Más de 300.000 personas participaron entre este sábado y domingo en la 43 edición de la Peregrinación Juvenil del Nordeste Argentino a la basílica de Itatí, luego de la suspensión por la pandemia de coronavirus de las dos últimas ediciones. Oficialmente la marcha de los devotos partió desde el empalme de la Ruta Nacional 12 y la avenida Libertad de la capital correntina, el sábado desde el mediodía, aunque el peregrinar de fieles autoconvocados se notó desde el viernes.

El carácter regional de la manifestación de fe, que se volvió a concretar luego de dos años de suspensiones por la pandemia de coronavirus, se vio reflejado en el incesante flujo de micros de larga distancia hasta la zona de partida con contingentes que al descender participaban de una bendición inicial, que estuvo a cargo de los diversos obispos de las diócesis de las provincias del NEA.

El arribo del grueso de los participantes se produjo alrededor de la medianoche a Itatí, distante 72 kilómetros al norte de la capital de Corrientes.

“Junto a María nos volvemos a encontrar como iglesia sinodal, y este lema se hizo realidad con nuestra peregrinación; que bien nos hace caminar juntos y cuánto daño nos hacemos unos a otros cuando caminamos cada uno por su lado, nos pasa a los argentinos y las argentinas”, dijo este domingo en la misa central el arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik.

El prelado profundizó el concepto al señalar: “Dios quiera que este gesto nos ayude como súplica para que encontremos el camino del peregrino hacia la casa del padre y renunciemos a los intereses particulares”.

La misa, concelebrada además por monseñor Hugo Barbaro, obispo San Roque –de Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco-, contó con el acompañamiento de los responsables de las diócesis de Formosa, Santo Tomé, Goya, Reconquista, Posadas y Resistencia, entre otros dignatarios de la Iglesia Católica en la zona.

Por su parte, la Pastoral de la Juventud leyó el tradicional manifiesto, en el que este año remarcaron que llegaron a esta peregrinación “los jóvenes que están paralizados por el miedo, las adicciones, la violencia, el abandono, la desigualdad social, la crisis económica y política, las desilusiones y desesperanzas que no les permiten mirar al futuro con confianza; es por eso que caminamos cargados de confianza”.

“Escuchamos –dijeron- la realidad de nuestra región, clamamos por un lugar en la Iglesia, no queremos sentirnos usados como un trámite, queremos que nuestras opiniones sean tenidas en cuenta a la hora de tomar decisiones”, expresaron.

Subrayaron además que pretenden poner su “talento al servicio del pueblo de Dios con alegría, queremos escuchar y aprender de nuestros adultos defendiendo a los más vulnerables, queremos comprometernos con la sociedad y la política llevando luz a los lugares más oscuros, reivindicando y luchando con los valores que nos caracterizan”.