Por Marcelo Chibotta

El sacerdote católico José María Di Paola – más conocido como el padre Pepe – fue entrevistado por Conclusión antes de ofrecer un encuentro en Empleados de Comercio, sito en Corrientes 450, esta tarde a partir de las 19.30.

Bajo la convocatoria denominada «Encuentro con el padre Pepe», el sacerdote amigo del papa Francisco conversará con los presentes sobre «drogas, exclusión, prevención y recuperación».

El también coordinador de la Comisión Nacional de Drogadicción del Episcopado Argentino, relatará su experiencia desde la óptica que tiene como «cura villero», experiencia que compartió con el entonces cardenal Jorge Bergoglio.

Como adelanto, Di Paola dialogó con este medio y dejó algunas consideraciones:

¿Cuáles son las líneas básicas de la charla que viene a dar en Empleados de Comercio?

En principio convocamos al Estado y a la sociedad civil para encarar un trabajo que es posible y que tiene que ver con poner el eje en el tema de la salud de los niños y los jóvenes que están en riesgo en la Argentina que para mí es lo fundamental.

En virtud de ello, ¿qué es lo que le faltaría hacer al Estado, tanto local como provincial como nacional?

Digamos que el problema de la droga se ve como algo lejano, hasta se lo ha banalizado como una novela, como una ficción, tomado en circunstancias que a veces ciertos grupos lo ponen en el tapete un par de días nada más y entonces falta un trabajo serio a nivel de los Estados municipal, provincial y nacional y también de la sociedad civil. Es un tema que no debe ser ajeno a nadie, es de tanta responsabilidad del Estado como de la sociedad y hay que trabajar en la organización. No obstante, hay muchos funcionarios que ven el tema y lo quieren afrontar pero para hacerlo seriamente, tiene que ser una decisión más colectiva.

La droga va desde el consumo hasta las instancias del narcotráfico en las que operan los que tienen poder económico. ¿Cómo piensa que se puede enfrentar esta instancia de poder?

Habría que decidirse a enfrentarla de una vez porque hasta ahora no se ha hecho nunca. Es una decisión que habría que haber tomado hace décadas y decir por ejemplo ‘este es el plan estratégico para reducir la oferta y la demanda’. En eso no hay una propuesta de trabajo y tampoco ha sido motivo de reflexión de las plataformas de los distintos partidos.

Más allá del aspecto económico, también el consumo de drogas responde a una pauta cultural. ¿Cómo habría que hacer para desmontar dicha pauta cultural?

En esto lo más importante es lo que te decía al principio. El trabajo no depende sólo de la responsabilidad del Estado, sino también de los medios de comunicación y de los actores sociales, de las instituciones a las que van los chicos, como los clubes y las parroquias. Este tiene que ser un tema que sea abordado en todos lados y desde todos lados, porque hay quienes abordan la droga como algo inofensivo, que pueda estar al alcance de cualquiera. Por eso es importante el trabajo mancomunado que se debe dar entre los municipios, la sociedad civil y la provincia.

Hay una pobreza que es la de la villa y otra que podríamos decir, pertenece a la de las localidades menos favorecidas. ¿Es el mismo problema el del consumo en unas y otras?

En el país hay  una realidad dentro de lo urbano y dentro de ello, de los sectores marginales. A mí me tocó estar en barrios de Santiago del Estero en los que el paco había llegado. También se daba en un contexto de barrios que tienen una marginalidad como son las villas en el gran Buenos Aires o en Capital Federal. Es verdad que surgen también estos problemas en los pequeños pueblos, en los que los chicos no encuentran horizontes y sin muchas posibilidades laborales, la droga es otra pero el daño sigue siendo el mismo. Un chico que ha caído en el vicio tiene un problema por delante en cuanto a los objetivos de su vida y también es un inconveniente para su familia.

En su momento planteaste que antes que despenalizar, hay que incluir ¿En base a qué argumento llegás a esta conclusión?

La postura  no es mía, es una reflexión del equipo de curas de las villas y también de quien era nuestro obispo, Jorge Bergoglio. Es una reflexión y una fundamentación que surge del trabajo en el territorio. Pensamos que hay  muchas cosas anteriores que tienen que ver con la inclusión. No se puede hablar ligeramente de despenalizar cuando tenemos miles de chicos que no estudian ni trabajan. Es una cuestión no solamente de principios, de la que podríamos hablar mucho tiempo, sino también de cuestiones prácticas que tiene que ver con la falta de consideración para la gente más pobre.

Bergoglio fue tu obispo y hoy es el papa Francisco. Podríamos decir además, que él es tu amigo. En virtud de eso, ¿ha cambiado Bergoglio cuando se convirtió en Francisco? Y por otra parte ¿Cómo ves su pontificado desde ese lugar cercano que tenés con él?

En cuanto a su forma de ser, sus principios y su temática, sigue siendo el mismo. Los que lo conocimos de cerca podríamos decir que es la misma persona, lo que sí vemos como muy positivo es que tiene un poder de comunicación hoy día que no tenía antes. Y en lo otro, ha producido un giro espiritual muy grande en la iglesia. Es muy intuitivo y ha acercado a mucha gente.