Por Alejandro Maidana

Dueña de una sonrisa única, un espíritu revolucionario, y un corazón solidario que estremece, María Felisa Lemos recibe al equipo de Conclusión de una manera muy cálida. Fotos, cuadros, recuerdos de distintas partes del mundo, hacen tangibles las vivencias que atesora una mujer que sigue soñando con un mundo más justo para los oprimidos.

Nacida en Goya en un hogar humilde y sin estridencias, desde muy chica pudo palpar como el olvido y la marginalidad se hacían carne en los más humildes, “tuve la suerte de tener una madre maestra, gracias a ello sabía leer y escribir, no así la mayoría de los niños y adultos del lugar”, indicó.

“Desde muy niña siempre me invadió una sensación ambigua, de porque yo tenía acceso a ciertas cosas y otros no. Eso fue anclando muy profundo en mi corazón, hasta decidir convertirme en médica para ayudar a los desprotegidos de mi tierra”, cuenta emocionada Lemos.

La llegada a Buenos Aires, nuevos arrabales pero un sólo objetivo, recibirse de lo que siempre añoró, “una vez terminados mis estudios decido regresar y estrechar lazos en los Esteros del Iberá, allí aprendí a trabajar con personas que tenían otras características en torno a lo medicinal, ya que utilizaban lo que la tierra les daba para combatir enfermedades.  Lamentablemente éstas eran perseguidas y abrumadas por los prejuicios, ya que se consideraba que su trabajo era ilegal”, contó.

La irrupción de la dictadura y la hora del exilio

El golpe del 76 no tenía las mismas características que los anteriores, eso alertó a la María Felisa, “si bien éramos un país muy “golpeado”, de este teníamos las peores referencias. Lamentablemente al poco tiempo comenzaron las persecuciones ideológicas, y fue en ese momento donde me invitan a exiliarme, ya que el otro camino con seguridad era la muerte”.

Su llegada a París (Francia) la encontró con una apertura en lo laboral asombrosa, pero ella estaba incompleta, las raíces latinoamericanas tiraban mucho. “Rápidamente conseguí trabajo ya que mi profesión me abrió muchas puertas, pero el vacío que sentía dentro mío era muy profundo. Por suerte en el horizonte aparecería un lugar que me brindaría la posibilidad de abrazar las experiencias más enriquecedoras de mi vida, Nicaragua”, enfatizó.

La Revolución Sandinista en Nicaragua

El derrocamiento de Anastasio Somoza en julio de 1979 por parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional, cambiaría los días de Nicaragua. Una zona rural próxima a la frontera con Honduras, sería la elegida por María Felisa Lemos para poder  desarrollar sus actividades sanitarias. Su alma revolucionaria había encontrado su lugar el mundo, “cuando me entero del triunfo de la revolución en Nicaragua, no dudé un minuto en volar hacía esas tierras. Ya afincada en 1979, recibo los primeros datos demográficos oficiales, alarmantes 120 por 1.000 de mortalidad infantil, aunque en la zona norte seguramente alcanzaba 200 por 1.000. Sumado a esto, la tasa de analfabetismo promedio del país era de 52% pero en la zona de la montaña alcanzaba el 80 y 90%. Allí no existía ni salud, ni escuela, ni caminos, ni siquiera de tierra.”

Los mejores 12 años de su vida, como ella define los transcurridos en Nicaragua, tenían por delante un desafío notable, la destrucción cultural y edilicia que llevó adelante Somoza.

“Brigadista popular de salud podía ser cualquiera, desde los 12 a los 100 años, pero sólo eran aceptados si habían sido elegidos por su comunidad. El trabajo de empoderamiento era permanente, aquello que soñé realizar en Corrientes, lo estaba llevando a cabo en Nicaragua, en las tierras de la revolución sandinista”, sostuvo Lemos.