“Una línea de investigación se destina al análisis de alimentos que provienen de la actividad agropecuaria que pueden contener residuos veterinarios. Otra línea abarca el estudio de algunos residuos presentes en plásticos que pueden estar en contacto también con humanos, por ejemplo tetinas de mamaderas o mordillos de bebés” cuenta Carlos Boschetti, investigador independiente del CONICET, quien está al frente del grupo del Laboratorio de Tecnología Química del IPROBYQ.

La idea central que atraviesa los proyectos es lograr detección de residuos tóxicos que están incorporados a diversas matrices en las dosis más bajas y con la mejor exactitud. Estos estudios se realizan con un equipo de cromatografía líquida HPLC con detectores de arreglo de diodos y de fluorescencia. Los contaminantes que el grupo de investigación analiza han sido estudiados y están regulados por entes autorizados que conocen su nocividad y han definido cuál es el máximo permitido para que su presencia no sea tóxica para el ser humano. Boschetti, al respecto, indica que los límites se actualizan constantemente, se hacen cada vez más bajos, motivo por el cual, él y su grupo se proponen adaptar los métodos de detección a esas nuevas regulaciones.

En un futuro, los sistemas de detección desarrollados en el IPROBYQ podrían implementarse en los laboratorios autorizados de control.

Pollos

Al igual que las demás carnes, el pollo antes de llegar a las góndolas de los mercados, pasa por controles de sanidad que se realizan para comprobar que no contienen componentes peligrosos y por lo tanto son aptos para el consumo humano.  Boschetti y su grupo estudian los residuos de medicamentos veterinarios que podrían estar en pollos. “Normalmente estos compuestos aparecen en animales porque se le administraron en el período de cría, pero al momento que se faena y va a pasar al consumidor, el productor tiene que estar seguro que esos medicamentos fueron metabolizados y eliminados” explica Boschetti.

Los investigadores estudian fármacos que se utilizan en forma preventiva para evitar que el animal se enferme en época de cría y que se produzca una epidemia, como los antibióticos y antiparasitarios. “Intentamos encontrar la forma de detectar la presencia de residuos, estamos hablando de cantidades ínfimas, microgramos de sustancia contaminante por kilogramo de hígado.  Lo complicado del asunto es justamente buscar un compuesto que está inserto en un tejido animal en estas mínimas cantidades y poder asegurarse que sea el compuesto buscado” indica Gastón Knobel, investigador asistente del CONICET, que integra el grupo del IPROBYQ.

“Nuestra tarea no es hacer control de producción, sino que el enfoque es optimizar un método de detección para que luego quien hace el análisis lo pueda implementar. Con optimizar quiero decir buscar un residuo en una matriz compleja como puede ser tejido animal, y lograr que el método sea más confiable, más rápido, más robusto, más barato, y que se pueda, con una misma metodología, analizar varios compuestos juntos” explica Boschetti.