Los cambios en la forma de vida, la intensidad de los tiempos laborales y las crisis económicas que golpean al país desde hace años, impactaron en las formas en que la población se alimenta, permitiendo la aparición de la famosa “comida chatarra”, productos que tienen un alto proceso de industrialización y poco valor nutricional.

Se trata de alimentos que, gracias a químicos y colorantes, presentan interesantes sabores y que además se ofrecen en el mercado a precios accesibles. A esto, se le suma que están pensados para ser consumidos de forma inmediata, sin requerir tiempo de elaboración. Sin embargo, especialistas advierten sobre el impacto que estos comestibles pueden tener en la salud y recomiendan alternativas para reemplazarlos.

La nutricionista, magister en Tecnología de Alimentos y trabajadora del INTA, María Andrea Motagnani, dialogó con el medio Bichos de Campo sobre esta cuestión y brindó recomendaciones para mejorar la alimentación.

Desde hace un par de años, Motagnani brinda –junto a otros colegas- talleres para llevar adelante huertas agroecológicas, para elaborar conservas vegetales y para fomentar una alimentación más saludable. En lo que respecta a este último punto, utiliza técnicas como, por ejemplo, la coloración de alimentos a través de productos orgánicos.

En este sentido, recomendó reemplazar la sal de los alimentos por aromáticas como romero, orégano, salvia, tomillo y albahaca, hierbas que le dan sabor y aroma a las comidas.

La actividad de la nutricionista también llegó al ámbito escolar, ya que coordina charlas-talleres con docentes con el fin de mejorar la alimentación de los niños. Aquí, la propuesta es que en las escuelas se ofrezcan alimentos saludables, entre los que se encuentran, por ejemplo, las semillas de zapallo tostadas.

En materia de panificación, Motagnani indicó que si bien la harina refinada no es lo mejor que existe, la prefiere a la integral y recomendó que los panes y las pastas sean acompañados con huevos, verduras o frutos secos para volverlos ricos en fibra.

Por otro lado, la trabajadora del INTA sugirió que todas las legumbres sean remojadas durante ocho horas en agua templada y con un chorro de vinagre, para que se activen que las enzimas que las convierten en nutritivas. Luego de esto, deben ser enjuagadas y hervidas.

La bebida no quedó fuera del análisis, ya que la nutricionista ahondó en la preparación de un jugo concentrado de limón, que para su preparación requiere cortar en tajadas y dejar en remojo por 12 horas un kilo de limones.

Pasado este tiempo, se les cambia el agua y se los deja en remojo por doce horas más, para luego hervirlos hasta que la cáscara se ablande. Luego se le agrega 500 gramos de azúcar y se los licua. Esto dará como resultado un litro de limonada concentrada.