Por Sergio Baratta (*), Luis Barja (**) y Sebastián Obregón (***)

Alrededor del 10% del total de las muertes son súbitas. Generalmente se producen cuando una alteración del ritmo cardíaco no permite el buen funcionamiento del corazón y, por lo tanto, deja de bombear la sangre al cerebro y al resto del cuerpo.

Una muerte es súbita cuando no se preveía que la persona falleciera y no había una causa conocida predisponente. También se denomina así cuando el fallecimiento no es producto de un accidente y, a la vez, se sucede rápidamente en el lapso de una hora o cuando se está durmiendo.

Para la prevención, lo más importante es llevar una vida saludable, sin fumar, manteniendo un peso y cintura correctos para la altura y el sexo de la persona, hacer ejercicio físico leve a moderado y realizarse los controles médicos.

Los profesionales de la salud pueden evaluar a las personas para calcular el riesgo (probabilidades de sufrir una muerte súbita) en forma periódica, a través de las mediciones en el examen clínico, estudios bioquímicos y exámenes complementarios, según sean necesarios.

Resulta trascendente contar con estrategias para tratar de salvar a una persona que sufre una muerte súbita, incluyendo el uso de los números de teléfono de asistencia de emergencias como el 107 y el 911, el entrenamiento de cualquier individuo en maniobras básicas de reanimación cardiopulmonar como el masaje cardíaco efectivo, el tratamiento con choques eléctricos mediante el uso de aparatos totalmente automáticos que pueden revertir esos trastornos del ritmo cardíaco (disponibles ya en cientos de lugares públicos y privados), y la educación sobre los pasos a seguir ante un situación como esta.

Frente a una muerte súbita, la persona afectada se desploma, pierde la conciencia, deja de responder y de respirar normalmente, y pierde el pulso. La muerte cerebral y la muerte clínica comienzan a ocurrir entre 4 a 6 minutos después de un paro cardíaco. Por eso, frente a estas señales de alerta, si una persona cae inconsciente, lo primero que debe hacerse es llamar al número de emergencias médicas y, luego de asegurarse de que no hay peligro en la escena, comenzar rápidamente las maniobras de reanimación.

Entre los adultos, las enfermedades del corazón y las arterias son las causantes más frecuentes de estos trastornos, principalmente el envejecimiento acelerado de las arterias por hábitos como fumar y mantener sobrepeso, el mal control de la presión arterial y el colesterol elevado. Estos factores pueden provocar un infarto de corazón, que es la causa más común de las alteraciones del ritmo cardíaco. En los niños y jóvenes la muerte súbita es más rara y se debe mayormente a problemas de nacimiento, como el engrosamiento de las paredes del corazón y algunas mutaciones.

El ejercicio intenso puede ser el desencadenante de las alteraciones del ritmo cardíaco en diversas enfermedades. Sin embargo, el porcentaje de atletas que sufren una muerte súbita es muy bajo. La causa más frecuente en atletas jóvenes (<30-35 años) se relaciona con enfermedad de las paredes del corazón (engrosamientos, malformaciones) y en los de mayor edad (>35-40 años), se relaciona con la obstrucción de las arterias por la inflamación que produce la presión alta, el colesterol, el azúcar en sangre y, fundamentalmente, el cigarrillo.

Por Dr. Jorge Tartaglione (****)

Por 4to. año consecutivo, la Fundación Cardiológica Argentina (FCA) lleva adelante la Semana de la Lucha contra la Muerte Súbita para fomentar el conocimiento y la toma de conciencia sobre la importancia de la reanimación cardiopulmonar (RCP) y el manejo de los desfibriladores externos automáticos (DEAs) para la atención temprana de la muerte súbita extra-hospitalaria.

En Argentina se producen alrededor de 40.000 muertes súbitas al año y el 70% se ocasionan fuera de los hospitales – en el hogar, en el trabajo, en clubes, en los campos de juegos deportivos, en lugares públicos e incluso en la calle-. Este hecho estadístico transforma a la comunidad no-médica en la primera encargada de atender un episodio de esta naturaleza.

Para esto, aplicar RCP y desfibrilación dentro de los 3 primeros minutos de ocurrido el evento, aumenta las posibilidades de llegar con vida a un hospital en un 79%. Pero, por cada minuto que se demora la aplicación de estas medidas, se reducen en 10% las posibilidades de continuar con vida.

Por eso, los planes de acceso público a la desfibrilación son herramientas fundamentales para cualquier miembro de la comunidad que deba atender una emergencia. Desde hace más de 40 años la Fundación Cardiológica Argentina, pionera en el dictado de cursos de RCP, promueve la importancia de que toda la comunidad esté entrenada en estas maniobras y en el manejo de DEAs, de manera tal que cualquier víctima de paro cardiorrespiratorio pueda ser desfibrilada dentro de los primeros minutos de ocurrido el episodio.

Estas elocuentes cifras no hacen más que resaltar que, tras un paro cardiorrespiratorio, los primeros minutos son vitales. Y para poder dar una respuesta que salve una vida es necesario que cada uno de nosotros se encuentre capacitado en técnicas de RCP y que los desfibriladores estén en todos lados, como los matafuegos.

Para lograrlo, es fundamental ampliar la cobertura de espacios con DEAs y las capacitaciones a la población en RCP básica. Si todos estuviéramos entrenados muchas de estas vidas podrían salvarse.

En el país existen leyes que permiten prevenir y evitar más casos de muerte súbita en espacios públicos y privados de gran circulación de personas. Estas son la Ley 27.159 (ley nacional sancionada en el año 2015) y Ley 4.077 (ley CABA sancionada en el año 2011 y promulgada en 2012). Pero, particularmente una de estas leyes (la 27.159, aún sin reglamentar) declara que «ninguna persona interviniente que haya obrado de acuerdo con las disposiciones de la presente ley, está sujeta a responsabilidad civil, penal, ni administrativas derivadas del cumplimiento de la misma». Esto es muy importante ya que, si bien en nuestro país no hay antecedente de casos en donde alguna persona haya sido condenada por intentar «solidariamente» reanimar a una víctima de paro cardíaco en la vía pública según su saber y entender, que una ley lo deje explícitamente aclarado despeja cualquier temor que pueda surgir ante el hecho de practicar RCP siendo un lego en Medicina. En estos casos lo peor que podemos hacer en «no hacer nada».

Sin embargo, en los últimos años no hemos visto más que apatía y desinterés en concretar la ansiada reglamentación de las leyes que promueven los espacios cardioprotegidos. Esto significaría un apoyo fundamental y prioritario para dar a la salud de la población el lugar que se merece, sobre todo cuando se trata de acciones de prevención que pueden salvar vidas.

(*) Jefe de Cardiología No Invasiva.

(**) Jefe de Electrofisiología y Arritmias.

(***) Jefe del Centro de Hipertensión Arterial y Envejecimiento Vascular.

Todos del Instituto de Cardiología, Cateterismo Terapéutico y Cirugía Cardiovascular. Hospital Universitario Austral.

(****) Médico cardiólogo. Presidente de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).