presentaron los papeles correspondientes pero las novedades brillan por su ausencia. Hoy recordamos 40 años de Malvinas, y en mí solo hay sentimientos de tristeza por lo que ya no están, y por quiénes aún no somos reconocidos como combatientes. Conozco casos de pensiones truchas para quiénes jamás pisaron la isla, mientras que yo sigo hundido en la pobreza y el olvido. Es muy triste”, enfatizó Camargo.

En el certificado de la Dirección Nacional del Personal Naval firmado en 1982 por el subjefe de la Guardia Marina, Miguel O. D. Dalmiro, se expresa: «El desempeño de sus funciones y quien fue su superior: vivió el conflicto como Personal del Destacamento Naval de Playa que desembarcó en Malvinas en el ARA Cabo San Antonio al mando del Jefe de Guardia Marina Dalmiro (hoy fallecido) que es quien firmó su baja del Ejército. Él debería figurar como parte del registro APOSVINA Operación Rosario al mando del Almirante Busser». No hay duda alguna que Luis Santo Camargo luchó en las islas, pero entonces ¿Qué es lo que frena su reconocimiento?

La crítica se centra en el Ministerio de Defensa, ya que el mismo es el responsable de brindar una respuesta, pero hasta el día de la fecha las evasivas son sistemáticas. “En mi regreso de las islas, recuerdo haber caminado solo 30 metros hasta desvanecerme, no sentía mis piernas. Así fue como permanecí internado 17 días en el Hospital mientras que algunos de mis compañeros seguían hacia el destacamento, y otros ocupaban distintas piezas. Recuerdo que me dieron por desaparecido, no me encontraban y de esa manera lo dejaron asentado en los papeles. Cuando recuperé mis condiciones físicas, y me iba cruzando con los camaradas, sorprendidos me preguntaban en que lugar me encontraba porque me daban como desaparecido. Sinceramente no se como sucedió eso, hasta el día de hoy no puedo encontrar las respuestas que vengo buscando”.

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Desde su regreso de las islas, Luis Santo Camargo batalla contra la precarización laboral, los silencios cómplices, y la falta de respuestas de un estado que sigue estigmatizando y generando dolor. La vulnerabilidad a la que se encuentra expuesto, sirve de abono para que la realidad se torne día tras día mas monstruosa y asfixiante. “Necesito que se me escuche, se me respalde y ayude, cuando me encontraba en la zona de Puerto Argentino defendiendo nuestras posiciones y no dudando en exponer mi vida al servicio de mi país, jamás se me hubiese ocurrido pensar en esta actualidad y abandono. No dudaría en volver a defender las Malvinas, y sé que muchos de mis camaradas también lo harían, hoy mientras sigo luchando con los recuerdos que supieron acorralarme a través de pesadillas, sigo tratando de recuperar esa dignidad que la pobreza me arrebató. Voy a seguir insistiendo, se me debe reconocer como excombatiente, en noviembre cumplo 60 años, llegué con 19 a las islas, mi cuerpo está muy cansado para realizar este tipo de actividades, por eso necesito de esa pensión que me siguen arrebatando”.

La historia de Luis Santo Camargo, refleja que el cuero de los aletargados sigue siendo el elegido para descargar la furia de un sistema que los aborrece. Desde el llamado a participar de una guerra, a la explotación patronal y el desamparo estatal, un camino espinoso, minado de obstáculos y cantos de sirena. A Camargo, como a tantos hermanos que pisaron las islas abrazando la pobreza, la realidad los sigue invitando a combatir en un conflicto de clases de sociales. Camargo cambió la turba de las islas por la tierra de las quintas, lucha contra la soledad y el desamparo, aferrándose a la memoria y a esa dignidad que, desde todos los sectores buscan arrebatarle.