A veinte años de la trágica muerte de René Favaloro, el neurocirujano argentino cuyo legado más importante fue el bypass, la técnica de cirugía coronaria más utilizada del mundo, las siete cartas que dejó al suicidarse siguen siendo material de estudio.

A los 77 años y sumido en una profunda depresión por el contexto económico y político del país donde no conseguía fondos para su propia institución, Favaloro decidió quitarse la vida con un disparo en el pecho, precisamente a la altura del corazón.

Médico de ética intachable y capacidades que lo habían llevado a tener un reconocimiento en todo el mundo, sobre todo cuando en 1967 inventó la cirugía de revascularización miocárdica, al final no pudo sobrellevar los destinos de la Fundación Favaloro.

Atravesado por la crisis económica de la Argentina, la fundación que había creado en 1975 entró en problemas económicos al no conseguir ayuda de las autoridades políticas. El Estado se desentendió de las deudas acumuladas y ese fue uno de los detonantes.

Favaloro había solicitado la cancelación de la deuda que la ONG mantenía con el Pami, en ese entonces manejado por el ahora jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, motivo que suele citarse como una de las principales causas del posterior suicidio.

«A mediados de la década de 1970, comenzamos a organizar la Fundación. (…) Cuando entró en funciones, redacté los diez mandamientos que debían sostenerse a rajatabla, basados en el lineamiento ético que siempre me ha acompañado. (…) La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza)», escribió Favaloro.

Y con su pluma inmortalizó sus firmes ideales, pero también su decepción con el sistema, ya que en referencia al PAMI dijo: «Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país. Valga un solo ejemplo: el PAMI tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos [sobornos] que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente)».

En otro orden, el famoso neurocirujano reclamaba que «la situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada, incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Nuestro juramento médico lo impide».

Las cartas, que fueron dirigidas a sus «queridos familiares y amigos», revelaron que «a esta edad, terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y profesores, me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero desaparecer».

La dura misiva concluye de la siguiente forma: «No puedo cambiar. No ha sido una decisión fácil, pero sí meditada. No se hable de debilidad o valentía». En tanto que el último pedido de Favaloro fue a la sociedad en general y a la prensa en particular: «Que no se haga un acto de comedia. Al periodismo, un poco de piedad».

A las 14.30 de ese fatídico 29 de julio del 2000, cuando firmó las cartas y decidió terminar con su vida, Favaloro dejó sentado: «Queda terminantemente prohibido realizar ceremonias religiosas o civiles».