El padre Pepe Di Paola analiza la situación del país. Pero su eje está en las personas, en la unión, afianzar la comunidad, saber qué puede dar uno para ayudar al otro. «Si no veo feliz al otro la felicidad no es completa». Así lo explica el cura en diálogo con Conclusión. «Nos parece que la solución a los problemas de la Argentina pasan por la comunidad», dice el religioso.

«Cuando nos pensamos solos o nos invade esta fiebre del individualismo lo único que hace es empeorar la situación. Por eso es muy importante recuperar ese espíritu comunitario que caracterizó a la Argentina que, a menos en lo público, se ha perdido bastante», comenta Pepe.

El cura se acercó a Rosario para participar de una charla «Compromiso y organización comunitaria» en la la UCA (Pellegrini 3314). «La sociedad recibe influencias que no son las que han caracterizado a la Argentina. Sobre todo de los movimientos más hegemónicos, educativos, comunicativos. Se va dando un pensamiento en donde la felicidad pareciera que se alcanza en la medida que puedo lograr mis objetivos, en vez de los objetivos de una comunidad o nuestros objetivos», dijo consultado por este medio.

«Eso se ha impregnado mucho en los distintos modos de pensar, incluso en el arco ideológico, aunque uno se reconozca de un bando y otro de otro, y se peleen, en el fondo, lo que hay detrás, es esta identidad individualista que no hace bien a lo que es la característica de la república«, amplió.

 

«Entonces es muy importante retomar algo que es muy propio del espíritu de la comunidad argentina, que es esto del mirar en el nosotros. Y para eso cada uno de nosotros debería hacer un propio análisis y decir ‘bueno, en qué estamos andando, qué estamos haciendo, en qué estamos fallando’, y cómo estoy pensando mi escuela, mi parroquia, mi club, mi medio de comunicación. Y tiene que ver con el esfuerzo de cada uno de los argentinos y que es mirar más allá de lo que es su propia vida», expresa el sacerdote.

Luego, expresó: «Creo que en esto tenemos que hablar con claridad los que tenemos que decir, cada uno puede dar, creo que es mucho lo que cada uno puede dar y ese dar significa dar a otro. Una Argentina en donde yo me realizo y no se realiza mi hermano, entonces, no me puede hacer feliz, es decir la felicidad será completa realmente en la medida que veo feliz al otro».

«Lo importante es que la avaricia existe y tenemos toda la posibilidad para poder cambiarlo. Hay muchas interacciones y se están dando porque hay mucha gente que está invitando a pensar en el otro y hay que complementarse para poder realizar una sociedad diferente y creo que este tiene que ser el espíritu que nos debe mover a todos», cerró el padre Pepe.

 

En los barrios humildes

El padre Pepe tiene en claro que su misión es ayudar a los más necesitados en los lugares más humildes. Actualmente se encuentra al frente del Hogar de Cristo, un programa de recuperación de la adicción a las drogas de la Parroquia Virgen de Caacupé del barrio porteño de Barracas.

Antes estuvo trece años a cargo de la villa 21 hasta que a fines del 2010, cuando él y otros sacerdotes difundieron un documento para denunciar la venta de droga en las villas, los narcos le hicieron saber que debía irse del lugar. Así, el padre ‘Pepe’ recaló en Santiago del Estero. Y la misa de despedida en su honor fue presidida por el aquel entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio.

En 2012 retomó sus funciones en la Capilla de Nuestra Señora del Milagro, en Villa La Cárcova, Municipio de San Martín. Desde allí asiste junto a sus colaboradores a los 18 mil habitantes, 57 villas, 91 asentamientos. Dirige un centro de rehabilitación barrial, el Hogar de Cristo, y pelea por la inclusión de los adictos recuperados.